Megan Maxwell | Escritora

"Los hombres no reconocen que me leen por miedo a que los llamen moñas"

  • La autora madrileña, que acaba de reunir en un solo volumen su serie de 'Soy una mamá', es la protagonista de un gran fenómeno editorial: es la mujer que más libros vende en España, pero casi no existe en el panorama libresco

La escritora Megan Maxwell (Núremberg, 1965).

La escritora Megan Maxwell (Núremberg, 1965). / Carlos Ruiz

La escritora que más libros vende en España (casi tres millones de ejemplares, según cifras del Grupo Planeta, que los distribuye en otros 25 países) prácticamente no existe en la prensa cultural. Se llama Megan Maxwell, aunque es "más española que la tortilla de patatas". Durante años, María del Carmen Rodríguez del Álamo, como reza en su DNI, afincada en Madrid y de 55 años, trabajó de secretaria en un bufete jurídico y por las noches, "en los huequecitos" que le dejaban las agotadoras jornadas, escribía novelas románticas que imprimía de cualquier manera y daba a leer a su madre, a sus tías, a sus primas. Las devoraban, le pedían más, le decían que aquellas historias funcionarían más allá del círculo familiar. "Claro, ellas qué me iban a decir, pensaba yo siempre: ¿que mis historias eran truños malayos?". Pero le insistieron tanto que al final les hizo caso y comenzó a mandarlas a las editoriales. La respuesta, taxativa, fue 14 años de rechazos. "¿Y sabes qué pasa?", cuenta por teléfono: "Que cuando tú todavía no has acabado de darme el no, yo ya estoy buscando el sí".

De modo que siguió escribiendo sin parar, logrando lectores, saltando a sellos de musculatura cada vez mayor, fidelizando a sus guerreras, como ella llama a sus lectoras, con una incesante actividad en las redes sociales, hasta tener hoy a sus pies a un gigante de la edición como Planeta, en cuyo sello Zafiro, especializado en lo que se conoce como chick-lit, publica no menos de tres libros al año pese a que, como ella misma dice, "escribir un libro tiene su cosa". Pero ahí está, sin desfallecer, publicando novelas románticas sobre "mujeres actuales", como la serie compuesta por Soy una mamá divorciada, Soy una mamá divorciada y alocada y Soy una mujer divorciada, alocada y de nuevo enamorada, que ahora acaban de publicarse en un solo volumen; novelas históricas con fijación por la Edad Media escocesa porque ese era el escenario en el que transcurría El rescate de Julie Garwood, una novela con barones altivos, niños secuestrados, castillos de ensueño, mujeres a la fuga tras reventar sus grilletes domésticos y pasiones resueltas contra murallas romanas de la que la autora se enamoró "locamente" en su juventud; y muchas novelas eróticas, con las que Maxwell, para qué andarnos por las ramas, pegó un auténtico (y casi clandestino) pelotazo al seguir la estela de 50 sombras de Grey, pero en clave española y cambiando las prácticas de sumisión y dominación de esa saga -"ese tema no me va, a mí me pega alguien y le meto una hostia que para qué queremos más"- por el intercambio de parejas, los tríos y las orgías.

- Con todo lo que vende usted, extraña su cuasi anonimato...

- Quizás por el estilo de novela que escribo, ¿no? La novela romántica o erótica no tienen glamour. Pero tampoco es que me importe demasiado.

- ¿Es tan elitista y endogámico el mundo de la literatura como dicen algunos?

- Yo vivo al margen de todo eso, ni lo necesito ni me gusta. A los escritores que tienen muchísima fama y muchísimo peso no los conozco, coincido con ellos todos los años en la cena del Premio Planeta y nos saludamos, pero ya está. Yo voy muy a lo mío, a mi trabajo, que es darles a mis lectores exactamente lo que esperan cuando compran un libro mío, y todo lo demás, el reconocimiento, la vanidad, no me sirve de nada.

"Se me han ocurrido personajes viendo 'Supervivientes' o 'Gran Hermano', los 'realities' me vienen muy bien porque descubro en ellos personalidades nuevas constantemente"

- ¿Cómo se consigue la enorme fidelidad que le guarda su público?

- Supongo que se sienten identificados conmigo, con mis personajes, tanto ellos como yo son personas a las que la vida no se lo ha puesto fácil, pero tiran para adelante, y si se caen, se levantan, y si se vuelven a caer, se levantan mil veces más. Pienso que les importa saber que soy una persona normal, como ellos, no me ven en cosas elitistas, sino en cosas corrientes, me las puedo encontrar en el mercado comprando media pechuga de pollo, ¿sabes? Mira, a veces viendo Supervivientes o Gran Hermano se me han ocurrido personajes, que yo sé que es una cosa con muy poco prestigio, pero es lo que hay, nos encanta ver las vidas y las miserias de los demás y a mí los realities a nivel de escritura me vienen muy bien porque descubro en ellos personalidades nuevas constantemente. Te quiero decir que yo estoy en el mundo de a pie.

- Con tantos seguidores, llevar personalmente las redes sociales, como usted hace, es un auténtico trabajo. ¿Ya no basta con escribir?

- Es un trabajazo enorme, sí, me quita muchas horas todos los días. Pero por otro lado me permite conocer el tipo de persona que lee mis libros. Me escriben mucho para decirme qué les ha parecido tal o cual novela, y a veces me critican, eh, y te aseguro que esas opiniones a mí me importa más que lo que diga un suplemento de libros en el que no salgo. Las redes sociales me están dando muchísimos frutos y además he hecho muchos amigos: yo voy mañana a Cádiz, a Teruel o a Badajoz y pongo en mis redes ¿quién se toma un café conmigo? y te puedo asegurar que me podré tomar un café con muchas personas. Eso me llena más de lo que te puedas imaginar.

- Habla siempre de las Guerreras Maxwell. ¿Guerreros no hay o es que no lo cuentan?

- Cada vez tengo más, pero es cierto que para los hombres la novela romántica o erótica es un poco tabú. En las redes sociales me escriben muchos en privado para contarme que me leen, pero en el muro no se atreven a ponerlo por miedo a que los amigos los llamen moñas.

Otra imagen de la escritora madrileña. Otra imagen de la escritora madrileña.

Otra imagen de la escritora madrileña. / Carlos Ruiz

- Cuando escribía por la noche, después del trabajo, por puro hobby, ¿qué expectativas tenía?

- Pues imagínate, si yo no tengo estudios, ni padrino, ni contactos literarios, ni nada de nada... Empezó a cambiar la cosa cuando me apunté a un curso online de novela romántica. Las editoriales me decían que mis novelas no entraban dentro de su línea y que las mujeres que yo creaba tenían demasiada personalidad y que se la rebajara, pero yo a eso me negaba. Y quise probar a hacer ese curso por si servía de algo. Resultó que el profesor era editor, y cuando terminó el curso me propuso publicarme. Así empezó todo, poco a poco.

- Catorce años recibiendo rechazos desalienta a cualquiera, hace falta ya no sólo perseverancia, sino fe...

- A todos nos gusta decir quiero esto y tenerlo ya, pero te acabas dando cuenta de que en la vida, si las cosas tienen que pasar, pasarán. Y no tiene que ser mañana. Yo sabía que mis novelas gustarían a otras mujeres, porque los hombres... mira, los hombres que salen en mis novelas la verdad es que no existen.

- ¿Tener un pseudónimo en inglés da más pedigrí?

- Mi padre es americano, mi madre es española, nací en Alemania y me crié en España. Pero estoy convencida de que si me hubiera criado con mi padre en Estados Unidos yo me hubiera llamado Megan. En mi vida normal, yo era Carmen, pero cuando me metía en mis libros era Megan, yo quería preservar esa parte especial de mí misma.

"Los debates del feminismo actual me parecen bien, pero suelen derivar en horas y horas de debates absurdos en vez de ir a la raíz de las cuestiones"

- Con Pídeme lo que quieras, su debut en la novela erótica, llegó la locura...

- Ya te digo. Mi editora me animó a hacerlo y yo le dije que no lo veía, pero me dijo: total, si en todas tus novelas metes sexo... Y aunque no me creía capaz, me puse. Pero lo llevé hacia un lado más divertido, a mí el rollo 50 sombras de Grey como que no. Y fíjate, fenomenal, ahora estamos viendo si conseguimos película o serie.

- ¿Cómo fue el proceso?

- Al principio un poco alucinante, porque yo, como persona adulta que soy, tengo imaginación y sé que existen los tríos y las orgías y todas esas cosas, pero yo no hago nada de eso, aunque sé que todo el mundo piensa que sí. Me iba a San Google a investigar en las páginas guarras, como yo las llamo, y acabé intrigada con el mundo swinger. Encontré varios foros en internet y después de un tiempo observando me atreví a entrarle a dos parejas, les expliqué quién era y lo que estaba haciendo y les pedí que me explicaran un poco cómo iba el tema, qué juegos practicaban... Y oye, encantada de haber levantado grandes pasiones.

- Dijo usted hace un tiempo en una entrevista que a todas las mujeres les gusta un "hombre empotrador". Me da que muy de las nuevas masculinidades no es...

- ¿Y eso qué es? Mira, afortunadamente ya no pasa nada si una mujer dice que le gusta el sexo y la fogosidad. Lo que está claro, más allá del sofoco que se llevó mi madre al ver aquel titular, es que a mí no me tiene que decir nadie cómo me tiene que gustar o dejar de gustar el sexo, ni yo te lo tengo que decir a ti. En este sentido a mí los debates del feminismo actual me parecen muy bien, de verdad, pero a veces se les da tantas vueltas a las cosas que no se entra en las cosas en sí y todo deriva en horas y horas de debates absurdos. Cuando trabajaba en el despacho yo cobraba menos que mis compañeros por hacer el mismo trabajo. A mí háblame de eso, ve a la raíz de las cuestiones, pero déjame de debates semánticos y de decirme cómo tengo que ser para ser una buena mujer.

- Es imposible leer un libro suyo que no tenga un final feliz. ¿La vida es así?

- Por supuesto que no. La vida da muchos disgustos a la gente y yo estoy ya hasta las narices de penas. Yo he leído muchos libros esperando que pase algo bueno, y cuando pasa, a los dos capítulos se muere ella o se muere él. Y mira, chico, no hay necesidad de tanto desastre.

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