'La novela de Flor Parodi' | Crítica

Un tipo larguirucho

  • En 'La novela de Flor Parodi', Rasero Balón plantea otro caso de Benito Bram, el detective escurridizo y tarambana que aparecía en 'Áticos y viento'

El narrador José Rasero Balón ofrece una mirada crítica con la ciudad de Cádiz en su nuevo libro.

El narrador José Rasero Balón ofrece una mirada crítica con la ciudad de Cádiz en su nuevo libro.

La lluvia cae incesantemente en la última novela de José Rasero Balón: un nuevo caso del escurridizo, melómano y tarambana detective gaditano Benito Bram, que en esta ocasión se deja acompañar -¿o es él quien acompaña?- por Flor Parodi, una periodista con parche pirata en un ojo que intenta escribir una novela sobre el investigador "larguirucho con aspecto de antiguo".

Los que conocen a Bram de su primera aventura, Áticos y viento, saben de la poca simpatía que el detective siente por los periodistas, aunque en esta ocasión hace una valiente excepción para caer rendido ante los encantos de la mujer con un solo ojo "verde o gris" que se le cruza en el camino: "Está usted muy solo, don".

Flor y Benito, Benito y Flor, forman una de esas extrañas parejas capaces de conmover al lector. Un dúo perdedor que engancha por su inusitada capacidad de conexión a primera vista. Flor Parodi es deslenguada, fumadora y bebedora -aunque no tanto como Bram-, dispuesta a arriesgar cuerpo y alma para desentrañar la complicada trama de una novela en ciernes que, como la vida misma, corre sola hacia el inesperado final.

El peculiar Benito Bram está en una situación delicada: básicamente sin un duro, ha tenido que ir vendiendo poco a poco su preciada colección de instrumentos para sobrevivir. Busca desesperadamente una salida y ésta parece llegarle por partida doble: una llamada inesperada y una enigmática tarjetita que alguien le dio la noche anterior en algunas de las barras de bar que frecuenta persistentemente y que lo emplaza a una cita en una céntrica cafetería de la ciudad.

Sabe el autor convertir una ciudad concreta en un territorio mítico, en un paisaje soñado

Este es el comienzo, el punto de partida, pero la trama adquiere pronto la textura de una red intrincada, el recorrido sinuoso de un laberinto expuesto a las vicisitudes de fuerzas que a Benito se le escapan por más que tire del hilo que le va mostrando su particular Ariadna.

En la cabeza de Bram resuenan los ecos del pasado, de las experiencias vividas, de personas -personajes de la anterior novela- que, como Carlota, se fueron para no volver, de otras que, como Rodolfo Amores, insisten en regresar a su vida. Pero, sobre todo, suena una particular banda sonora de inolvidables temas de jazz que acompañan al detective de la noche a la mañana: la música omnipresente en la mente del detective, también en los bares y en las fiestas, incluso en los títulos de los capítulos que adoptan el nombre de notas musicales.

Es La novela de Flor Parodi una narración de inestables equilibrios en la que el tiempo discurre rápidamente, apenas un par de días de esos que parecen durar toda una vida, en los que el tiempo se ralentiza y adquiere la consistencia viscosa de la niebla. Y la lluvia persistente, torrencial, icónica. Todo sucede tras el telón del agua, que a veces cae lenta, a veces desaforadamente, bajo las nubes grises que encapotan el cielo. Cádiz es un personaje más de la novela, la ciudad desierta por obra de las inclemencias extremas del tiempo se convierte en un escenario vivo, que respira lentamente como un animal dormido, que se encrespa y se retuerce.

Domina Rasero Balón el arte de convertir una ciudad concreta en un territorio mítico, en un paisaje soñado, presentido y a la vez tremendamente vivo. El autor introduce deliberadamente al lector en un lugar concreto de geografía reconocible poblado de personajes reconocibles también, pero, pese a puntuales alusiones que nadie fuera de la ciudad puede reconocer, es capaz de trascenderlos. En sus descripciones de la fauna urbana gaditana no hay complacencia, sí sentido del humor, ironía -"nosotros hemos visto cosas que jamás creerías. El hospital en llamas más allá en Puerta Tierra. Gatos brillar en la oscuridad de los bloques…" - y un profundo conocimiento del material con el que está trabajando.

La trama adquiere pronto la textura de una red intrincada, el trazo sinuoso de un laberinto

El autor nos invita a deambular por el lado oscuro de una ciudad que se muestra en la novela particularmente hostil, por los garitos de mala muerte que presiden inhóspitos camareros tras una barra de cinc, por las casas derruidas en las que se refugian los sin techo, por las calles que recorren los manteros que temen por su integridad física, por el piso cercano al viejo cementerio en el que una mujer vende su cuerpo y pierde la vida.

Al otro lado los poderosos, los que no se ven porque no comparten este escenario desolado con el resto de los mortales; los que siempre ganan la partida sin escatimar medios para conseguirlo, los que mueven los hilos de una singular aventura en la que Benito Bram se ve envuelto casi sin quererlo.

En La novela de Flor Parodi José Rasero Balón toma partido. Con las cartas boca arriba no se detiene en la mera aventura detectivesca, destapa sin aspavientos un panorama desolador. Benito Bram, "con su uniforme de gala, chaleco gris con botones de nácar, camisa negra y pantalones grises de tergal, y embozado en una gabardina gris", nos abre una vez más la puerta de un mundo al que pocos se atreven a asomarse. La historia se repite, los poderosos vuelven a ganar la partida y el detective sobrevive, con su música, sus copas de licor, su eterno cigarrillo, a duras penas, como la vieja ciudad en la que habita.

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