Cultura

Algo parecido a la verdad

  • Una mujer vuelve al pueblo donde ETA, años atrás, asesinó a su marido. A través de esta historia, Fernando Aramburu aborda en 'Patria' la atormentada y violenta historia reciente del País Vasco.

PATRIA. Fernando Aramburu. Tusquets. Barcelona, 2016. 648 páginas. 22,90 euros.

Hará unas semanas, reseñábamos aquí la Muerte de un hombre feliz de Giorgio Fontana, y relacionábamos su escritura con un relato de Von Rezzori, Afanjáuer, y uno de los libros más duros y escalofriantes del XX europeo: El caso Moro de Leonardo Sciacia. En todas estas obras se hacía alusión expresa al terrorismo que se abatió sobre Europa en los años 70 y 80; y en concreto, a los años de plomo que azotaron a la Italia del milagro económico. También se decía en aquel breve que, a diferencia de la literatura italiana (Camillieri, Vichi, Lucarelli), no existía en la literatura española una reflexión de orden parejo sobre el terrorismo. Esto quizá se deba a que, en España, el terrorismo ha prolongado su inicua ejecutoria hasta entrado el siglo XXI. Pero tampoco son descartables razones de otra índole; razones que Sciacia ya deploraba en 1979 (la necia y pavorosa ideología en que se sustenta el terrorismo), pero que aún hoy siguen ejerciendo su influjo entre nuestra juventud idealista y desinformada.

Hasta ahora. Han tenido que transcurrir varias décadas para encontrarnos con un libro que, a su calidad literaria, añade una escrupulosa datación de las causas que concurren en el terrorismo etarra. O para ser más precisos -para hacer justicia a esta novela de Fernando Aramburu-, un libro que ha tomado los numerosos componentes de ese orbe ideológico y social, y ha construido una obra grave, compleja, verosímil, sobre un fenómeno que excede con mucho el mero acto terrorista y cuyo título no deja lugar a dudas: Patria. En este sentido, cabe decir que la pericia de Aramburu no reside tanto en la composición de una historia (tras declararse el abandono de las armas, una viuda decide volver a su pueblo, donde ETA asesinó a su marido), cuanto en el modo en que esa historia se nos ofrece. Un modo en el que las consideraciones humanas y la presión ideológica difieren hasta el horror, y cuya consecuencia más inmediata es el aislamiento, la persecución y el exterminio de quienes se presentan como enemigos del pueblo vasco. Cabe decir también, y por el mismo motivo, que el protagonista último de Patria no es sólo ni principalmente una familia rota y acuciada, víctima de sus convecinos, sino esa entidad superior, Euskal Herria, que dirige los pasos y deforma las vidas de quienes protagonizan este ominoso drama.

El acierto de Aramburu es, pues, el de exponer la magnitud y el alcance del nacionalismo, así como la repercusión de dicha ideología en una población concreta. En declaraciones recientes, el propio Aramburu manifestaba que él también podría haber sido uno de los muchos jóvenes que se alistó en ETA. Y, en efecto, es una intolerable presión ambiental, ejercida en la calle, en el hogar, en las tabernas, en púlpitos y confesionarios, la que aquí se nos revela en su verdadera extensión y la que explica un fenómeno, en apariencia inexplicable: la deriva totalitaria y el sesgo criminal de una sociedad que ha ocluido a una parte de sus miembros en un concepto inicuo, mendaz e inculpatorio. De esto se infiere, necesariamente, que los actos que aquí se narran no tendrían la dolorosa consistencia que poseen, sin el extendido prejuicio, aún hoy vigente, por el que se fabula una patria oprimida, un Estado opresor y el idioma como alma temblorosa y núbil de la patria. Pero también se induce, en igual grado, que el terrorismo es sólo el ápice criminal de una vasta y ordenada podredumbre.

En última instancia, es este agente nocivo y proliferante -la Arcadia hollada por el invasor- el que dirige a los personajes de la novela. A todos. Ya sea a quienes circuyen y persiguen al enemigo, ya a quienes sufren la exclusión y el oprobio de sus persecutores. Aun así, repito que es el modo veraz y atormentado en que los personajes odian y callan y padecen, el que convierte a Patria, no en ponderado ensayo sobre el nacionalismo vasco, sino en una valiosa obra literaria sobre la naturaleza humana y sobre la posibilidad del perdón en una sociedad escindida medularmente por mor de un espejismo airado. Sin revelarle nada sustancial al lector, en Patria se contiene una defensa razonada y razonable del perdón. Un perdón que se basa, naturalmente, no en el estrepitoso olvido que hoy se promueve, sino en la verídica asunción de la culpa por parte de quienes infligieron un daño incalculable. De ese daño, y del modo en que cada cual asume su dolor, trata también la novela de Aramburu. En ella reverbera algo parecido a la verdad, que atañe al hombre y no al patriota. Y es lícito preguntarnos -aunque ya lo sabemos- por qué esta verdad ha tardado tanto en expresarse.

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