Ensayo sobre el Lugar Silencioso | Crítica

El váter de Peter Handke

  • Peter Handke firma un ensayo inclasificable en el que, partiendo de ciertos pasajes autobiográficos, ofrece una mirada que aspira a redescubrir la cotidianidad

El escritor austriaco y Nobel de Literatura 2019 Peter Handke (Griffen, 1942).

El escritor austriaco y Nobel de Literatura 2019 Peter Handke (Griffen, 1942). / Julien de la Rosa (Efe)

La obra del ya Premio Nobel de Literatura Peter Handke (Griffe, Austria, 1942) despierta filias y fobias. O suscita interés o provoca olímpica pereza. No hay por qué negarlo. Su forma de entender la creación literaria va pareja a la idea que el escritor tiene sobre el sujeto moderno, sobre la escisión del individuo respecto al mundo que lo circunda. Hemos leído prácticamente toda su obra narrativa, que es reflexiva y profunda, tan ensimismada como, en cierto modo, abierta y ambulante. No hay que olvidar su relación con el teatro y el cine (como es sabido colaboró con su hermano Wim Wenders en varias películas y él mismo hizo la vez de director). Tampoco hay que olvidar los años más pretéritos en los que Handke ejerció como autor mediático, abiertamente contestatario, en los círculos culturales.

Más allá de sus novelas, Handke ha sido viajero y mochilero de vieja estampa. Hemos referido ya alguna que otra vez su amor por España, por casi todos los pagos de un país que recorrió sobre todo a finales de los 80. Alianza publicó su estupendo Ayer, de camino, que recogía sus apuntes como nómada melenudo, cuya imagen debía parecerse lo mismo a la del extranjero curioso que a la del tipo algo esquinado y como autista. Más tarde, en un volumen preparado para la ocasión (el nombramiento del autor como doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá de Henares), el mismo sello recogió en un único libro las distintas aguadas que Handke dedicó a España, entre las que sobresalen su particular veneración por la sierra de Gredos o su cariño por Soria (incluido el Numancia C.D., su club de fútbol).

Ficción aparte, Handke es también autor de una peculiarísima serie de ensayos breves, tan reflexivos como peregrinos, pero que son a la postre el reflejo, la traducción estética y en parte filosófica de sus cuitas personales. Antes de este Ensayo sobre el Lugar Silencioso (2012) había escrito otras piezas breves sobre el cansancio (1989), el jukebox (1990) y el día logrado (1991). La última entrega de la serie fue su Ensayo sobre el loco de las setas (2013). Los textos escritos sobre el jukebox y el cansancio fueron concebidos y escritos durante la época en la que el austriaco errante recorría España.

El ensayo al que aquí aludimos no es tan escatológico como podría deducirse. En lengua alemana, la expresión en letra mayúscula Lugar Silencioso hace referencia en tono irónico y eufemístico al váter, al trono sobre el que reinamos todos los monarcas del mundo civilizado. Por eso el presente título hace referencia con letra mayúscula al excusado, para distinguirlo de otros lugares silenciosos que en algún que otro momento atrajeron la atención del autor.

Portada del libro Portada del libro

Portada del libro / D. S.

Nacido en Carintia, al sur de Austria y cerca de la frontera con Eslovenia (su madre fue eslovena y el influjo materno revirtió en las opiniones que Handke adoptaría respecto a la guerra de los Balcanes en los 90), se nos habla aquí de otros lugares silenciosos –en minúscula– que formaron parte del paisaje, de los habitáculos de la memoria. Entre ellos los de aquella Carintia de labriegos: puestos de leche junto a las carreteras rurales, heniles, cabañas de madera que se alzaban sobre los campos de labranza. Con el tiempo, todos estos lugares silenciosos darán pie a una serie de narraciones fragmentarias que conforman como un cuaderno de viaje por el mundo.

El Lugar Silencioso es, como hemos dicho, el cuarto de baño. Para Handke primero fue como un lugar de asilo, de preservación, de aislamiento voluntario respecto al mundo exterior. Evoca el autor aquella estancia silenciosa en el internado de su infancia, o el baño de la facultad donde solía pernoctar y lavarse el pelo. También evoca los retretes de las estaciones de tren en la Austria profunda, a los que seguirán otros muchos Lugares Silenciosos. Handke escribe felizmente sobre uno en particular: el baño del templo de Mara, en Japón, que le lleva a recordar lo que Tanizaki decía en Elogio de la sombra acerca de la armónica belleza con la que estaban concebidos los cuartos de baño en los templos nipones.

Ensayo sobre el Lugar Silencioso viene a ser, como el resto de la serie, un texto ciertamente inclasificable. Cada uno de los ensayos da lumbre a la recordación, a ciertos pasajes autobiográficos y, en suma, a una mirada que redescubre la cotidianidad a través de sus vetas más insospechadas. Habrá a quien le parezcan estas divagaciones una rareza intragable. Pero a otros muchos nos gusta que alguien nos invite a descubrir la rareza de la que formamos parte integral (lo sepamos o no).

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