Sor Juana Inés de la Cruz | Crítica

Dos mujeres extraordinarias

  • Renacimiento recupera la hermosa semblanza que Clara Campoamor dedicó a sor Juana Inés de la Cruz, cumbre del Barroco novohispano y precursora de la emancipación femenina

Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, 1972).

Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, 1972).

Pasando por alto los precedentes de la Antigüedad clásica, poetas inaugurales como la inmortal Safo de Lesbos o figuras míticas y personajes literarios como los que comparecen en la obra de los grandes trágicos y también en las comedias, puede afirmarse que el linaje de las "mujeres sabias" nació, como estirpe autoconsciente, en la Baja Edad Media y que lo hizo de la mano de Christine de Pizan, la lúcida autora de La ciudad de las damas, que hacia los mismos umbrales del Renacimiento reivindicó de manera ingeniosa y explícita la capacidad intelectual de la mitad de la humanidad sometida a la preeminencia de los varones. Entre ella y las bravas pioneras del feminismo en los inicios de la edad contemporánea, Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft o Flora Tristán, es decir a todo lo largo de la edad moderna, encontramos unos pocos nombres que en el caso de doña Juana de Asbaje y Ramírez de Cantillana (1648-1695), más conocida como sor Juana Inés de la Cruz o también, ya en su tiempo, como la Décima Musa, encarnaron una clara continuidad respecto a sus escasas predecesoras y prefiguraron la moderna formulación de los derechos de la mujer, sin demérito de las otras razones por las que han pasado a la Historia. Y estas, tratándose de la monja novohispana, tienen que ver con una obra literaria que la sitúa, junto a Juan Ruiz de Alarcón o Carlos de Sigüenza y Góngora, como uno de los máximos exponentes del Barroco en el territorio de lo que sería México.

Sor Juana sigue siendo una figura fascinante, muy reivindicada en las últimas décadas

Nacida en Puebla, la misma ciudad "de los ángeles" en la que murió Gutierre de Cetina y vería la luz su mencionado paisano Ruiz de Alarcón, sor Juana sigue siendo una figura fascinante, muy reivindicada en las últimas décadas después de una larga desatención en los tiempos posteriores a la independencia de la nación americana. Y la historia de su recepción en el siglo XX tiene en la hermosa biografía que le dedicó Clara Campoamor, publicada por Losada en Buenos Aires, 1944, durante el exilio argentino de la sufragista madrileña, un hito que no se refiere tanto a lo que aportara de novedoso como a la delicadeza del retrato y a la profunda empatía con que reflejó el itinerario de la biografiada. Recordamos haberla leído hace mucho en la reedición de Júcar, 1983, en la popular colección Los Poetas, seguida de una antología de poemas escogidos por Julio Llamazares. Casi cuarenta años después, la biografía vuelve a estar disponible en la Biblioteca Clara Campoamor de Renacimiento, que incluye entre otros títulos el imprescindible La revolución española vista por una republicana, uno de los grandes libros de memorias publicados durante la Guerra Civil, cuyo editor, Luis Español Bouché, se ha ocupado de prologar esta obra con la que se rinde homenaje a dos mujeres extraordinarias.

La biografía puede leerse como un diálogo, lleno de gratas o infelices complicidades

Clara, sencilla y honesta, la biografía de Campoamor ofrece un recorrido emocionante que como señala el prologuista contiene algunos errores y ha sido lógicamente superado, por las obras de filólogos como Méndez Plancarte, el ya clásico e iluminador ensayo de Octavio Paz o las investigaciones de Antonio Alatorre, entre otras muchas contribuciones relevantes. Pero no estamos ante un ensayo erudito, sino de bien concebida divulgación, que ofrece el aliciente de mostrar como en un espejo indirecto –"Clara a la luz de Juana", en las expresivas palabras de Español Bouché– una suerte de autorretrato a través del que accedemos al "universo mental" de la propia Campoamor. La lectura de la biógrafa, en efecto, está condicionada por su acertada consideración de la religiosa como una precursora de la emancipación –lo que se aprecia no sólo en las famosas e impagables redondillas de "Hombres necios que acusáis...", sino asimismo en ensayos epistolares como la 'Respuesta a sor Filotea'– y acaso también por lo que en ambas puede traslucirse de una cierta sensibilidad homoerótica. La elección del claustro, "amigo en el siglo de las luces, burbujeante manantial de ellas", no sería por ello una barrera insuperable a la hora de relacionar a la monja jerónima con la activista republicana, dos mujeres de formación autodidacta que mostraron siempre una ferviente inclinación por el estudio. En tanto que escrita desde la devoción, desde una mirada compasiva y apasionada, la biografía puede ser leída como un imposible diálogo, lleno de gratas o infelices complicidades.

Sor Juana retratada por Miguel Cabrera, c. 1750 (Museo Nacional de Historia de México). Sor Juana retratada por Miguel Cabrera, c. 1750 (Museo Nacional de Historia de México).

Sor Juana retratada por Miguel Cabrera, c. 1750 (Museo Nacional de Historia de México).

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios