La cosmovisión de los grandes científicos de la Ilustración | Crítica

La verdad compleja

  • Tecnos publica esta obra coral, dirigida por Juan Arana, donde se retrata, contra la imagen que promovió el Romanticismo, el pormenor vital y religioso de los grandes científicos del siglo ilustrado

El sacerdote, naturalista y matemático José Celestino Mutis (Cádiz, 1732-Bogotá, 1808)

El sacerdote, naturalista y matemático José Celestino Mutis (Cádiz, 1732-Bogotá, 1808)

Una visión romántica de la Ilustración nos lleva a pensar en las Lumières como contrarias a las sombras, cuyo dominio desplazaron, según expresiva imagen de Diderot. Las luces serían, naturalmente, las luces de la razón; mientras que la sombra sería la sombra teológica, el orbe medieval que todavía esparcía su oscuridad sobre los hombres. Esta oposición entre razón y fe, sin embargo, solo tuvo lugar de modo marginal; siendo lo cierto una convivencia natural, menos conflictiva, entre ambos dominios. Este volumen, dirigido por el profesor Juan Arana, viene a recordar esta verdad elemental, que sucede sobre un fondo de reordenación de los saberes, que afectó a la totalidad del cosmos, y en consecuencia, a la propia concepción de la divinidad y su alcance.

Llegado el siglo de las Luces, la ciencia no se hará contra la teología, sino sobre un sustrato cultural que incluía religioso

En tal sentido, es conocida la sospecha de Leibnitz sobre Newton, a quien tenía por puritano al postular una fuerza incorpórea, vale decir, metafísica, como la gravedad. Llegado el siglo de las Luces, la ciencia no se hará, pues, contra la teología, sino sobre un sustrato cultural que incluía religioso, y en el que obrará, necesariamente, el científico. Esto se prueba con facilidad en los dos sabios españoles aquí incluidos: el sacerdote y naturalista Celestino Mutis, cuya excepcional ejecutoria viene glosada por María Caballero; y también el caso del navegante y matemático Jorge Juan, caballero de la Orden de Malta, cuya semblanza y estudio es obra de Francisco José Soler Gil. Idéntico escrutinio se aplica a otros de los más destacados científicos de aquella hora, desde D'Alembert a Herschel, La Condamine, Lavoisier, Euler, Franklin, Humboldt, Watt, Buffon, Goethe, Linneo y tantos otros. Un escrutinio que alcanza, no solo a sus logros “académicos”, sino que abunda en el detalle biográfico y religioso de cada cual, como forma de explicar, más acertadamente, la estructura íntima del siglo.

Lo que se sustancia, al cabo, en esta obra coral, es un desplazamiento de lo religioso hacia el ámbito de la intimidad humana, cuya exigencia ya venía implícita en Beccaria y su crucial distinción entre delito y pecado. Tamaña reformulación del mundo contemporáneo, en la que participaron la razón y la fe, en sus distintas manifestaciones (incluido, claro, el ateísmo) es la que se recoge, admirablemente, en esta silva de hombres extraordinarios.

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