Tenis | Abierto de Australia

Rafael Nadal, el mejor de la historia

Departamento de Infografía

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Lanzó la raqueta al aire y cubrió con sus manos un rostro que empezaba a humedecerse de emoción. No pudo contener las lágrimas. Después de cinco horas y veinticinco minutos sobre una pista todo da lo mismo. Sobre todo si sales vencedor, eres Rafael Nadal y te conviertes en el mejor de la historia.

No tenía pinta de que el momento vivido en la pista Rod Laver Arena del Melbourne Park fuera el del mejor deportista español de todos los tiempos. Enfrente apuntaba un jugador que emerge como un cohete. El ruso Daniil Medvedev, llamado claramente a heredar el despotismo deportivo impuesto uno por uno por Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal.

El moscovita de 25 años y 198 centímetros, aparentemente desgarbado y con poca pinta de jugador por su tenis heterodoxo, ya privó meses antes a Djokovic de hacer historia en Nueva York y apartó al serbio de completar el Grand Slam y elevar sus trofeos grandes a veintiuno, la cifra que ha alcanzado este domingo Nadal.

Aceleraba el ruso y no podía Nadal, que siempre creyó, que nunca se rinde y que siempre vuelve. Poco a poco creció. Dio la vuelta a la situación y completó una remontada histórica, sin precedentes, eterna.

Un triunfo que cuenta con un valor añadido, ilimitado, para el jugador de Manacor y para el deporte español. Rafael Nadal, a sus 35 años, es único. El nuevo éxito en el Melbourne Park, el segundo de su carrera en el Grand Slam australiano, eleva a veintiuno el número de 'grandes' en su palmarés. Uno más que Roger Federer, uno más que Novak Djokovic.

Nada hacía pensar en que la irrupción en 2022 iba a devolver al zurdo español a la cima, por esas alturas que no hace mucho formaban parte de su rutina y que en los últimos tiempos ha transitado con menor frecuencia. Pero siempre con presencia.

Nadal, el tercer jugador de la historia en ganar un título en Australia con más de 35 años, junto al australiano Ken Rosewall, que lo hizo dos veces (1971 y 1972), y Roger Federer (2018), está en lo más alto. Su segundo Abierto en Melbourne junto el que conquistó en 2009 y después de otros cuatro intentos fallidos (2012, 2014, 2017 y 2019), se unen a los trece Roland Garros, cuatro Abiertos de Estados Unidos y dos Wimbledon que conforman su currículum.

El cuarto triunfo ante Daniil Medvedev en cinco enfrentamientos alarga la consolidación del conocido como ‘Big Three’ y dilata el asentamiento en la cima de la 'Next Gen'.

Es el ruso el alumno aventajado de la talentosa camada que apunta a la herencia de la terna mágica que ha dominado este deporte. Amenaza la hegemonía más reciente que ha instaurado la dupla que forman el español y el serbio, que han logrado trece de los quince últimos Grand Slam. Desde Roland Garros 2018, Djokovic ha sumado ocho y Nadal cinco. Los otros dos han sido para el austríaco Dominik Thiem, fuera de circulación desde hace meses por lesión, y el propio Medvedev.

Erigido trofeo en mano en el cuarto jugador de la historia en conseguir, al menos, dos títulos de cada uno de los Grand Slam junto a Roy Emerson y Rod Laver, y en el único además de Djokovic en la Era Open, Nadal completó ese “pequeño milagro” del que habló tras situarse en la final después de batir en cuatro sets al italiano Matteo Berrettini.

El español tardó 476 días en regresar a una final de un ‘major’. Desde que consiguió su último Roland Garros, en 2019.

Tiene el balear la virtud de reconstruirse cada vez decae. Arrinconado por las lesiones en numerosas ocasiones, con el ocaso natural en el horizonte, Rafael Nadal renació otra vez para adaptarse a los nuevos tiempos y estar a la altura de las exigencias. Para responder a su reputación y a las expectativas de sus fieles.

No las tenía nada consigo el jugador español cuando llegó a finales del pasado año a Melbourne para reactivar su carrera, para iniciar una nueva temporada. Fue 2021 un año para olvidar. Aún sometido el circuito a los condicionantes de la COVID-19, Nadal resumió su temporada con los únicos triunfos bajo el brazo del torneo de Barcelona, el Masters 1.000 de Roma y un puñado de contratiempos a su espalda.

Incluso Roland Garros le fue esquivo, superado en las semifinales de París por Novak Djokovic. El español, lastrado físicamente, se borró de Wimbledon y también de los Juegos Olímpicos de Tokio.

Recordó el número cinco del mundo la existencia del síndrome de Muller-Weiss que lastra desde hace lustros a su pie izquierdo. Una dolencia sin cura que acompaña el recorrido del jugador casi desde sus inicios, crónica, sin remedio, que condiciona su desempeño.

Intentó el regreso a las pistas al principio de agosto, en el torneo de Washington, donde no sobrepasó los octavos de final superado por el sudafricano Lloyd Harris. Cinco días después, tuvo que darse de baja del Masters 1.000 de Toronto. A continuación echó el cierre a la temporada. La lesión echó por tierra sus planes en el Abierto de Estados Unidos y en las Finales ATP.

Borrón y cuenta nueva. Más de cinco meses tardó Nadal en volver a la acción. Regresó a una pista en diciembre, como parte del cartel de la exhibición de Abu Dabi, donde perdió sus dos partidos. Contra el británico Andy Murray y frente el canadiense Denis Shapovalov, al que venció días atrás, en los cuartos de final de este Abierto de Australia.

De los Emiratos Árabes se marchó con dos derrotas, buenas sensaciones y un positivo por COVID que le tuvo aislado, al margen de la competición y de la práctica. Un nuevo parón que atrasó su viaje a Australia para emprender la puesta en marcha hacia el Abierto.

Viajó a Melbourne el antepenúltimo día de 2021 y comenzó la preparación. Ganó el torneo disputado en el Melbourne Park, el primero del nuevo año, y enfiló la participación en el Abierto de Australia que acaba de reconquistar.

No hace planes de futuro el manacorí, aleccionado por los vaivenes de su físico, la exigencia de la temporada y, ahora, la situación sanitaria. Vive al día, auxiliado por la experiencia, aferrado a su potencial y feliz por los éxitos que ya logró y por los que vengan sin pensarlo.

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