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Enésimo desafío a la dinastía51ª SUPER BOWL

  • Atlanta Falcons, el mejor ataque de la NFL, amenaza a New England Patriots y el camino hacia la eternidad del legendario Tom Brady

No es la final con más hype de la historia de la NFL. A todo el público de a pie que, con más o menos curiosidad, se acerca al fútbol americano en madrugadas como la de hoy, el nombre de los New England Patriots y el de Tom Brady al menos les suena. No tanto el de los Atlanta Falcons, un equipo que en su historia sólo ha jugado una Super Bowl y fue en 1999. Pero, y a riesgo de caer en la perogrullada, la edición 51 del choque más espectacular del deporte estadounidense es un partidazo con mayúsculas. Por ver está si el mejor ataque de la Liga, el más completo y el que más soluciones tiene, es capaz de ganarle la partida a los corsarios de este juego. Y es que si un equipo nunca es favorito, ya sea porque no destaca en nada pero todo lo hace bien, ése son los Pats. Todo porque tienen a los más listos de la clase, a Brady y a Bill Belichick, el entrenador con pinta de arisco veterano del Vietnam que lleva más Super Bowl a sus espaldas que nadie. Por eso se las sabe todas y se las ingeniará para detener a la máquina de primeros downs que es el equipo de Quinn y Shanahan (0:30 horas).

El ADN es un concepto que se acuña en el deporte europeo y en los programas formativos de las universidades americanas para designar la identidad cultural que define a los equipos. Sin embargo, es una expresión que casi carece de valor en lo que concierne al profesionalismo de sus grandes ligas, donde el culto al dólar y las ventoleras de los propietarios de las franquicias suelen marcar el devenir de una temporada.

Como en toda regla, hay excepciones. En el caso del football el ejemplo es la historia reciente de los New England Patriots, una entidad que en el siglo XXI lleva la victoria en el rizoma después de haber depositado una confianza ciega en las estructuras mentales del comandante en jefe Bill Belichick y en el brazo ejecutor de Tom Brady, un muchacho que antes de llegar a la crisis de los 40 quiere sumar su quinto Trofeo Vince Lombardi, el que más tendría. Sin la simbiosis que conforma el tándem Belichick-Brady no se explicarían las cuatro Super Bowls y el asalto a la quinta que perpetrarán esta noche en la que es la séptima final de ambos desde que irrumpieran en el año 2000. Para los no iniciados en este deporte habría que explicar que los actuales Patriotas son algo así como la combinación de unir las virtudes de Barça y Madrid en un equipo cuyo lema parece ser el de "nacidos para triunfar". Poco se puede decir en su contra, más allá de que en el fondo son humanos y el riesgo que entraña una final. Tampoco harían mal en subestimar las capacidades de un rival cuyos números de esta temporada asustan. Los Patriots se agarrarán a su experiencia, a la mejor defensa del campeonato y a una ofensiva con infinitas variantes, en la que parece un milagro no echar de menos a un jugador como Gronkowski, lesionado. Así, a Brady tendrán que acompañarle la intuición de sus escurridizos receptores Edelman, Amendola y Hogan, la percusión constante en el juego terrestre de Develin y Blount, una hormiguita del yarda a yarda, o el resucitado Martellus Bennett.

Luego está Atlanta, que llega con las credenciales suficientes como para sentirse favorito. En cualquier año y en cualquier circunstancia, el equipo de Dan Quinn sería el claro, único e indiscutible cabeza de cartel para campeonar. Pero no es así porque delante están los Pats. A los Falcons no les vale esa condición de favoritos pese a contar con el quarterback con más porcentaje de pases completados, yardas por aire y líder en otros muchos parámetros estadísticos. Matt Ryan ejecuta quirúrgicamente un ataque letal, robótico, engranado como el más caro de los Porsches. Es la extensión en el campo del coordinador ofensivo Kyle Shanahan, hombre por el que se pelea media NFL y que tras la final de hoy pondrá rumbo a San Francisco para recuperar a los destrozados 49ers. Ryan tiene a su disposición a un amplio ramillete de receptores en el que el predilecto es Julio Jones, pero si Belichick y Matt Patricia (coordinador defensivo de los Pats) se empeñan en marcarle, a Matty Ice le quedan Taylor Gabriel, Mohamed Sanu o Justin Hardy. Si alguno de esos falla, cosa que será rara, todavía se guardan no a uno, sino a dos corredores igual de efectivos y peligrosos. Son Devonta Freeman y Tevin Coleman, que encima el maquiavélico playbook de Shanahan puede convertir en receptores improvisados. Pero es que la máquina de mover cadenas que es Atlanta se ha completado en play offs con una defensa mejorada, con la veteranía de Freeney, la osadía de Deion Jones o el papel fundamental que jugará Vic Beasley, el mayor sackeador de la Liga, en la presión a Tom Brady. Cuanto más incómodo lance el californiano, más sufrirá New England.

Pero no se preocupen. Belichick ya habrá buscado el plan que hunda los sueños georgianos. Por eso habrá partido. Bueno, partidazo.

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