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España se deja el alma dormida

  • La pareja compuesta por Feliciano y Verdasco vive una jornada de pesadilla ante Francia, que revive en la semifinal aferrada al talento feroz de Tsonga

El vendaval cambió de dirección. El Coso de los Califas llegó a enmudecer por momentos ante la visión de un espectáculo inesperado, una lección de tenis cuyos protagonistas vestían de azul y no de rojo. Fue una fiesta extraña, que dejó al público con una mezcla de ilusión y desazón. A España le correspondió ayer el papel de sufridor en una tarde de redención para Francia, que con un magnífico partido de dobles rescató el orgullo mancillado en la primera jornada de la semifinal y, con él, una razonable expectativa para encarar la sesión dominical. Que será, definitivamente, decisiva para determinar la identidad de uno de los finalistas de la Copa Davis. La pareja francesa formada por Jo-Wilfried Tsonga y Michael Llodra arrolló a los españoles Feliciano López y Fernando Verdasco en tres rápidos sets (6-1, 6-2, 6-0), reduciendo así a 2-1 la desventaja de su país. Podía entrar en los cálculos un triunfo francés, aunque el modo en que se produjo resultó impactante. Un mazazo.

El desastre español de ayer conduce al escenario de hoy, dibujado con los trazos de la máxima exigencia y el aroma de las hazañas sobrevolando los tendidos de la plaza de toros. Francia necesita ganar dos veces, una heroicidad para la que reclutará casi con total seguridad a un Tsonga crecido por su exhibición en los dobles. Hasta una hora antes del partido puede Forget realizar modificaciones, pero nadie duda de que el tenista de Le Mans será en el mire cara a cara a Nadal bajo el sol del mediodía cordobés. Esto está que arde. Albert Costa no tiene dudas: el balear y Ferrer vuelven a la arena para terminar la misión.

La amenaza española de liquidación de la serie por la vía rápida, una posibilidad que se manejaba con poderosas razones después de los dos primeros duelos individuales, la espantó Francia agarrándose a la portentosa figura de Tsonga. Su aparición fue providencial para los suyos. Imperial en los saques directos, intimidador en sus subidas a la red, carismático para enganchar emocionalmente a los decepcionados seguidores bleus... Y, sobre todo, inspirado. Imparable, en suma. Tsonga salió al albero con furia, como un perro enjaulado. Tenía hambre atrasada y mordió desde el primer instante. Lanzó un misil en el saque para abrir boca y el público contuvo la respiración. Todo el mundo se dio cuenta de que los franceses iban, ayer, en serio. Muy en serio. Ya había advertido en las vísperas el capitán galo, Guy Forget, sobre la actitud de su dúo: "Vamos con ánimo de revancha". La tuvieron y bien ganada. Fue un festín galo. A España se la comieron cruda. Apenas una hora y 39 minutos duró el banquete, en el que los españoles solamente lograron asegurar cuatro de sus servicios. Al festival de derechazos de Tsonga se unió la experiencia de Llodra, poco menos que una leyenda en la especialidad -tiene 20 títulos de dobles en su expediente-, que ofreció consistencia y detalles técnicos de gran vistosidad. Fue una combinación explosiva.

Feli y Fer entendieron demasiado pronto que la derrota era un hecho inapelable y que sólo quedaba tomar una decisión sobre el aspecto que tendría: adecentarla un poco o dejarse ir. Y ni siquiera ahí se pudo hacer nada al respecto. Todo lo marcó Francia, que pasó por encima de su adversario de una manera avasalladora. Tal y como ocurrió, aunque a la inversa, el día anterior.

La puesta en escena fue intimidante. Un punto de saque directo de Tsonga resultó más que una declaración de intenciones. Con el coloso galo al servicio, el camino de la victoria empezó a labrarse a machetazos. Era el tercer partido que jugaban juntos, pero parecía que lo habían hecho toda la vida. Cuando Francia logró la ruptura en el segundo juego, las deficiencias de los españoles quedaron al desnudo. Verdasco hacía lo que podía ante el evidente desconcierto de Feliciano, que parecía no estar allí. La comodidad con la que los franceses se apuntaron el primer set fue desarmante. Feliciano maquilló el feo aspecto del resultado con el único juego del set (6-1).

Los vítores del público se acentuaron en la reanudación. Hacía falta reconducir la conexión, pero desafortunadamente para España el juego no acompañó a los deseos y la colección de pifias fue aumento. Una doble falta de Feliciano dejó al dúo francés con tres bolas de break y otro juego más en blanco. Verdasco puntuó de modo angustioso en su servicio, pero Tsonga replicó de modo contundente con otro break que dejó las cosas con 6-2. A esas alturas del partido la ilusión de los espectadores con una remontada quedaba reducida al mínimo. Albert Costa asistía al episodio con gesto de resignación, al igual que Nadal y Ferrer, a los que les tocará hoy la tarea de reconducir la eliminatoria hacia un desenlace feliz.

En el último set, ni siquiera la suerte concedió a los españoles alguna opción de asustar a los franceses, dueños absolutos de la situación. Verdasco y Feliciano ya habían dimitido. Los minutos corrían entre los gritos de ánimo de los aficionados, más por razones de misericordia y como calentamiento para el porvenir que se avecina, y las miradas al reloj. Con el 5-0, Francia aseguró su rosquito con un saque directo de Llodra.

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