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Hierro y su nueva vida

Hierro se dirige a Nacho ante Marco Asensio y Thiago.

Hierro se dirige a Nacho ante Marco Asensio y Thiago. / javier etxezarreta / efe

Fue el miércoles de la pasada semana cuando la vida cambió radicalmente para Fernando Hierro, el ahora seleccionador español. Pasó del traje al chándal, de la relajación a la responsabilidad, el inicio de una etapa tan incierta como estimulante.

Parecía un día más para Hierro en la mañana del 13 de junio, dos días antes del debut español en el Mundial ante Portugal. En realidad, ya se había acostado la noche anterior con desasosiego porque en la concentración española ya se comenzaba a rumorear la posibilidad de la destitución de Julen Lopetegui tras llegar éste a un compromiso con el Real Madrid. A los futbolistas, que lo supieron antes que el nuevo presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, nunca les molestó este hecho.

La decisión estaba sólo en manos de Rubiales. O en su cabeza, más concretamente. A Hierro sólo le llegaban los rumores, pero ni siquiera entonces tenía la sensación -o la ilusión- de ser el siguiente seleccionador.

Rubiales anunció públicamente el despido de Lopetegui a la mañana siguiente después de reunirse con los capitanes -Sergio Ramos, Pepe Reina, Gerard Piqué y Andrés Iniesta- y de comunicárselo al propio Hierro, entonces enlace federativo entre jugadores y dirigentes. Y fue dos horas después cuando le pidió que fuese el nuevo comandante del barco español en el Mundial. Dijo "sí" sin pestañear.

Adiós a su antigua vida sin sobresaltos, hola a una nueva etapa llena de exigencia, en el centro de los focos, expuesto a esas críticas que tanto le disgustan. Es un nuevo Hierro. También en lo personal, inevitablemente más inquieto. "Algo ha cambiado, lógicamente. Se le nota la responsabilidad. No es tanto la tensión o los nervios, sino la responsabilidad", afirma un alto cargo de la Federación. "También duerme menos, mucho menos", añade.

Férreo defensa en su época de jugador, Hierro debe trabajar a contrarreloj, con muy poco tiempo para estudiar a unos rivales sobre los que Lopetegui tenía tomos de informes y libros, producto de un estudio casi enfermizo. Desde que se despidió de él, con afecto, el nuevo seleccionador no volvió a llamar al antiguo, ya fuera para pedir consejo, ayuda u otra cosa.

Lo primero que hizo desde su nuevo cargo fue hablar con los futbolistas, intentar ganar su afecto. Se encontró con un grupo predispuesto para ayudar, por más que la mayoría no entendiera la decisión de echar a Lopetegui.

A los futbolistas les gustó su discurso y su decisión inicial de mantener las bases del anterior entrenador. Al menos eso fue lo que les expuso en privado.

Hierro no oculta su preocupación y su poderoso deseo de estar a la altura de un cargo como el de seleccionador, algo que ni siquiera imaginaba hasta hace dos semanas. Entonces, se trataba de un hombre con apenas un año de experiencia en los banquillos, y en el Oviedo de la segunda categoría del fútbol español.

Extrañó que el miércoles, tras ganar 1-0 a Irán con apuros, respondiera así en rueda de prensa a una simple pregunta táctica y sin aparente doble intención: "Ahora tenemos que acostumbrarnos a que yo soy el seleccionador".

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