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Klopp abre más su sonrisa

  • El peculiar entrenador alemán, acostumbrado a coleccionar sinsabores, cambia la historia del fútbol inglés y recoloca al Liverpool entre los grandes

Los jugadores del Liverpool celebran la victoria con sus jugadores

Los jugadores del Liverpool celebran la victoria con sus jugadores / Efe

Es la permanente sonrisa uno de los rasgos característicos de la personalidad del alemán Jürgen Klopp, erigido en el responsable máximo de la reconquista europea del Liverpool, coronado en Madrid como el nuevo rey de la Liga de Campeones. Para unos es simplemente una pose; para otros una mueca natural; para muchos una seña de identidad. En cualquier caso, Klopp ya ha cargado de razones su habitual y popular semblante.

El alemán respiró. El técnico de Stuttgart de 51 años se dejó en el vestuario visitante del Wanda Metropolitano la fama de gafe que arrastraba en los últimos años. Una fea reputación ganada a base de derrotas. Un aspecto de perdedor del que no podía deshacerse a pesar de su sonrisa. "Me siento aliviado", reconoció minutos después de elevar al cielo la orejona, la sexta en la historia del club red.

Horas antes, en la víspera de la final, el alemán, considerado un héroe en Maguncia, donde comenzó todo, y un ídolo en Dortmund, donde se consolidó, se resistía a asumir a su alrededor el mito del fracaso. No podía entender Klopp que alguien que convive permanentemente en la élite cohabite siempre, por el contrario, con tan dudoso prestigio.

Jürgen Klopp se deshizo del lastre una vez ganado su primer gran trofeo con el Liverpool. Arrastraba las secuelas de las derrotas en la Copa de la Liga inglesa, en 2006, contra el Manchester City, en la Liga Europa 2006, contra el Sevilla en Basilea y la final de la Liga de Campeones del pasado año, frente el Real Madrid en Kiev. Además, la Premier subrayó su condición de segundón. No llegó a tiempo para ganar el título. A pesar de sumar 97 puntos fue superado por el City.

Llevaba desde 2012 estancado en la orilla. Siete temporadas seguidas, a excepción de 2007, en finales... perdidas. Antes de arribar en Inglaterra perdió otras tres con el Borussia Dortmund. Dos en la Copa de Alemania, ante el Wolfsburgo en la 2014-15 y en la de un año después frente el Bayern Múnich y en la Liga de Campeones de 2013, también contra el conjunto bávaro. Fuera del recuerdo parecieron quedar las dos Bundesligas conquistadas y la Copa lograda en la 2011-12.

Pero los sinsabores recientes, especialmente con el Liverpool empezaron a fraguar esa fama de perdedor. Ahora, el quinto técnico alemán que gana el máximo trofeo continental tras Dettmar Cramer, Udo Lattek, Ottmar Hitzfeld y Jupp Heynckes, que lo hizo con el Real Madrid y con el que comparte la peculiaridad de haberlo logrado con un conjunto no germano, ha vuelto a poner al Liverpool entre los altares de los campeones.

El conjunto de Anfield, dominador del fútbol continental entre la década de los 70 y los 80 cuando ganó cuatro de los cinco trofeos de los que presumía antes de llegar a Madrid (76-77 Borussia Monchenglabach; 77-78 Club Brujas; 80-81 Real Madrid y 83-84, contra el Roma) se estancó después.

Primero, tras la tragedia del estadio Heysel, donde las avalanchas de la grada provocaron la muerte de 39 aficionados, la mayoría seguidores de la Juventus, que fue el campeón. El drama conllevó una sanción de la UEFA al fútbol inglés, entonces dominador absoluto en el Viejo Continente, que se quedó fuera de los torneos. Tardó en recuperarse Inglaterra, que de candidato pasó a comparsa hasta la irrupción en la Premier de multimillonarios, de inversores extranjeros que potenciaron otra vez las entidades de las islas. La Premier regresó a la élite. Fueron los tiempos del Chelsea, del Manchester United, del Manchester City.... también del Arsenal.

Sin embargo, el Liverpool, el club más laureado de su fútbol, se rezagó. Su última gran noticia fue en la temporada 2004-05 cuando conquistó, de la mano de Rafael Benítez su quinta corona europea en la inolvidable final contra el Milan, resuelta en los penaltis.

Tuvo que llegar Jürgen Klopp. Ese hombre peculiar. Resguardado tras sus características gafas, un rubio revuelto y su permanente sonrisa. No cuelga su chándal Klopp, el uniforme de faena con el que se maneja en la banda. Igual que Mauricio Sarri. El italiano triunfó también así, días antes, en la final de la Liga Europa.

Klopp llegó y devolvió al Liverpool a Europa. Cayó con el Sevilla, en Basilea, en su primer año en el banquillo red. Pero dos temporadas después fue mayor la apuesta. Final de Champions en Kiev, ganada por el Real Madrid. Y después la del Wanda Metropolitano, saldada con el éxito.

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