Las Palmas y Tenerife empataron en un clásico insular que se ajustó a las expectativas de emoción y pugna enconada, y que se resolvió con goles en su recta final, en especial, el del local Márquez porque llegó en el último suspiro.

El dominio de la situación en la primera mitad correspondió siempre al conjunto local, aunque alguna acometida aislada de su oponente añadió alternativas al juego. Los futbolistas, motivados por el excelente ambiente que se vivía en el estadio, notaron la presión y apenas pudieron ejercitar su labor.

La catarata de acometidas la cerró Manolo Martínez con un fuerte remate de cabeza alto. Todo esto, antes del minuto 20. A partir de ese instante, se produjo un bajón general que deparó combinaciones inacabadas carentes de peligro. Nadie pisó las áreas.

En el minuto 40, Samuel vio la segunda cartulina amarilla y provocó las airadas protestas de la afición local, que censuró que el colegiado Gallo Moreno no hubiese seguido ese protocolo con Manolo Martínez, quien también pudo haber sido expulsado por idéntico motivo.

En la segunda mitad se notó que el Tenerife jugaba con uno más, ya que acaparó la posesión del esférico y asedió el área de Santamaría. Le faltó precisión y pujanza para culminar sus acciones, pues casi todas finalizaban en los pies de los defensas contrarios.

Cuando se jugaban los últimos minutos, apareció Nino, quien forzó un córner. De ese saque de esquina nació el gol del grancanario Pablo Sicilia, que alojó la pelota en la red con un testarazo perfecto ante el que nada pudo hacer Santamaría.

Parecía todo decidido y, con los seguidores tinerfeños celebrando el triunfo, Christian Fernández sirvió un preciso centro a Marcos Márquez, quien cabeceó a placer y provocó el delirio de la hinchada amarilla.