Tenis l Abierto de Australia

Nadal rompe otra barrera

  • El mallorquín se convierte en el primer español en conquistar el torneo de Melbourne · Al número uno del mundo sólo le falta el Abierto de EEUU para tener los cuatro 'grandes'

Rafa Nadal impidió que Roger Federer igualara el mítico récord de 14 títulos del Grand Slam de Pete Sampras al derrotarlo, una vez más, en otro vibrante partido en la final del Abierto de tenis de Australia, conquistado por un jugador español por primera vez. El número uno del mundo se impuso por 7-5, 3-6, 7-6 (7-3), 3-6 y 6-2 en un duelo que recordó al que disputaron en julio en Wimbledon, considerada por muchos como el mejor partido de la historia.

Nadal y Federer pelearon sobre la cancha del Rod Laver Arena durante cuatro horas y 23 minutos de enorme tensión. El balear se jugaba su primer título en Australia; el helvético, entrar en la leyenda, pero, al final, la moneda, como viene siendo habitual cayó del lado del manacorí. Una vez más, Nadal pudo con Federer. El español se ha impuesto en las últimas cinco finales que han disputado, y de las 19 veces en las que se enfrentaron ha salido victorioso en 13.

No es fácil jugar contra la historia, pero aún lo es menos si enfrente se tiene a Nadal. El manacorí demostró por qué ocupa la posición que ocupa en el ránking mundial y se adjudicó su sexto título del Grand Slam. Desde el estadounidense Andre Agassi, nadie había ganado grandes torneos en tres superficies diferentes.

A las 19:50 de Melbourne, con una temperatura de 28 grados en el Rod Laver Arena, arrancó un nuevo clásico del tenis moderno, la séptima vez en una final de Grand Slam. Sólo Bill Tilden y William Johnston se enfrentaron tantas veces por un título de esta categoría allá por los años 20, pero ellos lo hicieron siempre en el US Open.

Después de sus peleas sobre la arcilla de Roland Garros y la hierba de Wimbledon, Federer y Nadal se enfrentaban por primera vez en Australia, por primera vez en una final de Grand Slam sobre pista dura. Como si ambos se encontraran extraños, los dos primeros juegos acabaron con rotura de servicio: 1-1 y casi había transcurrido el mismo tiempo que duró el primer set de la final femenina el sábado.

La batalla pareció inclinarse a favor de Federer cuando una nuevo rotura lo dejó con un 4-2 a favor. Pero algo pasa en la cabeza del suizo cuando se enfrenta al español. Su "mayor rival", según lo calificó poco antes de caminar con la mirada en el suelo, concentrado, quizá preocupado, por el túnel que conduce a la cancha principal del Melbourne Park. El español ganó los dos siguientes juegos, rompió en el undécimo y se llevó la primera manga en poco menos de una hora. Algo similar sucedió en las finales de Montecarlo y Hamburgo en 2008 y el suizo acabó perdiendo. ¿La ventaja psicológica?, le preguntaron antes de Roland Garros. Nada de eso, respondió Federer, que, sin embargo, capituló con estrépito en París y más tarde en su feudo de Wimbledon. Federer no gana a Nadal desde el Masters de Shanghai de 2007, y no parecía en el mejor camino de hacerlo cuando perdió su servicio dando a la pelota con la caña de su raqueta. No es de extrañar que gritara con fuerza cuando recuperó el break un juego después para ponerse 3-3 para empatar después a un set, y el tiempo corría a su favor

Antes de llegar a la final, Federer y Nadal ganaron 18 sets cada uno y perdieron dos. Ambos ganaron 123 juegos y perdieron casi los mismos. Sin embargo, Nadal estuvo dos horas más sobre la cancha. Y principalmente por culpa del extenuante partido de semifinales ante Fernando Verdasco, el más largo de la historia del torneo con cinco horas y 14 minutos. Un partido que, además, se jugó un día después del de Federer.

El reloj marcaba 1:47 horas tras la segundo manga y se fue a las 3:05 al acabar la tercera, en el que Nadal requirió en un par de ocasiones la asistencia del fisioterapeuta. Aun así, el mallorquín llevó al suizo hasta el tie-break, y hasta el límite de sus nervios, porque no tiene otra explicación que cediera el set con una doble falta. Federer pasó página pronto, rompió el servicio de su rival y se puso con 2-0 en el cuarto set, que acabó ganando para mantener vivo el partido.

Nada recordaba a Londres en Melbourne si no fuera por Federer y Nadal. La noche traía aires de Wimbledon. Y como entonces, Nadal fue quien terminó tirado por el suelo y levantando un trofeo ante los más grandes, encabezados por el mítico Rod Laver, que pasaron por su silla a rendirle honores.

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