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Roles de intercambio

  • El sábado se cruzaron la gran revelación, un Eibar que se posiciona para Europa, y un Valencia que es puro disloque

  • A Lim sólo le da oxígeno el bajísimo listón para la salvación

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Mestalla registró el pasado sábado una entrada de unos 32.000 espectadores, bastante discreta para su aforo de 55.000. Y aun siendo inhabitual tan escaso público para un partido del Valencia, superó el número de habitantes de Eibar. El municipio guipuzcoano emplazado en un hermoso y verde valle tiene empadronadas a algo más de 27.000 personas. El dato viene a ilustrar el mérito de lo que está haciendo en esta Liga el equipo azulgrana. Y al mismo tiempo, los deméritos valencianistas. Antes incluso de la expulsión del pipiolo Soler, el equipo armero le estaba dando un soberano baño al equipo de Voro. Lo peor de todo, quizás, fue la indiferencia con que despidió el público valencianista, fogoso e inconformista como pocos, a los suyos cuando acabó el partido con 0-4. Por entonces, eso sí, los pobladores del graderío ya cabían en una aldea perdida en la Albufera.

Cuando relevó al italiano Cesare Prandelli en el banquillo, Voro volvió a ejercer de salvador y enjaretó una racha de siete de nueve puntos posibles que hizo respirar a su ahogado equipo, que se catapultó en la tabla gracias a los siete de nueve puntos ante Osasuna, Espanyol y Villarreal. El Valencia cruzó entonces la primera vuelta con 19 puntos, una cosecha casi siempre insuficiente y preocupante en el ecuador del campeonato, pero que en esta Liga tiene más valor por el pésimo balance de los tres últimos: los levantinos afrontaban la segunda vuelta en décimoquinta posición, pero con seis puntos de ventaja sobre los puestos de descenso. Y con el partido pendiente ante el Real Madrid en casa.

Pero la segunda vuelta ha empezado para el alborotado equipo valenciano como se inició la primera. Si entonces Pako Ayestarán arrancó con cuatro derrotas ante Las Palmas, Eibar, Betis y Athletic, por ahora Voro le va a la par: cayó en Las Palmas (3-1) y el pasado sábado ante el Eibar.

La suerte, la inmensa fortuna para el fallido proyecto del magnate singapurense Peter Lim, radica en el bajísimo listón de esta temporada para la permanencia. El Sporting, que marca la frontera en el tránsito de la primera a la segunda vuelta, ha encadenado dos derrotas más con Rubi. Total, que el Valencia, con todo lo mal que lo hace, sigue a seis puntos de la quema.

Todo lo que es negro por Valencia, es blanco por Eibar. Todo lo que es mohína en un club con la cuarta plantilla más cara de Primera (unos 150 millones de euros) es lluvia de oro en otro con el penúltimo presupuesto de la categoría para esta campaña, sólo 43 millones de euros.

Desde esta temporada, hará falta ganar la Copa del Rey para clasificarse para la Liga Europa. Si el ganador juega Champions, el subcampeón no va a Europa. Si Celta o Alavés no se imponen a Barcelona o Atlético en esa final, el séptimo obtiene billete para la segunda competición continental. Y el séptimo, a 19 puntos del descenso, hoy es el Eibar. Un premio colosal para la dimensión de un club modélico, que administra sus limitados recursos y saca petróleo de donde no lo hay. Y sin que arribe a ese hermoso y verde valle un encopetado magnate con más conocimientos de finanzas y valores bursátiles que de balones.

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