España-china · el otro partido

Por Sevilla, bendecidos

  • La afición arropa a la selección antes de poner rumbo a Polonia · Fiesta en la grada antes, durante y tras el choque

Puede que la combinación de fecha, hora y lugar no fuese la más adecuada, pero Sevilla no iba a dejar sola a la selección. Menos aún cuando el último aliento que los nuestros se llevan a la Eurocopa dependía de la hinchada hispalense, que aunque no llegó a llenar el estadio de La Cartuja, sí que acudió en un número cercano a los 40.000 espectadores.

Los aledaños del estadio de La Cartuja empezaron a ser ocupados bastante antes de que el encuentro comenzara. No se puede decir que la ciudad estuviera engalanada para un intrascendente partido amistoso, pero esta frase tiene un matiz. Al igual que en toda España los negocios regentados por chinos siguen proliferando, además de ser de los pocos establecimientos que se pueden encontrar abiertos un domingo. Ayer no fue menos y, como ya pasó en el Mundial, las banderas nacionales se añadieron como producto a la venta. ¿Por qué no vender banderas chinas? "Nosotros no compramos banderas como vosotros" parece ser la respuesta.

A media hora para que el choque comenzara, las colas en las taquillas aún eran considerables, pero a la hora de la interpretación de los himnos todo el mundo estaba en su lugar. No se cantó tan a pleno pulmón como en otras ocasiones aunque sí que fue acompañado con un bonito movimiento de banderas y bufandas por todas las gradas del estadio. Pitos ni uno, aunque el himno chino sí los recibió. Cabe la esperanza de que esta moda se quede en eso, en una simple moda, y no se convierta en una costumbre.

Todo estaba preparado para una fiesta que sirviera de impulso a los de Del Bosque, pero tanto jugadores como grada sabían que se trataba de un amistoso. Y no cualquier amistoso. El último antes de una fase final de una Eurocopa. En la primera mitad los riesgos fueron los mínimos. Si no había que meter, la pierna no se metía, si había que ahorrar fuerzas en alguna carrera, se ahorraban. La afición lo entendió, y si en vez de jalear ocasiones de los delanteros había que festejar paradas de Casillas, pues se festejaban. Sevilla sabía que era un partido para pasárselo bien y arropar con mimo a la que posiblemente sea la mejor generación del fútbol español.

El carrusel de cambios que se produjo tanto en el descanso como durante el desarrollo de la segunda mitad propició que los internacionales españoles recibieran ovaciones individualizadas. Especialmente sonoras fueron las que despidieron a Negredo y Xavi y recibieron a Jesús Navas e Iniesta. Curioso también fue cómo se recibió la entrada de Piqué por un Sergio Ramos que por fin parece haber encontrado un estadio en Sevilla donde es bien recibido.

En la segunda mitad todo cambió. El ritmo de la selección aumentó y la afición se fue enchufando a un choque que tarde o temprano tenía que decantarse para España. Las ocasiones se sucedieron y el éxtasis llegó cuando Silva culminó la enésima jugada personal de Iniesta. En ese momento el estadio estalló en aplausos, cánticos y acompañó con olés todas las jugadas que España realizó hasta el pitido final. Tras el mismo, banderas al viento y aplauso de reconocimiento a unos jugadores que agradecieron desde el centro del campo el apoyo brindado. No era para menos, ya que se llevan en la maleta el apoyo de todo un país, que esta vez fue transmitido por Sevilla. Bendecidos es poco.

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