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Un clamor rojo toma el tendido de Los Califas

  • La plaza ofreció un aspecto espectacular y allí se citaron personalidades del mundo empresarial, político, deportivo, taurino y cultural

Los franceses y los españoles hemos compartido muchas cosas a lo largo de la historia; entre ellas, cierto gusto por buscar la confrontación mutua y arrojarnos cada cierto tiempo cuanto llevemos en la mano. Los enfrentamientos bélicos no nos han sido ajenos, aunque hace tiempo que dejamos las armas pesadas para medirnos con otros objetos que suelen dañar al orgullo y no al cuerpo: balones de fútbol, de balonmano o de baloncesto, pelotas de tenis, bicicletas o lo que haga falta. Ayer, en la plaza de toros de Los Califas, se vivió un nuevo capítulo de esta larga historia de competencia vecinal. Tocaba tenis, en concreto Copa Davis, y España barrió en los dos primeros choques de la cita. La batalla, ya se sabe, se libraba en tierra batida y en dicha superficie, y bajo un calor casi agosteño, España cuenta con armas de destrucción masiva.   Lo de Nadal sobre la arcilla no parece de este mundo.

El duelo comenzó a eso del mediodía en una plaza  que mostraba un aspecto muy distinto al de cualquier tarde de toros, pero en todo caso también espectacular. Todo brillaba: las banderas, las llamativas vestimentas de muchos aficionados, la pista construida en apenas unas semanas y hasta la banda de la Esperanza, que no tocó pasodobles sino himnos nacionales. El preámbulo clásico de la Davis, que consiste en la presentación de los equipos, estuvo amenizado por el We will rock you de Queen. Nadal se llevó la mayor ovación y Feliciano López un clamor de voces femeninas. Si alguno de los que allí estaba no se emocionó al escuchar la voz de Freddie Mercury, luego La Marsellesa -himno antológico donde los haya- y finalmente el himno español debería hacérselo mirar. Tal vez no tenga sangre en las venas.

Dominaban allí, cosa lógica, los colores rojo y gualda. Y es que cada cual se pertrechó como pudo para animar a la Armada. Banderas, banderines, gorras, pulseras y, sobre todo, camisetas. Muchas equipaciones tanto de la selección española de fútbol y alguna de la de baloncesto que fueron reutilizadas no ya para animar a David Villa o a Pau sino a Nadal y los suyos. Los franceses, por su parte, también aportaron un nutrido grupo de seguidores muy bien organizados, que comenzó el duelo llevándose la palma en cuanto a cánticos. Después, la afición española, entre la que se encontraban miles de cordobeses, comenzó a animarse y no hubo color. El hecho de que en la pista Nadal estuviese dejando en evidencia a un atribulado Gasquet también ayudó.

En las gradas, como cabía esperar, hubo una amplia representación de la vida política, social y económica cordobesa. En concreto, los representantes públicos dejaron por un día sus rifirrafes relacionados con esto de la Davis, y fue cosa de ver lo feliz y optimista que asistía al choque el secretario provincial de los socialistas, Juan Pablo Durán. Él quitó hierro a las polémicas previas y declaró que llegaba con el único objetivo "de apoyar a la Armada". Durán compareció en compañía de la delegada del Gobierno de la Junta, Isabel Ambrosio, y del subdelegado del Gobierno, Jesús María Ruiz.

Los que se mostraban especialmente felices eran los miembros del equipo de gobierno popular. El alcalde, José Antonio Nieto, asistió a los partidos desde el palco de autoridades en amable charla con Rosa Aguilar, ambos echando pelillos a la mar de sus rencillas del pasado y del presente, y muy cerca del tenista más legendario que había tenido España hasta la irrupción de Rafael Nadal: Manolo Santana. Además del regidor, también el presidente de los populares andaluces, Javier Arenas, se dejó ver por la plaza y   varios concejales del PP abandonaron sus preocupaciones diarias y acudieron al coso. En el tendido 1, compartieron sus hileras de asientos con ediles de la oposición. Que el deporte una lo que desata la política.

Y de la política a la economía e incluso a la cultura o los toros, que de todo hubo. El diestro Manuel Benítez El Cordobés, un califa de verdad, saludó a diestro y siniestro, mientras que el extenista Alberto Berasategui cumplió con sus labores de locutor. Toni Nadal siguió como siempre a su sobrino y discípulo, y  Carlos Pla, presidente ejecutivo de BBK Bank  Cajasur, no dejó escapar la posibilidad de gozar de algunos de los mejores tenistas del mundo, algo que tampoco hicieron el presidente del Grupo Joly, José Joly Martínez de Salazar, que acudió acompañado de su esposa; el presidente de la Audiencia Provincial, Eduardo Baena;  el máximo dirigente de la Cámara de Comercio, Ignacio Fernández de Mesa, o el rector de la UCO, también comparecieron.

Todos lo pasaron en grande pese al calor y quizá alguno pronunció el grito de guerra por antonomasia del tenis español: el clásico "Vamos Rafa". Lo gritaron los adultos y hasta un niño de escasos años. "Rafa, Córdoba te quiere", dijo otro aficionado mientras Nadal iba sacando de la pista a un cada vez más acomplejado Gasquet. Cuando el tercer set llegó a su término, la plaza de toros prorrumpió en una honda ovación que se vio continuada por clásicos populares como el Yo soy español, español o el A por ellos. Pocos deportistas en la historia de España despiertan tanto cariño como Rafael Nadal entre los seguidores. De hecho, muchos lo consideran casi de la familia. El mallorquín cumplió con su público y repartió autógrafos. Lanzó sus muñequeras al aire,  como siempre hace, y fueron a caer a manos de los  músicos de la Esperanza.

Tras Nadal, y sin  apenas tiempo casi para comer un bocadillo, salió a la pista David Ferrer, otro grande. Número 5 del mundo, dio cuenta de Gilles Simon.  Córdoba acompañaba a España camino de una quinta Copa Davis. Todo se andará. Por ahora, Los Califas ya es una parte más de la historia del tenis español. Hoy tocará otro capítulo y mañana más. La suerte tiene pinta de que está del lado de España en el coso califal. Un lugar donde el arcángel San Rafael siempre se aparece para proteger a sus tocayos, bien sean Lagartijo, Guerrita, El Gallo o Rafael Nadal. A este último, por cierto, le cantaba ayer el público al unísono lo de "Torero, torero, torero". Unos hablaban con humor de nombrarlo quinto califa y otros de llevárselo a casa. Así es el efecto Nadal. Todo lo que toca lo convierte en españolía y felicidad.    

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