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La deuda de Messi con Argentina

Leo Messi nunca jugó seis partidos seguidos en Argentina. A partir de hoy, en la Copa América, se expondrá durante casi un mes seguido ante sus compatriotas, algunos de los cuales aún lo miran con escepticismo pese a tratarse del mejor jugador del mundo.

"Es un pecho frío", le achacan sus detractores. Son pocos, pero que haya sólo uno suena a herejía en Barcelona. "Me gustaría verlo con los defensas de acá. Lo que necesitamos es alguien como Riquelme", espeta un vendedor en el barrio de La Boca, cegado por su pasión xeneize.

Por todo eso, la mamá de Messi vivirá días tensos en el invierno austral. Su hijo estará en el punto de mira y si las cosas fueran mal, las dudas se multiplicarían, se agrandaría el debate del "Messi de acá" y el "Messi de allá". "Siempre fui discutido en la selección por cómo se dieron las cosas", es consciente el jugador de 24 años.

Messi, que dejó su país a los 13 años, no tiene afición local que lo defienda. No fue de Boca, ni de River, ni de San Lorenzo, ni de Estudiantes, ni de Independiente... Está huérfano de barra, el vínculo más fuerte que une al jugador con un país que vive el fútbol de forma más visceral que cerebral. De ahí que Carlos Tévez sea más querido que Messi. No es una cuestión de talentos.

Dos hechos juegan en contra del mejor jugador del mundo. El primero es que Messi no juega igual con la albiceleste que con la camiseta azulgrana. La obviedad de que sus compañeros no son los mismos no es entendida por muchos. Que se fuera del Mundial de Sudáfrica 2010 sin marcar tampoco ayudó. Y el segundo no es un dato, es un sentimiento: su escaso carisma fuera de la cancha le impide conectar.

Mal panorama entonces para Messi, que ya ganó con Argentina el Mundial sub 20 en 2005 y el oro de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Hoy comienza su nuevo reto.

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