Y el fútbol ganó... a Pep Guardiola
La irresponsabilidad del entrenador provocó un sainete en Pamplona que luego diluyó la nueva disertación
La pasada jornada, perdió Guardiola... pero ganó su equipo. Su injustificado pulso por aplazar el partido de Pamplona, y luego su agria rueda de prensa de tintes extradeportivos, ha menoscabado su imagen de chico bueno, de abanderado del seny catalán; eso sí, su equipo cabalga y cabalga, superando incluso a los purasangres más rápidos, los que precisamente levantaron las dos últimas Ligas con Pep blandiendo la fusta. Curiosamente, Mourinho viaja en un carril de sentido contrario: ha rebajado un punto -ya es algo- su actitud sobreactuada y displicente, pero las prestaciones de su rodillo han bajado. El Valencia, lejos de ser aplastado, sostuvo un pulso en el Bernabéu hasta que Albelda se fue a la ducha antes de tiempo. Si el Madrid volvió a ganar, fue por ese peso pesado que encara a pesos pluma cuando arranca con la pelota, Cristiano Ronaldo. Un prodigio que no se arruga ante ese asombro de 23 años que es Lionel Messi.
también la defensa
Los elogios caen en cascada cuando toca analizar el ataque del Barcelona, pero seguro que Guardiola pone a la par el balance defensivo con el ofensivo. La premisa de esa máquina que ya ha suscitado un precipitado debate (¿es este Barça el mejor equipo de fútbol de la historia?) es el trabajo sin la pelota. Un equipo con semejante despliegue ofensivo tiene que mantener su intensidad cuando el rival recupera el balón. Y así lo hace. Casi siempre, el Barcelona pierde el cuero lejos de Víctor Valdés. Y cuando lo hace, entra en liza el otro Villa, el otro Pedro, el otro Xavi. La línea de presión es adelantadísima, acuden como posesos a apretar arriba y sólo si el contrario salva esa primera línea Maginot, llega el repliegue rapidísimo comandado por los centrales, Piqué y Puyol, y secundado por Daniel y Abidal por las bandas -atletas de fondo que juegan al fútbol, y muy bien en el caso del brasileño-. La noche del clásico se pudo comprobar. También Osasuna, un equipo que suele tener fases de acoso por las bravas cuando ejerce de local, padeció el sábado ese gran trabajo defensivo y apenas llegó a zona de remate.
Las estadísticas, muchas veces insustanciales en el fútbol, sí que reflejan en esta ocasión la realidad: el Barcelona es de largo el equipo al que menos rematan. Ha concedido 101 remates en 14 jornadas, 7,21 por partido. El segundo, que es el Real Madrid de Mourinho, recibió ya 142 (10,14) y el tercero es el Villarreal, con 164 (11,71).
Por eso, el líder ha encajado sólo 8 goles (uno menos que las dos versiones anteriores del Barça de Guardiola), por 11 del rodillo de Mou o 12 del Villarreal. El Barça asombra con la pelota, pero también sin ella.
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