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1930. El gol del manco para cerrar el título

Casi 90 años dan para mucho. Hablando de Mundiales de fútbol, para 20 ediciones que podían haber sido dos más si no fuera porque el mundo se quebró por la Segunda Guerra Mundial y durante más de una década (1938-1950) el torneo que se había iniciado en 1930, en Uruguay, quedó suspendido.

Tres estadios de Montevideo albergaron los 18 partidos del Mundial a pesar de que lo previsto era que todo se jugara en el Centenario. Pero las obras de este recinto se retrasaron y no fue hasta el sexto día de competición cuando pudo inaugurarse.

En la República Oriental del Uruguay compitieron nueve selecciones americanas y sólo cuatro europeas -Francia, Rumanía, Yugoslavia y Bélgica- y fue europeo, precisamente, el jugador que marcó el primer tanto de la historia de los Mundiales. El francés Lucien Laurent batió el meta mexicano y como curiosidad queda que también en ese partido ante México (4-1 al final para los galos) él propio Laurent encajó el primer gol a Francia en los Mundiales, después de que el portero Thepot se lesionara y tuviera que ponerse bajo los palos.

Claro que el protagonismo europeo se quedó prácticamente ahí en un campeonato marcado por la tremenda superioridad de los dos grandes rivales de ambos lados del Río de la Plata.

Así, Uruguay y Argentina se plantaron en la final ganando sus cuatro partidos. Sólo Perú y Francia, respectivamente, les causaron ciertos problemas y en las semifinales ambas selecciones ganaron por 6-1. De ese modo llegaron al encuentro decisivo, un clásico de la Plata que respondió a la expectación, con alternativas en el juego y el resultado y los argentinos, con Monti haciendo la raya en el centro del campo y la amenaza de Stabile y Peucelle en ataque, durante mucho tiempo por delante en el marcador.

Al final, triunfo uruguayo con un gol en los últimos minutos de Héctor Castro, el Divino Manco, autor también del primer tanto charrúa en el campeonato -fueron los dos únicos tantos que consiguió- y uno de los pilares de la selección celeste.

Castro había perdido el antebrazo con sólo 13 años, en un accidente con una sierra mecánica, pero ello no le impidió desarrollar una gran carrera básicamente en el Nacional de Montevideo, con un paréntesis de un año en Estudiantes de La Plata, y en una selección en la que jugó entre 1923 y 1935 y con la que fue medalla de oro en los Juegos Olímpicos del 28 y ganador de la Copa América del 26.

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