El diario de Próspero

El Brujo en escena: nuestra imagen y semejanza

  • Rafael Álvarez estrenó este miércoles en el Festival de Mérida ‘Los dioses y el dios’, una lectura singular del ‘Anfitrión’ de Plauto convertido en eje clave de la programación del festival andaluz homónimo

Rafael Álvarez ‘El Brujo’ y el músico Javier Alejano, en la representación de ‘Los dioses y el dios’ en elFestival de Mérida.

Rafael Álvarez ‘El Brujo’ y el músico Javier Alejano, en la representación de ‘Los dioses y el dios’ en elFestival de Mérida. / Jero Morales / Efe (Mérida)

DE alguna forma puede decirse que Rafael Álvarez El Brujo (Lucena, 1950) ha estado dándole vueltas al Anfitrión de Plauto como inspiración esencial desde hace muchos años. El actor cordobés ha sustentado su práctica del oficio en la comedia, entendida como revelación a las claras de una verdad sorprendente: los dioses son como nosotros. Los santurrones, poetas y dementes tocados por la gracia que han poblado su teatro desde el fenomenal génesis (con permiso del Lazarillo de Tormes en la versión de Fernando Fernán Gómez) que significó en su trayectoria artística San Francisco, juglar de Dios de Dario Fo, ya fuesen San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Yogananda y el mismo San Juan Evangelista (incluyan en esta categoría a Shakespeare y sus mujeres si lo estiman conveniente), comparten un rasgo fundamental: están tan llenos de Dios, o de dioses, que son como cualquier otro, como nosotros, como el espectador que se sienta a observar sus desventuras. Y lo mismo puede decirse del dios o los dioses de los que rebosan. Si la civilización humana, en su sentido más genuino, empieza con una afirmación de Tales de Mileto, padre de la filosofía: “Todo está lleno de dioses”, algunos siglos después, en Anfitrión, Plauto revela que estos dioses comparten exactamente los motivos, anhelos, celos, caprichos y deseos de los hombres: les pirra meterse en la cama con alguien de su gusto para gozar a espuertas del amor, comen, beben, se aburren y gastan bromas. Y así es como nace la comedia: el espectador, asombrado, llevado por cierto alivio, se deja embargar por la risa y es de alguna forma incorporado, a través del teatro, a esa sinrazón divina. Si los griegos habían concedido a la tragedia la condición de instrumento idóneo para el deus ex machina, los latinos convierten el teatro en un mecanismo de reconocimiento de los dioses a través, principalmente, de la comedia. Y ese camino se hace, siempre, hacia adentro, en el descubrimiento certero de que los dioses son como nosotros. Otro par de siglos después de Plauto, un rabino llamado Jesús de Nazaret decidió despojar al Dios de los judíos de su aspecto feroz y otorgarle el propio de un padre misericordioso, estrategia que, tal y como contaba El Brujo en El Evangelio según San Juan, tampoco estaba exenta de matices netamente cómicos.

Para El Brujo, la comedia nace del descubrimiento sensacional de que los dioses son como nosotros

De un clásico a otro clásico. De un clásico a otro clásico.

De un clásico a otro clásico. / Jero Morales (Mérida)

Si el trabajo de Rafael Álvarez ha girado en gran parte en torno a esta idea, era sólo cuestión de tiempo que, tras haberse asomado incluso a El asno de oro de Apuleyo, el actor incorporara a su repertorio el Anfitrión de Plauto. Y lo ha hecho con una obra de su creación, a modo de versión libérrima (como suele), que, titulada Los dioses y el dios, tuvo su estreno absoluto este miércoles en el Festival de Mérida, donde podrá verse hasta el domingo. En un proverbial juego de referencias, Los dioses y el dios será uno de los ejes de la anunciada programación del Festival andaluz Anfitrión, con funciones en el Castillo de Sabiote (8 de julio), la Alcazaba de Almería (16 de julio) y el Castillo Sohail de Fuengirola (28 de julio). Si El Brujo era un as habitual del antiguo festival Teatros Romanos de Andalucía, resulta lógico que conserve tal distinción en el recambio bajo una premisa esencial: el público disfruta sus espectáculos y llena los aforos de sus funciones sin muchas reservas. Cabe señalar que, además de Los dioses y el dios, Rafael Álvarez mantendrá en cartel durante los próximos meses otros espectáculos como su inagotable Lazarillo de Tormes, Cómico, La luz oscura (con parada en el Festival de Almagro), Dos tablas y una pasión y su anterior estreno, El alma de Valle-Inclán.

De esta manera, la opción por Plauto, a estas alturas, no es baladí. A la hora de explicar sus razones para presentar ahora una obra como Los dioses y el dios, el argumento del actor expresado hace unos días en la presentación del espectáculo en Mérida era, por sencillo, aplastante: “Es el momento de hacer comedia”. Frente a las inclinaciones cultas y abiertamente elitistas de Terencio, Plauto apuntaba directamente al público de su tiempo en su acepción más amplia, con un uso del lenguaje y de las tramas cómplice con lo que los propios latinos consideraban el vulgo. Así, si es el momento de la comedia, es el momento del público, al que demasiadas veces el teatro, de la manera más irresponsable, ha dado la espalda en nombre del arte. Es el momento de considerar que los dioses son como nosotros, a nuestra imagen y semejanza, con lo que nadie puede arrogarse los privilegios de su representación. Tan buenos, o malos, actores son.

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