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Botín y la internacionalización de España

  • La calidad de gestión y su ambición transformaron el Grupo Santander.

EN el año 1986, cuando Emilio Botín tomó las riendas del Banco Santander, éste era un pequeño banco de provincias, el séptimo en tamaño entre los siete grandes de entonces, con unos activos de 2,8 billones de pesetas (16.000 millones de euros). Los activos totales del Santander a finales del 2013 alcanzaban los 1,11 billones de euros, 68 veces mayor que en 1986 y equivalentes al 110% del PIB de España.

Botín consiguió durante sus 28 años de mandato al frente del banco, transformar a esa pequeña entidad doméstica en el mayor de la zona euro y segundo mayor de toda la UE, solo por detrás del HSBC. Todos los bancos de Alemania, Francia e Italia son más pequeños y menos internacionales que la entidad montañesa.

¿Cómo es posible que un banco pequeño de un país relativamente pequeño se convierta en el mayor de toda la zona euro y unos de los líderes a nivel mundial? Primero, y sobre todo, por la calidad de la gestión y el conocimiento de la banca minorista que ha mostrado durante todos estos años. Una de las facetas diferenciadoras del banco ha sido la de contratar a los mejores expertos financieros y retribuirlos mejor que los competidores. El banco, además, se ha caracterizado por programas de formación continuos de sus empleados, que han mostrado mayor competencia que sus adversarios. El sistema informático de control de riesgos, está considerado como uno de los mejores del mundo.

Pero una característica adicional que ha distinguido al Banco Santander durante el mandato de Botín, ha sido su deseo de expansión internacional para poder crecer y hacer a la entidad menos dependiente del mercado interno español. El mercado español era pequeño en los años ochenta, cuando Emilio Botín se hace cargo del banco heredando el puesto de su padre. Además de pequeño, estaba contingentado y repartido ente los siete grandes. Botín rompió ese status quo dejando de asistir a los almuerzos semanales que los siete presidentes celebraban. Lanzó, primero, una supercuenta remunerando mejor a los clientes que sus competidores. Poco después lanzó una superhipoteca, con tipos sensiblemente inferiores a los de otros bancos. Estas acciones comerciales agresivas, permitieron al Santander ganar un 50% de cuota de mercado al resto de la banca.

Pero una vez agotadas las posibilidades internas, la expansión internacional era la única vía de crecimiento acelerado. Ahí es donde Botín demostró su talento y agresividad. Y sobre todo, otra característica que después muchas otras empresas españolas han imitado y ha demostrado ser clave para la internacionalización de las empresas españolas: la superación de los complejos.

El Banco Santander, con Botín al frente, ha demostrado ser mejor que sus principales competidores internacionales, localizados en países mayores que España, con economías más extrovertidas y desarrolladas, y con ejecutivos con mejores capacidades lingüísticas. Allí donde el Santander se ha instalado, ha ganado más dinero que sus competidores, ha prestado mejores servicios y ha controlado también mejor los riesgos.

Quizás el momento cumbre de su gestión y de esto que comentamos, fuera el año 2004, cuando se presentó en la City de Londres para anunciar la adquisición de Abbey National, uno de los mayores bancos británicos. No se trataba de un banco mexicano, colombiano o brasileño, sino de uno ubicado en uno de los mercados más competitivos del mundo.

Botín se presentó junto al presidente de Abbey anunciando la adquisición en un inglés con un pésimo acento (como tenemos casi todos los españoles, por lo demás) pero sin atisbo de complejo alguno, hablando con fluidez y con absoluta seguridad de lo que estaba haciendo.

Esa pérdida de complejos, propia de un país que salía de un atraso secular, que después han imitado tantas empresas españolas que tienen gran éxito fuera de nuestras fronteras, quizás sea el mejor legado que el banquero santanderino va a dejar como herencia a la economía española.

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