ANÁLISIS

Elecciones francesas y futuro del Euro

  • La Unión Europea sin Francia es inconcebible; un 'Frexit' tendría un efecto destructor muy superior al del 'Brexit', entre otras razones, porque el Reino Unido no está en la Eurozona

Como era de temer, la conjunción del terrorismo y el ascenso de los populismos amenaza el futuro de la Eurozona. El atentado terrorista del jueves en París tiene la clara intención de alterar la voluntad democrática de los franceses en las elecciones. El miedo y el terror beneficia a los partidos xenófobos y euroescépticos. El casi empate técnico en intención de voto con el que llegan los candidatos a las elecciones determina que cualquier resultado sea posible. Aunque las encuestas dan como más probable que sean Le Pen y Macron los que lleguen a la segunda vuelta, ningún otro escenario puede ser descartado. El nivel de indecisos se acerca al 35%. En estas circunstancias de alto nivel de indecisión el resultado electoral es extremadamente incierto.

El más preocupante de todos los resultados posibles es que los partidos populistas extremistas, de izquierda y derecha, abanderados por J. L. Mélenchon y Marine Le Pen, respectivamente, fueran los candidatos que accedieran a la segunda vuelta. Este escenario provoca escalofríos mortales en Bruselas y terror en los mercados financieros. La elección de cualquiera de los dos como presidente podría suponer el fin del euro: con muerte súbita si la ganadora es Le Pen, ya que convocaría inmediatamente un referéndum sobre la permanencia de Francia en la Eurozona, y con muerte a medio plazo si el triunfador es Mélenchon, que aboga por la reforma de todos los tratados y, si fuera necesario, por la convocatoria de un referéndum.

La Unión Europea sin Francia es inconcebible. Un Frexit tendría un efecto destructor muy superior al Brexit. Entre otras razones porque el Reino Unido no está en el euro. Personalmente este escenario no lo considero probable. Pero tampoco nadie esperaba el triunfo del Brexit o la elección de Donald Trump. Los ingredientes que nutren este terrorífico escenario son los mismos en los tres casos: desesperanza de las clases medias de los jóvenes ante su futuro inmediato, desigualdades crecientes, identidad nacional y empleo amenazados por la migración, seguridad ciudadana amenazada por el terrorismo, pérdida de confianza y desafección de los ciudadanos a las élites burocráticas de Bruselas y a los partidos políticos tradicionales.

Aun en el más probable y mejor de los escenarios posibles, que el vencedor fuera el centrista Emmanuel Macron, el futuro de la Unión Europea sufriría un proceso de transformación profundo, no exento de grandes riesgos. Esto es así porque con cualquiera de los resultados el peso de los partidos populistas, de izquierda o derecha, en el gobierno o en la oposición, va a ser de tal envergadura que va a condicionar el futuro de la Unión. Hasta tal punto que debemos descartar el horizonte de integración máxima, económica y política, durante las dos próximas décadas. Está ocurriendo en todos países europeos.

En los próximos meses se va a debatir intensamente sobre el futuro de Europa en distintos escenarios políticos y civiles europeos. El futuro más ambicioso para Europa es el de avanzar hacia la unión económica, como fase previa a la política. Este escenario implicaría concluir la unión bancaria, establecer un fondo de garantía de depósitos único y acometer la unión de los mercados financieros. Desde el punto de vista macroeconómico habría que avanzar hacia un Ministerio de economía y finanzas único, un tesoro público con capacidad de emisión de deuda europea, un fondo de empleo europeo y un potente mecanismo de estabilidad financiera. Este planteamiento de más Europa, hoy en día, sólo es defendido por algunos países como Francia, España, Italia o Portugal. Por supuesto que Alemania no lo contempla en absoluto a medio plazo, consciente de las grandes diferencias entre los países socios, tanto en la voluntad de integración y estructura económica, como en la disciplina y compromiso en el cumplimiento de los objetivos de déficit y deuda pública. Alemania condicionará cualquier planteamiento que implique mutualización de riesgos y pérdidas a la existencia previa de compromisos y mecanismos que garanticen el cumplimiento de las reglas de juego y los objetivos marcados.

Por esta razón el único escenario posible a medio plazo es el de Europa a dos velocidades. Este planteamiento fue escenificado y defendido recientemente en Versalles por los presidentes de Alemania, Francia, Italia y España. Tras las elecciones francesas, incluso con el triunfo de Macron, este escenario no creo que sea posible. El gran peso de los partidos populistas tras las elecciones, aunque estén en la oposición, lo haría inviable. Las próximas elecciones en Alemania, en un contexto de creciente escepticismo de los ciudadanos hacia la seriedad de los países del Sur y con Angela Merkel debilitada por los problemas de la migración y terrorismo afianzarán esta tesis.

dos años como máximo para buscar soluciones

Una alternativa defendida por algunos políticos y académicos alemanes es la configuración de un grupo de países de primera velocidad compuesto por Alemania y los países nórdicos, y una segunda velocidad por el resto. Esquema inaceptable para el resto de socios que marcaría una brecha profunda y creciente entre ambos grupos de países, y al final del camino la destrucción de la Unión Europea.

Quedarse como estamos e intentar mejorar y perfeccionar los avances conseguidos es otra de las alternativas. Pero este planteamiento tiene sus riesgos. Sin completar la unión bancaria y financiera y sin un tesoro público que garantice la estabilidad de la deuda pública, la Eurozona podría sucumbir a una próxima crisis financiera. La Eurozona ha sobrevivido a la gran recesión gracias a la política monetaria no convencional sumamente expansiva del Banco Central Europeo (BCE), que es el que verdaderamente ha sostenido tanto la liquidez y solvencia de los bancos europeos, como la estabilidad de la deuda pública de los países de la periferia europea.

Pero el tiempo del BCE se acaba. Los líderes europeos tienen un plazo máximo aproximado de dos años para buscar una solución. Es el plazo prudente que se da el BCE para normalizar su política monetaria, reduciendo las compras de deuda pública y las inyecciones de liquidez a los bancos y empezando a subir los tipos de interés. Cuando el BCE se retire del mercado, ¿quién le va a sustituir en las labores de asistencia y mantenimiento de la estabilidad? Vienen tiempos difíciles para la Unión Europea en un escenario de incertidumbre política internacional en el que el orden económico y político mundial está en proceso de transformación, acelerado tras el acceso a la presidencia de Donald Trump.

China, Rusia y otros países emergentes están aprovechando la oportunidad e incrementando sus cuotas de poder económico financiero y político. En los próximos años se va a redefinir el mapa del poder económico y financiero a nivel mundial. Vamos hacia un mundo multipolar con mayor peso de los países emergentes y menor de las economías avanzadas. Nunca fue tan necesario y estratégico fortalecer la Unión Europea, tanto por razones de supervivencia interna como de relevancia en el nuevo tablero de poder político y económico mundial del siglo XXI. ¿Estarán los líderes europeos a la altura de los tiempos y los retos del momento histórico que les ha tocado vivir?

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