Economía

Emilio Botín, el banquero por antonomasia

Hace 50 años, el Banco Santander contaba con algo más de un centenar de oficinas; hoy día, el Grupo gestiona un balance que supera la cifra de 1,2 billones de euros, por encima del tamaño del PIB español, y es uno de los mayores bancos del mundo, con más de 14.000 oficinas y 187.000 empleados. La contundencia de estos datos, que sintetizan una etapa tan amplia, superan cualquier retórica a la que pueda recurrirse para glosar la figura de quien a lo largo de todos esos años, más de la mitad como primer mandatario, ha pilotado el proyecto empresarial que lo ha hecho posible.

Emilio Botín ha sido un personaje clave en la historia contemporánea del sistema financiero español y uno de los principales protagonistas de su modernización, consolidación, diversificación e internacionalización, capaz de configurar un operador español de dimensión mundial en el exigente escenario de la globalización económica. Hace más de un año, el diario Financial Times resaltaba cómo su récord de permanencia al frente de un gran banco había aportado una continuidad de gestión en unos momentos en los que la crisis financiera global estaba causando estragos.

Emilio Botín tenía el negocio bancario grabado en sus genes y estaba predestinado a continuar la estirpe bancaria de sus ancestros. Pero lejos de acomodarse en la posición recibida, estaba impregnado de una vocación innata por el cambio permanente, dotado de una propensión por abrir nuevos caminos, por conquistar nuevos mercados, por ser el líder de un sistema financiero cada vez más importante para la actividad económica. Estratega formidable, aprovechó una tras otra las oportunidades que se iban presentando en un sector en proceso de modernización y expansión, también afectado por crisis industriales, para ir ganando dimensión y músculo financiero, para sorprender a la competencia con políticas comerciales impactantes y estilos de gestión innovadores. Es cierto que la concentración empresarial puede ser un factor limitativo de la competencia, pero en el caso de la entidad presidida por Botín puede constatarse una relación directa entre el tamaño y el impulso del dinamismo comercial dentro del sector.

No comenzó su carrera como botones, como han hecho otros grandes banqueros, pero forjó su aprendizaje bancario en un contacto directo con el riesgo de crédito y en la experiencia de las conexiones entre el sector financiero y el sector industrial. Según cuentan sus allegados, hasta hace poco no era extraño ver a don Emilio analizar personalmente alguna que otra operación de crédito significativa.

He tenido la fortuna de compartir su experiencia en diversos foros y encuentros. Aparte de su caballerosidad y buen hacer, de él destacaría su vitalidad y optimismo, su amplitud de miras, la convicción en la defensa de sus argumentos, su sentido de anticipación y su confianza en nuestras posibilidades de futuro.

Con el tiempo, el Grupo Santander, actualmente la primera entidad financiera europea por capitalización bursátil, se ha convertido en un claro exponente del paradigma del too big to fail; el legado de Emilio Botín es, a su vez, demasiado grande para ser condensado en un artículo y, por supuesto, para dejar caer en el olvido.

A lo largo de su dilatada trayectoria profesional, el banquero cántabro actuó ejemplarmente en su misión de crear valor para el accionista, pero al hacerlo fue mucho más allá, dignificando el ejercicio de la responsabilidad social empresarial, al aportar ingentes beneficios a la economía y a la sociedad en su conjunto.

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