ANÁLISIS

Políticas irresponsables

  • La debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, unida a su errónea decisión de subir los impuestos a las empresas, provocará que España esté peor preparada para la próxima crisis

Los principales desequilibrios que hacen a España vulnerable ante una próxima crisis son: los altos niveles de déficit y deuda públicos, la elevada deuda externa y el todavía gran desempleo del 15,28%. Para un Gobierno responsable, la necesaria agenda social debe de ser compatible con la prioridad de la corrección de estos desequilibrios. Es la única manera de que los avances sociales sean sostenibles en el tiempo y no haya que reducirlos drásticamente, en un próximo futuro, ante una crisis global que puede estar a la vuelta de la esquina.

España es el segundo país de la Unión Europea con mayor déficit público y el único que permanece en la lista de incumplidores por déficit excesivo. El déficit estructural es el más alto de la Eurozona, y sigue creciendo, y la deuda pública no ha parado de aumentar aproximándose al 100% de PIB.

El incremento del gasto público recogido en el programa económico del nuevo Gobierno hace imposible el cumplimiento del déficit público de 2.2% y el 1.3% del PIB para 2018 y 2019. La ampliación del calendario solicitado a Bruselas es un error, ya que prolonga la senda del ajuste y nos hace más vulnerables ante un previsible y próximo endurecimiento de las condiciones financieras globales, ante las inminentes subidas de tipos de interés de todos los bancos centrales.

La deuda externa de España está entre las más altas del mundo, como consecuencia de las crecientes necesidades de financiación del sector público. El sector privado ha reducido su endeudamiento hasta el 165% del PIB, pero esta sustancial mejora ha sido neutralizada por el mayor endeudamiento público. Recientemente el BCE ha alertado del elevado incremento de la financiación al consumo, que crece por encima de los dos dígitos, por la enorme competencia entre los bancos por captar la financiación de las familias.

El alto endeudamiento externo e interno es el mayor factor de vulnerabilidad frente a una próxima crisis financiera. En este escenario, incrementar el gasto publico y diferir el cumplimiento de los objetivos de déficit y deuda pública es totalmente irresponsable.

La subida de impuestos

Resulta totalmente inoportuno, como propone el programa económico del Gobierno, subir los impuestos a las sociedades, las tecnológicas, la banca y al diésel en un contexto en el que la economía está perdiendo vigor en los últimos meses.

Es cierto que en los últimos cuatro años la economía española ha crecido y creado empleo por encima de la media europea. Pero desde el año 2016 la tasa de crecimiento se viene desacelerando. Este declive es cada vez más evidente y se ha confirmado en el primer semestre de 2018 en el que la tasa de crecimiento ha descendido un 25%, hasta el 0.6% trimestral, desde el 0,8% de los últimos trimestres.

En el último semestre el crecimiento de las exportaciones está descendiendo y la contribución del sector exterior al crecimiento del PIB ha cambiado de signo, de positivo a negativo (-0,2%).

El consumo de las familias está perdiendo dinamismo. El ahorro de los hogares está en mínimos históricos y la demanda de consumo embalsada se está agotando. El crecimiento del consumo ha llegado a su cénit y su futuro inmediato será desacelerarse.

Ante este escenario no es el momento oportuno, y es irresponsable, subir los impuestos a las empresas y a la banca, poniendo trabas a la mejora de la competitividad y a la creación de empleo.

En los últimos años España ha desarrollado un sano modelo productivo basado en el consumo, la inversión empresarial y las exportaciones. Esto le ha permitido mejorar su competitividad, crear empleo, mejorar a balanza en cuenta corriente y reducir su endeudamiento externo. La inoportuna subida de los impuestos y el gasto público nos llevará a un modelo menos sano, basado en un gasto público creciente y un consumo declinante, sin el apoyo de las exportaciones y de la inversión, en unos momentos en los que la productividad se ha vuelto a estancar.

Las políticas sociales son necesarias para recuperar el bienestar social perdido durante la gran recesión, pero hay que hacerlas compatibles con la corrección de los grandes desequilibrios, causantes de la destrucción de empleo y bienestar social. Lo contrario es pan para hoy hambre para mañana.

A pesar de la notable mejoría de la economía española en los últimos cuatro años, ante una nueva crisis es más débil que en su inicio en el 2007. La deuda total se ha mantenido, el endeudamiento externo es similar, la deuda pública se ha triplicado, la productividad se ha estancado y el paro se ha duplicado. Todavía no estamos preparados para una crisis normal, y mucho menos para otra gran recesión. Crisis, que en el plazo de dos o tres años, nadie puede descartar, a la vista de que el endeudamiento global mundial, causa original de la gran recesión, ha seguido aumentando.

Esta vez más en China y los países emergentes que en los países desarrollados. Se han creado nuevas burbujas financieras e inmobiliarias. Un escenario agravado por el proteccionismo de Trump, el Brexit, la subida del precio del petróleo, el riesgo de inflación, los conflictos geopolíticos y el cambio del ciclo financiero, ante la previsible subida de los tipos de interés.

La duración del ciclo de crecimiento global actual, que es el segundo más largo de los cien últimos años, está llegando a su fin. El detonante de la próxima crisis financiera puede ser la subida de los tipos de interés de todos los bancos centrales. Todo va a depender del acierto, la habilidad y la prudencia de los bancos centrales en el giro de sus políticas monetarias hacia políticas más convencionales.

Esta vez, la crisis financiera, se originará en los países emergentes, que son los más endeudados en moneda exterior.

España ingobernada

En España llevamos más de dos años con gobiernos que no gobiernan. Primero el Gobierno del Partido Popular, en minoría y afectado por la corrupción, incapaz de acometer las reformas pendientes. En estos momento el Gobierno socialista, que con 85 escaños es incapaz de acometer un programa responsable de gobierno.

No obstante sería suicida desaprovechar los dos próximos años en una parálisis gubernamental. Dos años en los que es preciso continuar reduciendo los desequilibrios macroeconómicos y fortaleciendo la economía y la creación de empleo, para así poder afrontar la próxima crisis.

De no ser así, lo responsable sería convocar unas nuevas elecciones. El gran riesgo que corremos es que la atracción de voto electoral sea el que guíe la política económica y social en los próximos trimestres.

En un escenario tan incierto como el que atravesamos, en el que tanto se juega España, esta actitud política sería altamente irresponsable y nos podría llevar a otra gran recesión. Tiempos amenazantes e inciertos en los que se necesitan los grandes estadistas. Aquellos que son capaces de sacrificar el éxito electoral de su departido por el progreso y el bienestar del país.

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