Opinión: El Poliedro

Primark o el éxtasis

  • El éxito rutilante de la compañía irlandesa empuja a una imparable expansión territorial por todo el país.

Inauguración de la primera tienda de Primark en Sevilla.

Inauguración de la primera tienda de Primark en Sevilla. / Antonio Pizarro

El año pasado le leí a Rubén Amón en El País declararse alucinado por el comportamiento de las legiones de compradores que colapsan a diario y a todas horas el Primark de la Gran Vía de Madrid (bueno, el colapso en la tienda es atributo esencial de su "modelo de negocio"): sus tiendas están ya dentro de los circuitos turísticos de la capital, y Madrid bien pudiera acabar siendo Primark.

Consumidores entregados, ajenos a todo dolor o rechazo por la incomodidad de ir a comprar a la guerra de la compra y la venta de muchas cosas; la mayoría, superfluas, aunque después el gladiador de la visa te justifique todo con absoluta racionalidad. Me hace ver un compañero que es profesor de marketing que intuye que hay tanto narcisismo y adicción al evento en masa como voluntad de meterse un chute de consumo en vena por un precio irrisorio, un precio al peso, por la adquisición de tantas bragas como para agotar una vida de una mujer hoy joven sin llegar a usarlas todas.

Los ‘inauguracionistas’: una nueva especie novelera que hace colas eternas sin dolor

Hablo de usar una cada día, por perfilar más la exageración y sin ánimo de poner en duda lo escamondado de toda lectora o mujer de la vida del lector de este recuadro, o su joven hija. "Las innecesarias son las únicas cosas necesarias hoy", ya advertía Oscar Wilde. Porque, me hace ver otro compañero –éste, del periódico–, que está bien aquello del Homo consumens de Erich Fromm, pero no tengo miedo en convenir con él y afirmar por puro empirismo que sería más preciso llamar al vicioso del consumo de cosas innecesarias mulier consumens. ¿Han visto las fotos de la apertura del último centro de Primark en Andalucía, esta semana? Una clara mayoría de mujeres, inasequibles al desaliento en la cola del día de la primera apertura, o en las colas del probador o la caja, quizá las de los aseos. Mejor no estirar esta última línea de hipótesis.

El primer Primark de Sevilla –el éxtasis de la fidelización es que el pagano lo pronuncie Pruaimerk– sigue el proceso de expansión que se dio en Málaga, Córdoba, Huelva y Cádiz; apostemos a que Granada, Almería y Jaén podrán sumarse al templo de la compra orgiástica más pronto que tarde.

Los irlandeses son los inventores de este modelo de tiendas pantagruélicas y sólo en apariencia caóticas: imagino a excitados profesionales de la cámara oculta y la gestión de flujos de carne y huesos. La Teoría de Colas que estudiamos en la facultad parecía haber transitado de las colas humanas "normales", no las enfebrecidas, a las del tráfico telefónico y después electrónico… y, mira tú, de vuelta al comercio menos virtual posible, todito tangible y palpitante de brío: como me decía la columnista Carmen Camacho, con su inigualable gracia y perspicacia: "Parece que en vez de comprar están vendiendo" (ya van tres donaciones de amigos en esta pieza: "Con la ayuda de un amigo, compró mi padre en Primark unos calcetines de cochinos"… ¿o cómo era?). ¡Ah!, Irlanda, país de genios artísticos, y también de los genios del low cost. Si el Ryanair de O’Leary resucitó la aerolínea de bajo coste hasta, como estamos enganchados a ir a todos los sitios varias veces al año sepultando y mandando al pasado el concepto de viajero, Primark ha hecho lo propio con la ropa y los complementos.

Un éxito empresarial arrollador. De sombrerazo. No olvidemos que si usted o yo somos raritos a mucha honra o al menos sin remedio, miles y miles de personas agradecen y saludan la apertura de tiendas Primark cerca de su casa, aunque sea 100 kilómetros cerca. Otra consideración merece el o la inauguracionista, ése que se siente un Livingstone del megastore, un ser humano equidistante entre el exhibicionista, el gregario genético o adquirido, el adicto al evento hasta las trancas de gente y el novelero de manual. Allá cada uno.

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