Economía

Vacaciones en el peor escenario

  • El Gobierno despide el primer tramo del año arrastrado por el vendaval de la crisis · La inflación y el paro desbocados, el crecimiento nulo y la amenaza de un desplome del consumo condicionan lo que resta de 2008

El Gobierno está a punto de colgar el cartel de cerrado por vacaciones en el peor escenario que podía imaginar cuando celebraba, allá por marzo, su segunda victoria electoral. En cuatro meses el "leve resfriado" que atenazaba a la economía nacional se tornó "riesgo de desaceleración", de ahí pasó a "crisis" (ignorada semánticamente hasta que el presidente del Gobierno pronunció la palabra tabú en una entrevista televisada) y finalmente, por boca de Pedro Solbes, el país se ha visto inmerso en la peor coyuntura que se recuerda en décadas.

Todo sopla en contra. Superados los años en los que el crecimiento de España era la auténtica envidia del mundo desarrollado -aquellos en los que Zapatero incluso alardeó de superar en renta per cápita a Italia-, los dos grandes pilares sobre los que descansaba el milagro han terminado por resquebrajarse: la hinchada burbuja de la construcción acabó por explotar y el consumo, que retrocede pero según los expertos aún puede llegar a desplomarse, ya no tiran del carro. Conclusión: la locomotora del PIB se ha quedado sin combustible y mengua trimestre a trimestre. Solbes se vio obligado a revisar sus propias previsiones la semana pasada por enésima vez (ya ni se recuerdan cuántas veces ha corregido el Ejecutivo sus vaticinios en el último año) y el lunes, durante su obligada comparecencia en el Congreso, especuló ya abiertamente con fases de "crecimiento cero".

La crisis pasa factura y el CIS se lo ha recordado esta semana al Gobierno. La sensación de que el Ejecutivo se ha quedado sin capacidad de reacción ha permitido al PP escalar hasta igualarle en escaños si las elecciones se volviesen a celebrar hoy. Y es que la ralentización pesa, y de qué forma, en el bolsillo del ciudadano. Primer capítulo: el desempleo. El Ejecutivo tiene que lidiar ahora con una tasa de paro que la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre del año coloca en el 10,44% y que revela que, entre abril y junio, perdieron su puesto de trabajo 207.000 españoles. Y Solbes sabe que, en épocas de vacas flacas, cada desocupado es un trauma para el Estado (deja de cotizar, hay que pagarle prestaciones y su consumo se retrae).

Pero hay más fantasmas que golpean los bolsillos de las familias. Aunque el paro sea la primera amenaza, la inflación es la que está vaciando, en buena parte, las carteras, y a pasos agigantados. Los precios se han desbocado en el último año -en buena parte por el encarecimiento del petróleo en los mercados internacionales y de las materias primas de los productos de primera necesidad- y el IPC campa sin miramientos desde hace meses sobre el umbral del 5%. No es sólo que todo esté más caro, sino que los trabajadores en cuyos convenios no figure la cláusula que les compensa por la desviación de la inflación están perdiendo una catarata de poder adquisitivo. A menos dinero y menos consumo, menos ventas y menos empleo. Una ecuación malévola.

A la imposible cuadratura del círculo contribuyen una riada de factores (desde el desaparecido superávit hasta las dificultades de tesorería de las empresas, arrastradas a los concursos de acreedores), pero a las familias lo que realmente les quita el sueño es el Euríbor. Colocado en cotas históricas (5,39% al cierre de julio), devora las nóminas mes a mes. Ahí no manda Solbes, sino Trichet, pero el ciudadano medio no entiende de BCE ni sabe dónde queda Fráncfort. Todo un valle de lágrimas para el Gobierno en lo que queda de año, y de 2009...

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