Economía

Los costurones del 'made in Germany'

La secuencia de retrasos en la apertura del nuevo aeropuerto de Berlín -cuatro años, hasta ahora- más otros desajustes en grandes obras públicas en Alemania salpican el sello made in Germany, comúnmente aceptado como garantía de fiabilidad. El suspense rodea la entrada en funcionamiento del aeródromo Berlín-Brandeburgo (BBI), presupuestado en 4.300 millones, el doble de lo inicialmente previsto, después de que el jefe del equipo técnico, Horst Amann, admitiera "problemas casi crueles" aparecidos durante las obras en curso.

No podrá determinarse una nueva fecha de apertura hasta mediados de año. Se trata del quinto aplazamiento, que obliga a Berlín, más de veinte años después de la caída del Muro, a seguir esperando para disponer de un aeropuerto internacional acorde con su condición de capital de la primera economía europea.

Las críticas se ciernen sobre Klaus Wowereit, en la alcaldía de la ciudad-estado desde 2001 y, hasta el caso del aeropuerto, uno de los políticos más populares del Partido Socialdemócrata (SPD). La buena estrella del alcalde cayó en picado el año pasado, al anunciarse el por entonces tercer aplazamiento de la apertura, apenas dos semanas antes de la fecha prevista, en junio de 2012, lo que acarreó enormes daños a aerolíneas y comercios que pensaban operar en el nuevo BBI.

Sobre Wowereit pesa ahora la amenaza de una moción de censura en la cámara regional, mientras que otro teórico responsable político, su colega de Brandeburgo y asimismo socialdemócrata Matthias Platzeck, se someterá en breve a un voto de confianza. La responsabilidad es compartida y, si algo puede salvar a Wowereit, es que gobierna en gran coalición con la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel y que en el proyecto está implicado además el Ministerio de Obras Públicas, a cuyo frente está Peter Ramsauer, de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). El asunto del BBI pesa sobre las grandes formaciones: los impulsores de las protestas son los Verdes, La Izquierda o, en el caso de la ciudad-estado, Los Piratas.

El berlinés ha asumido con estoicismo unos retrasos que implican prolongar la vida de los dos aeropuertos de la ciudad -Tegel y Schonefeld- que, aunque desfasados, resultan prácticos por quedar a media hora del centro, en transporte público, y ser de formato modesto, lo que implica no perder tiempo entre terminales. Las aerolíneas, en cambio, piden responsabilidades e indemnizaciones ante una complicaciones logísticas que se suman a las crisis internas y la necesidad de saneamiento que afrontan las dos grandes del país: Lufthansa y Air Berlín.

El caso del BBI, que llevará el nombre del ex alcalde de Berlín y ex canciller socialdemócrata Willy Brandt, no es el único ejemplo de grandes proyectos que no arrancan. Otro ejemplo sonado es la futura estación ferroviaria de Stuttgart, un proyecto nacido en 1995 y presupuestado en 2.500 millones que ha sufrido sucesivas demoras tanto por la oposición ciudadana como por problemas técnicos.

La obra fue repetidamente paralizada, sus costes se duplicaron hasta los 5.600 millones y no hay fecha clara para su apertura, lo que refrenda el parecer de los ciudadanos que se resistieron al proyecto, con manifestaciones semanales y hasta batallas campales contra la policía, por considerarlo caro e innecesario.

Otras iniciativas atascadas etiquetadas de megalómanas son el gran teatro de la ópera previsto para Hamburgo y el nuevo metro de la ciudad de Colonia. En todos esos casos se han mezclado acusaciones de mala gestión y viabilidad de unos proyectos costosos y poco asimilables para el ciudadano alemán, alérgico al despilfarro.

El peor lamparón del made in germany vino, sin embargo, del Transrapid, el tren magnético de alta velocidad que debía ser la insignia de la superioridad industrial alemana, a cargo de los poderosos consorcios ThyssenKrupp y Siemens. Primero debía enlazar Hamburgo y Berlín, de ahí se pasó a plantearlo para Düsseldorf y Dortmund y luego para el trayecto entre la estación central de Múnich y su aeropuerto.

La fase experimental del Transrapid se zanjó en Alemania tras un trágico accidente en el tramo de pruebas que dejó 23 muertos, en 2006.

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