Economía

La empresa familiar le reclama a Nadia Calviño que no suba los impuestos

Fernando Ruiz, presidente deDeloitte, y Mar Puig, presidente del IEF, reciben a la ministra Nadia Calviño.

Fernando Ruiz, presidente deDeloitte, y Mar Puig, presidente del IEF, reciben a la ministra Nadia Calviño. / M. G.

Las empresas familiares – que suponen el 90% de las compañías españolas, el 60% del PIB y el 70% del empleo– dejaron claro ayer al Gobierno que no comparten sus planes de subir impuestos. Sin tapujos, el presidente del Instituto de Empresa Familiar (IEF), Marc Puig, le reclamó a la vicepresidenta segunda y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, que subir impuesto les pone en desventaja

“Entendemos y apoyamos los esfuerzos para reequilibrar nuestras cuentas públicas y paliar las situaciones que ha creado la pandemia”, dijo Puig, quien mostró la disposición de las empresas familiares “a contribuir al esfuerzo de todos”, pero pidió en su nombre “estabilidad y disponer de un marco tributario que no nos penalice competitivamente”. Un marco que no ponga en riesgo nuestra continuidad como empresas y que no sea peor que el de nuestros socios europeos”, remachó.

No fue lo único que reprochó Puig representando al ramillete de las principales compañías del país que se agrupan en el IEF. Así, le dijeron a la ministra que en un contexto extremo como el de la pandemia, el Gobierno no debería haber priorizado asuntos como el control horario o la ley del teletrabajo, “cuando las empresas estaban simplemente intentando funcionar con el trabajo a distancia, dichas iniciativas deberían haber sido pospuestas hasta después de esta crisis, en aras a permitir sobrevivir al mayor numero de compañías”.

También le confesó a Puig a Calviño en la asamblea del IEF que “a menudo” los empresarios perciben  “una cierta desconfianza desde las administraciones públicas” cuando su “compromiso democrático es incuestionable y, en ningún caso, pretende incidir en las decisiones que adoptan las mayorías parlamentarias y los Gobiernos que los españoles nos hemos dado”. Y, en ese sentido, abogó por la colaboración público-privada: “Nos cuesta entender por qué no se aprovechan las evidentes ventajas que podrían derivarse de una actuación conjunta entre administración y empresas.

En un discurso muy comprometido, Puig también se refirió a la oportunidad de reformar el mercado laboral y para qué: “Siendo como somos líderes en desempleo, sobre todo en el juvenil, ¿no sería razonable convertir en eje de la reforma laboral la inclusión de los jóvenes, la incentivación del empleo, la formación dual, más que otras cuestiones a las que podremos enfrentarnos más adelante?”.

Igualmente animó a la vicepresidenta a lograr desde el Gobierno a trabajar porque, en la resolución de las grandes cuestiones políticas, por una deseable visión a largo plazo y de consenso.

Nadia Calviño recogió el guante lanzado por la empresa familiar y no desaprovechó la ocasión de lanzarlo al resto de grupos políticos para lograr que los grandes asuntos se pacten como asuntos de país.

No todo fueron críticas. Puig reconoció al Gobierno el acierto de medidas como los ERTE, que “han sido, y siguen siendo, determinantes para paliar los tremendos efectos de la interrupción de los procesos productivos”; los préstamos ICO, que “han permitido también insuflar liquidez y contrarrestar la complejísima situación de muchas empresas permitiendo su continuidad o las “aportaciones directas de fondos a través de la SEPI -con alguna sombra-”, porque “han sido determinantes para neutralizar los efectos nefastos de la pandemia.

Calviño agradeció esos reconocimientos de las empresas, que admitió que no son frecuentes.

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