Economía

La burocracia y el alto coste de la energía limitan a la industria química

  • Indorama deja de invertir 21 millones en una nueva línea PET por la factura eléctrica y la no ejecución de fondos europeos

  • El sector incide en la necesidad de más inversiones en reciclaje, materias primas biológicas y biocombustibles

Luis Fernández Palacios, secretario general de la CEA, y Carles Navarro, presidente de Expoquimia

Luis Fernández Palacios, secretario general de la CEA, y Carles Navarro, presidente de Expoquimia / Víctor Rodríguez

La planta química de Indorama en San Roque (Cádiz), comprada a Cepsa en 2016, es la segunda industria de la provincia de Cádiz tras Acerinox, con 500 personas en plantilla. Su director, Luis Carlos Rodrigo, aporta ejemplos concretos de las trabas que dificultan su crecimiento. Así, ha dejado de ejecutarse una inversión de 21 millones de euros en una línea de PET -que hubiera aumentado la producción de 200.000 a 270.000 toneladas- por los altos costes de la energía y porque no se pudieron ejecutar fondos regionales europeos que hubieran supuesto entre el 15 y el 20% de la inversión total. La fábrica, además, lleva tres años esperando para obtener los permisos para construir una línea de vapor de 2,5 kilómetros hasta la planta de Cepsa. El Ayuntamiento dio el suyo fuera de plazo y cuando le llegó el expediente a la Junta advirtió que ya venía defectuoso. La empresa, ahora, está obligada a presentar un recurso de alzada ante la indefensión en la que se encuentra.

El alto coste de la energía –mayor que el de las principales fábricas europeas y el doble que en EEUU– y las dificultades administrativas para sacar adelante los proyectos son las grandes desventajas competitivas de la industria química andaluza, según se puso de manifiesto en la jornada ‘Andalucía: industria y futuro’, celebrada en la sede de la CEA como encuentro inaugural de la gira que Expoquimia llevará a cabo por diferentes ciudades españolas antes de la celebración en Barcelona del certamen, en junio del año que viene.

El propio director de la planta de Indorama abundó en estos lastres al revelar que cada año la fábrica gaditana asume una factura energética de 45 millones de euros anuales, a pesar de los intentos por optimizar los contratos. Para que se entienda, “en Europa son 15 millones menos de media y en Egipto un 50%; eso tiene un impacto en el Ebitda de 25 millones, lo cual es escalofriante”, afirma Luis Carlos Rodrigo.

En la misma línea, Carlos Ortiz, presidente de la Asociación de Industrias Químicas, Básicas y Energéticas de Huelva (Aiqbe), señala que la energía “es un hándicap para nosotros en un mercado global” y más teniendo en cuenta que las fábricas tienen que comprar fuera la mayoría de la materia prima. “No la tenemos y por eso tenemos que ser competitivos en el resto de factores”, dice. 

Lo positivo es que estas dificultades han obligado a la industria andaluza a optimizar al máximo los procesos, lo que ha generado un 'know how' muy valorado fuera. “Nuestros técnicos suelen asesorar la puesta en marcha de plantas en otros países”, asegura Ortiz.

La química verde, una necesidad

A medio plazo, esa excelencia –sumada a la búsqueda de nuevos mercados– no bastará “y necesitaremos nuevas inversiones”. Ortiz advierte de que la industria química onubense es muy uniforme: plantas de gran tamaño, con una red comercial de grandes clientes y un portfolio limitado, entre otras cosas. “Necesitamos otros actores con otros enfoques empresariales”, algo que se traduce en lo que Ortiz llama química verde, la relacionada con el reciclaje, las materias primas de base biológica o los biocombustibles. Un ejemplo es Biosur, recientemente comprada por el Grupo Gunvor y que reconvierte aceites comestibles en biocombustibles. “Si no somos competitivos para los inversores, ellos tendrán otras 58 opciones (polos químicos) en Europa”, concluye el presidente de Aiqbe.

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