Tribuna Económica

Carmen Pérez

El límite de Draghi

La política de comunicación es una herramienta esencial en política monetaria. Mario Draghi, como cualquier presidente de un banco central moderno, en cada una de sus intervenciones tiene que elegir con sumo cuidado sus palabras. De la credibilidad que trasmita depende en gran parte la eficacia de su política monetaria. En la situación actual, para que la economía siga reactivándose, necesita persuadir a los agentes económicos de que los tipos de interés seguirán siendo por mucho tiempo bajos.

Las palabras que utilizó ayer, tras la reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, fueron prácticamente idénticas a las de la reunión anterior y a las que pronunció el pasado 21 de abril, en la reunión del Comité Monetario y Financiero Internacional, en Washington. De momento, no cambia nada; se mantienen los tipos de interés en el 0%, y la facilidad de depósito en el -0,40 %. Y en cuanto a las compras de activos, que ya han empezado a un ritmo inferior, de 60.000 millones de euros mensuales, continuarán como estaban previstas, hasta final de 2017.

Pero para reforzar el mensaje en estos momentos de hipersensibilidad, Draghi viene comunicando además anticipos de la conducta futura. Así, sobre los tipos de interés afirmó ayer que se mantendrán en los niveles actuales o, incluso, en niveles inferiores por mucho tiempo, más allá del final del programa de compras de activos. Por su parte, de dicho programa aseguró que si es necesario podría ampliarse en volumen y/o en duración.

El reto de Draghi es hacer todo esto creíble, a sabiendas de que no tendría más remedio que adaptarse a nuevos escenarios porque su compromiso con la estabilidad de los precios es ineludible. Como ya dijera hace años Paul Krugman, la política monetaria es efectiva si el banco central puede comprometerse a ser irresponsable. Pero Draghi no puede, ni los alemanes le dejarían. Su mandato es claro: mantener la tasa de inflación por debajo, aunque próxima, al 2%. Incluso su famosa frase de julio de 2012, "el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro", iba precedida del condicional "Dentro de nuestro mandato" que lo limitaba.

En su conferencia, Draghi señaló que las últimas proyecciones de los expertos del BCE para la zona euro sitúan la inflación subyacente en el 1,7% para este año, en el 1,6% para 2018, y el 1,7% para 2019. El margen respecto al objetivo, por tanto, se estrecha. Posiblemente a Draghi le gustaría ser imprudente, proseguir e incluso intensificar los estímulos hasta que la recuperación económica fuera bien clara. Aunque se pasara de la raya.

Es el dilema de los bancos centrales con un objetivo tan concreto: confiere credibilidad a su actuación, pero también la maniata. Por eso, en sus comunicaciones, Draghi se muestra firme para animar a los agentes económicos, pero no deja a la vez de apelar a los gobiernos nacionales para que su contribución individual sea más decisiva, que actualmente es "subóptima": algunos Estados Miembros tiene que tomar medidas para cumplir con las normas fiscales; y otros tienen que utilizar el espacio fiscal del que disponen, en clara referencia a Alemania.

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