El poliedro

José / Ignacio Rufino

La manzana de la discordia fiscal

La UE exigió el martes al Gobierno irlandés que haga que Apple pague una cantidad razonable por sus beneficios.

EL pasado martes, la Comisión Europea exigió al Gobierno irlandés que hiciera pagar a Apple 13.000 millones de euros por impuestos no satisfechos a la Hacienda de ese país. La cantidad no es moco de pavo: equivale a todo el presupuesto de Salud de la República de Irlanda y supone algo menos de la mitad de todo el gasto anual de la Junta de Andalucía. Las autoridades tributarias de la isla esmeralda han anunciado que van a "defender su integridad fiscal". Lo que viene a constatar que prefieren no ingresar tal dinero: los efectos de penalizar así a una de las compañías más poderosas del mundo le dan, lógicamente, mucho miedo. De hecho, Apple ya ha advertido que las consecuencias de tal medida van a ser graves para el empleo y la inversión en Irlanda (y de rebote, en toda la UE). No en vano Apple se estableció fuertemente allí porque prácticamente su acuerdo como contribuyente con la Administración -lo que se da en llamar su tax ruling-le permite casi no pagar impuestos por sus beneficios. A cambio, miles de empleos de buena calidad y otros efectos económicos positivos para aquel territorio, Irlanda, que es de hecho, junto con Luxemburgo y Holanda, lo más parecido a un paraíso fiscal que hay en la Unión Europea: su tipo del que llamamos aquí Impuesto de Sociedades es el más bajo de la Unión y llega hasta el 6,25% para aquellas empresas de sectores atractores de talento. Esos tipos soplaron el viento en popa en lo que se denominó "milagro del tigre celta", y también un ancla desde la que comenzar a remontar la gran crisis posterior. En el caso que nos ocupa, con un tax ruling específico, la facturación cruzada entre delegaciones nacionales de Apple en Europa hacía que los beneficios se atribuyeran a la sede irlandesa… donde Apple paga menos de un 1% por los beneficios empresariales (en España se paga el 30% como norma general).

Lo que subyace en el fondo de esta controversia, que no deja de ser algo muy esperado, es una guerra que el mundo entero tiene pendiente de decantar hacia un lado u otro de los contendientes en el llamado tax avoidance (la finura terminológica no ha llegado a establecer una voz estándar en castellano para lo que literalmente puede traducirse como "evitación de impuestos", y no "evasión"). Más allá de cuestiones éticas o de responsabilidad social corporativa, en Europa, aun teniendo una moneda y una política monetaria común, la política fiscal es diversa o asimétrica: cada país dispone. Sucede con el caso irlandés que juegan con ventaja. Bien es cierto que al mantener tipos de gravamen sobre empresas muy bajos, sus riesgos de baja recaudación son altos. Pero su condición angloparlante y otras razones culturales han hecho que el otrora pobre país insular sea destino preferible para las grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas o químicas estadounidenses. Y el saldo entre lo que crean en empleo, infraestructuras y otros beneficios del efecto sede son mayores que la merma de ingresos fiscales. Jugaron una carta arriesgada; les fue bien, y ahora puede salirle caro a los irlandeses. Reproducimos una frase de Fintan O'Toole en el Irish Times el mismo 30 de agosto: "Debemos recaudar los 13.000 millones de Apple y cambiar Irlanda". Se trata del dilema entre "coger el dinero o abrir la caja", una caja que no se sabe bien qué contiene. Él, como muchos irlandeses, no quiere ser visto en el resto del mundo como compinche de la elusión de impuestos que muchos consideramos uno de los grandes problemas económicos globales. En este caso, compinche de la habitual creencia de las grandes corporaciones: "Bastante hago con crear empleo y dinamizar tu economía. Tus impuestos no van conmigo. Y no me toques las narices, que muy pronto me doy el bote con otro amante más complaciente".

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