Antonio Garrigues Walker, presidente de Garrigues

"Un país sin sociedad civil está empobrecido, y España no la tiene"

  • Coportavoz de la Fundación Confianza, en activo y animoso a sus 75 años, Garrigues, blasón del bufete líder en la Europa continental, regaña a los políticos por su narcisismo e ineficacia y ensalza a los optimistas

Tras un sobrio apretón de manos y una radiografía fugaz pero milimétrica al interlocutor, Antonio Garrigues (Madrid, 1934) sonríe y pronuncia una sola palabra, una, que destapa toda su energía. "Vamos". Ofrece asiento con gesto firme no porque tenga prisa sino porque desea entrar en materia. Adora -y se nota- la actualidad económica. Casi más, aventuraría un observador circunstancial, que la actualidad jurídica.

-Usted es uno de los cuatro portavoces de la Fundación Confianza, aquella del Esto lo arreglamos entre todos. ¿Lo estamos arreglando?

-La plataforma tiene una aceptación muy generalizada, un impacto sociológico y psicológico que es difícil medir cuantitativamente. Yo participo por un motivo nada más: en las crisis, los factores técnicos son muy importantes, pero luego están los psicológicos. Necesitas moral para salir de una crisis. Si generamos en España un catastrofismo como consecuencia de una radicalización política excesiva, los políticos se divertirán, pero la ciudadanía lo pagará. Si le preguntas a cualquier ciudadano si le gustaría que hubiera ya un pacto social, económico, educativo, sobre la justicia... prácticamente ninguno te diría que no. En Portugal, a la vista de la situación, el primer ministro [el socialista José Sócrates] y el líder de la oposición tuvieron una reunión para demostrar que están juntos y eso ha generado un efecto positivo estupendo. Los políticos tienen que darse cuenta de este tipo de temas, pero lo no hacen.

-¿Por qué fallan?

-Por motivos electorales, en gran parte. Con las elecciones catalanas de noviembre, viviremos una época de tensión tremenda. En tiempos electorales, los políticos pierden la razón y la medida; son capaces de decir cosas que en un estado emocional frío callarían. Yo espero que sean responsables. Imagino que con un 20% de paro algún tipo de responsabilidad tendrán que asumir.

-Las terceras vías no cuajan en España. Usted lo intentó dos veces, primero con el Partido Demócrata Liberal y luego, junto a Miquel Roca, con el Partido Reformista.

-No cuajan por muchos motivos. En aquel momento lo hicimos mal, no fue una operación bien puenteada, o el país no estaba preparado para eso. Las leyes electorales en España no favorecen el bipartidismo. Es un poco lo que pasa en Inglaterra, donde los liberales [con Nick Clegg a la cabeza], que ahora están mejorando sus expectativas electorales, siempre han logrado más del 10% de representación. Es muy difícil que un nuevo partido se meta entre los dos grandes.

-Perdone que vuelva al principio y al optimismo. ¿No resulta insuficiente ese mensaje con la contundencia que últimamente gasta el componente estadístico?

-Los factores técnicos se valoran y miden; el psicológico es un factor también moral. Si le dices a tu hijo que tiene un problema y que jamás saldrá de él, probablemente no salga. La actitud es lo que hace cambiar todo, incluida la perspectiva del problema, que es lo que a veces la gente no ve. Se exagera el problema cuando se tiene una moral negativa.

-Entonces, el proverbial optimismo de Zapatero no es tan dañino per se.

-Entre el optimismo y el catastrofismo, me quedo sin duda con el primero. El derecho al pesimismo lo puede ejercer muy poca gente: los más desfavorecidos, los parados y los inmigrantes. Todos tenemos una especie de obligación de ser positivos ante la crisis. No hago más que ver libros que hablan de este tipo de temas [señala una larga estantería con títulos en varios idiomas]. Hay que darse cuenta de que hay que tener una buena moral. Lo hemos visto en el fútbol. Cambias la moral y cambia todo, aunque los jugadores sean los mismos. Ocurrió con la expedición de los 10.000 de Jenofonte, que era un ejército derribado hasta que aparece una persona que les devuelve la confianza. Vamos a salir de la recesión a pesar de las cosas que nos puedan decir. España ha hecho todo bien hasta ahora y lo seguirá haciendo. Ahora, en vez de poner dificultades, a ver si encontramos a gente que de verdad ayude a este país a reaccionar cuando antes.

-¿Qué le parece la rebaja de calificación de Standard & Poor's a la deuda española?

-El mundo financiero está dominado por los anglosajones. Tienen Wall Street y la City, que son los dos grandes mercados financieros, porque los europeos no cuentan. Ojalá hubiera una bolsa europea maravillosa, ojalá la City reflejara el poderío europeo. Tienen las revistas especializadas más importantes: Wall Street Journal, Financial Times y The Economist. Además, todos los calificadores fueron creados por anglosajones (Moody's, Fitch, S&P). Yo no digo que lo hagan mal, digo que lo han hecho muy mal en el pasado y que hasta la prensa anglosajona lo reconoce. Estos señores, ¿cómo es que ahora son la fuente de inspiración de todo? Tampoco digo que haya una conspiración contra España, Grecia y Portugal ni que no tengan sus debilidades (aunque, por cierto, la deuda española esté mejor valorada que la italiana). Estamos en este juego, y es un juego muy peligroso porque están los especuladores, a los que no se puede aniquilar porque son inasequibles al desaliento, pero que en algún momento habrá que encararlos. El gran problema de la Europa continental es que no está unida. No digo que sea verdad que [Angela] Merkel dilate las ayudas a Grecia para tener una mejor imagen cara al electorado, pero si fuera así, realmente es triste. Aquí todos juegan sus propios intereses.

-No hay una conspiración contra determinados países, dice. ¿La hay contra el euro?

-Para el mundo anglosajón, el dólar y la libra no son temas menores sino decisivos, y por lo tanto no va a hacer nada que les afecte negativamente. El dólar manejará la relación con el euro en la forma en que le convenga. Ahora le puede interesar tener un euro menos fuerte. Vamos a depender un poco de esos juegos de acción financiera, donde nuestra capacidad de acción es muy pequeña.

-¿Reforma laboral sí o sí?

-Hace falta un pacto social para afrontar el coste del despido; el absentismo, que en este país es el doble que en Europa; la movilidad laboral, que es bajísima… ahora se ha puesto de moda el modelo austriaco, se ha hablado del alemán y del nórdico. Bien, yo digo que, sin ofender principios sagrados ni de los empresarios ni de los sindicatos, algún modelo europeo más eficaz que el nuestro se debería pactar. El Gobierno empieza a ceder en ciertas áreas, pero los empresarios y los sindicatos todavía no. Necesitamos ese pacto, y no es imposible, porque no lo es que gente sensata e inteligente se ponga de acuerdo. Parte del éxito de nuestro crecimiento económico en los últimos 15 años se ha debido al diálogo social. Espero que de una vez se den cuenta de que sin eso la convivencia social es imposible y la eficacia económica nula.

-Una vez más, somos lentos...

-Siempre tardamos mucho. Hay que reconocer que los países de sangre latina son más lentos. Hay dilaciones generadas por problemas de protagonismo e imagen. Sindicatos y empresarios deben darse cuenta de que hasta la gente a la que representan quiere que haya un pacto con las renuncias y los sacrificios que sean necesarios. En España, la ciudadanía es muy inteligente: sabe lo que hay que hacer y lo que hay que votar, pero es que no nos dan papel ni protagonismo. Un país sin sociedad civil es un país muy empobrecido democráticamente. No tenemos sociedad civil.

-El Gobierno ya nunca habla del ladrillo. La niña mimada es el I+D. ¿Para cuándo un Silicon Valley español?

-Es que Silicon Valley es mucho Silicon Valley. No creamos que España es el ejemplo negativo. En Italia no hay algo parecido, ni en Francia. Cuando uno lee los índices estadísticos, comprueba que en el ámbito tecnológico estamos muy flojos. Hay que mejorar capacitación, equipamientos, y sobre todo utilización de las tecnologías. Antes de alcanzar la idea de un Silicon Valley hay muchas cosas que hacer: una educación bien planteada, por ejemplo. Lo peor de la crisis es que era tan fácil crecer que nos hemos olvidado de los problemas reales para la sostenibilidad de un sistema económico: la citada educación, la innovación, la productividad y la competitividad. Y ahí estamos muy mal, tenemos que mejorar, y no podremos hacerlo de hoy para mañana sino a partir de un pacto nacional. España debe decidir si quiere seguir en la primera división o si acepta mansamente que pasa a un nivel inferior.

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