Elecciones

¡Hasta las narices!

EL pasado miércoles, poco antes de las ocho de la tarde, me adentré en la concentración de Sol ilegalizada por la Junta Electoral de Madrid.

Lo primero que percibí fue un olor rabioso a humanidad. En el corazón del Movimiento del 15-M, un grupo de trabajadores de tres centros ocupacionales de discapacitados intelectuales y mayores perturbaba el té a doña Esperanza Aguirre.

Mezclados con ellos, la muchachada rebelde, procedente de la izquierda radical, el ecologismo y el pacifismo, principalmente, cumplía la amenaza contracultural: "Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir".

En los aledaños de una plaza muy vigilada por la Policía pero nunca acordonada, descubrí el resto de la configuración sociológica de esta protesta heterogénea. Un estudiante de La Línea, embutido en una camiseta del Cádiz, portaba un cartelón que ponía a los ministros José Blanco y Leire Pajín como ejemplos destacados de la generación Ni-ni. Un señor jubilado se le acercó y le sugirió que se metiera también "con los otros" (los del PP). El joven le dio la vuelta al cartel y apareció en el reverso un menú de corrupción con el caso Gürtel como primer plato. El resto de las chorizadas nacionales, incluida la de los ERE, también.

De inmediato, otro jubilado le pidió que incluyera las mangancias que se han producido en la comunidad de Castilla-La Mancha.

Una señora mayor aprovechó el debate político-gastronómico para explicar que vestía lo que encontraba en la basura. "En la basura, sabe usted, hay hasta ropa de marca", explicó mientras arrancaba a llorar.

Todos ellos estaban indignados, unos porque quieren futuro y aspiran a una democracia más participativa, otros simplemente porque las están pasando canutas y necesitaban gritar, aprovechando eso de la libertad de expresión: "¡Estamos hasta las narices!".

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