Elecciones

Garzón, el invisible

  • El líder de IU-Unidad Popular visita Cádiz en plena resaca de su ausencia en el debate electoral televisivo

Alberto Garzón habló ayer muy deprisa. El día después del día del debate, el líder de Izquierda Unida o Unidad Popular, o la esencia de la lucha obrera (todo vale para ese espíritu izquierdista), quiso quitarse de encima la capa de ser invisible. No fue invitado al debate de los debates, no estuvo en la final four de los aspirantes a inquilino presidencial. Además, también ayer (pero por la mañana), le precedió en puesta en escena electoral el líder naranja, Albert Rivera.

Habló muy rápido Garzón. Como si llevase días preparando lo que iba a decir en el debate televisivo, a sabiendas de que no iba a ir, pero con la esperanza prostrera de que una llamada le dijese, "anda, ven". Pero no hubo llamada y ayer hubo mitin en Cádiz. Lo soltó todo, casi de corrido.

Antes de intervenir, dijo Manuel Cárdenas (líder provincial de IU) que quieren hacer invisible a Garzón, a la voz de la izquierda. Pero que, precisamente Garzón, por su invisibilidad, había sido el único ganador de ese debate. ¿Por qué? Por miedo, dijo Cárdenas. Porque son los únicos que dicen la verdad.

Desde que entró ayer en el Palacio de Congresos de la capital gaditana, Alberto Garzón empezó a ir quitándose esa capa de ser invisible. Momentos antes, el otrora líder provincial izquierdista y parlamentario autonómico, Ignacio García, hacía de acomodador de sala sobre el escenario. Abajo, otros clásicos de la formación como Antonio Roldán o Fernando Macías aguardaban nerviosos. Por la megafonía del teatro, sonaba Triana. Abre la puerta niña. ¿Mensaje a Ana Pastor? Pero quiso la casualidad que, a la entrada del líder invisible, sonara Bon Jovi. Sí, Bon Jovi. Uno de los éxitos de la banda de rock se mezclaba con aplausos y gritos de "presidente, presidente", pasando al clásico "Que viva la clase de la lucha obrera". Alguien le colocó a Garzón sobre el cuello una bufanda con los colores de la república. Aplauso atronador y puño cerrado en alto.

Cuando ya Manuel Cárdenas estaba a punto de dejar su garganta en el atril (¿factura de otros mítines o simple resfriado?), Alberto Garzón agarró el atril. Y no lo soltó hasta 40 minutos después. La gente esperaba alguna alusión a la cita de Atresmedia, y la hubo. "Horas antes del debate se publicaba una entrevista con el presidente de la CEOE, en la que decía que el debate no le preocupaba porque los cuatro partidos habían decidido no molestar al sector económico. Ahora entiendo por qué no estuve en ese debate". Más aplausos.

Pero su mensaje central se basó en los clásicos referentes de la izquierda: lucha obrera, derechos sociales, pelea contra "la oligarquía que es la que manda". Llegó a decir que "durante los cuatro años de esta legislatura, si Rajoy hubiese mandado a Florentino Pérez nos habríamos ahorrado un intermediario". E insistió en la reforma constitucional que llevará a cabo en caso de ser elegido, en la unidad real entre hombre y mujer, en recuperación de derechos perdidos, rescatar la educación o la sanidad universal, regenerar una justicia "que causa frustración porque es como las serpientes; sólo muerde a los descalzos".

Y recursos a más clásicos: "Para conseguir derechos no hay que pedirlos por favor, se sale a la calle a pelearlos". Apostilló el no a la guerra y no a la OTAN, el cambio en una Unión Europea "que se lleva las manos a la cabeza cuando se ahogan los inmigrantes", el reconocimiento al Sáhara y Palestina o a los fusilados en la Guerra Civil.

Pero todo eso, dijo, hay que conseguirlo en la calle. "La oligarquía quiere regenerar el sistema, pero nosotros tenemos una historia detrás. Salid a la calle y convenced a todos los que conozcáis, convencedles. Si los barrios más pobres votan, gobernará la clase trabajadora".

Garzón se quitó la chaqueta y se sentó en el atril. Después pasaron por el escenario representantes de colectivos que anunciaban su voto a IU el 20-D, desde Rafael Lara (Pro Derechos Humanos), a la marea naranja (sanidad) o Antonio Noria (astilleros de Puerto Real).

Ayer, el joven líder de IU-Unidad Popular comprobó que sigue teniendo en Cádiz un filón inagotable, mezcla de sesentones y nuevos convencidos de 20 años, que llenaron el Palacio de Congresos. Quizás hoy Garzón sea menos invisible. Pero, eso sí, va por barrios.

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