Elecciones

Pedro no ama a Pablo

  • El amor es un recurso que no se utiliza en las campañas por temor a mostrar a un candidato débil Pedro Sánchez reacciona airado después de que Pablo Iglesias lo dé por acabado

QUÉ poco se habla del amor en las campañas electorales. Y en la política. El amor, ese sentimiento que todo lo puede, está siempre fuera del discurso por si pudiera parecer que quien hace referencia a él es más blando que el contrario. Los políticos pueden besar a miles de niños y señoras mayores en su deambular por España, pero jamás le declaran amor a nadie. Parece que da reparo y hasta un poquito de rubor. Con lo bien que estaría que ese "haz el amor y no la guerra" que presidió los 60 se hiciera presente estos días para endulzarnos mítines y discursos. Pero no.

Es más, en estos días de caravanas lo que aparece siempre es el desamor. La íntima pulsión de rechazo hacia quienes son los contrincantes en la que el orador actúa como novia (o novio) despechada. Del debate del lunes por la noche, lo más que ha salido es un profundo desamor en la izquierda española. Mientras que por el lado derecho el PP y Ciudadanos cruzan miraditas por lo que pueda venir, entre el PSOE y Podemos se desató ayer una inquina más propia del primer desengaño que de una relación adulta. Naranjas y azules disimulan con esa típica cosa de que "los que se pelean se desean". Eso no ocurre entre rojos y morados. Es más, las filas socialistas aparecían ayer algo así como ultrajadas por el desdén con el que las trató Pablo Iglesias en el encuentro de Atresmedia. Salió en tromba el partido del puño y la rosa a defender su belleza, desde el último concejal hasta el jefe máximo. Bonito fue el homenaje que César Luena, secretario de Organización en Ferraz, le hizo al gran Forges al descalificar a Iglesias como "tertuliano". Eso, en el lenguaje del dibujante madrileño, viene a ser como decirle a uno que en su casa no lo quisieron ni su padre ni su madre y que por eso da la tabarra ante el primer micro que se le ofrece.

Ay, el desamor. Qué malo es sentirse despechado y, sobre todo, despreciado. Fue Pedro Sánchez, el desairado, el que más denotó lo dolido que está con el modo en el que se le ha acabado el amor. Al aspirante socialista le sentó ayer realmente mal que el joven de la coleta le dijera que tras el debate "ha quedado fuera de la carrera electoral". Una ofensa que tuvo rápida respuesta. "Está demostrando [Pablo Iglesias] algo importante, y es que si ama algo por encima de cualquier otra cosa es a sí mismo", señaló Sánchez en un mitin en La Coruña. "Plantea una relación político afectiva bastante complicada, es aquella que dice 'tú ámame a mí, que yo también me amo a mí mismo", finalizó. El candidato socialista, al que le está cayendo en estos días desde todas partes, ya no sabe cómo decir que él sigue siendo el mismo del que una vez España se enamoró. Que se ha cambiado el pelo y algo el vestuario, pero que su corazón sincero se mantiene fiel a lo que siempre pensamos de él. Que él es la izquierda de verdad, la misma que aprobó leyes contra el maltrato, a favor del matrimonio homosexual, a favor de los dependientes o en recuerdo de las víctimas de la guerra. La izquierda social, que es el lugar que le ha quedado para reivindicarse después de que los podemitas le hayan tomado al asalto el lugar de la joven y enrollada izquierda.

Pedro ya no ama a Pablo. Está muy dolido porque Pablo va diciendo por la calle que lo tendrá en su mano cuando quiera. Y eso Pedro dice que no le gusta. Otra cosa es que en voz baja, Pedro masculle que si dentro de diez días tiene que gustarle, volverá a amar a Pablo.

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