Elecciones

Un Rajoy post-Bertín

  • El efecto del programa televisivo se deja notar en su paseo por Málaga, en el que tardó hora y media en recorrer apenas 300 metros

Mariano Rajoy deja de ser Mariano Rajoy. Al menos durante el tiempo que dure la campaña electoral. En el arranque de la cita con más interrogantes en la historia de la democracia española muda de perfil y asume el reto de reinventarse. Lo hace con un plan claro bajo el brazo, el que dibujan los estrategas de su partido, sabedores de los efectos que un buen programa televisivo tiene sobre el pueblo. El Rajoy que ayer paseó por el centro de Málaga capital no era sólo el presidente del Gobierno, era el personaje post-Bertín Osborne. Raro era el ciudadano que no se acercó para reconocer lo que otros callaban. "Ayer le vi en el programa", le repetían de manera incesante, ante lo que el dirigente popular, con sonrisa en el rostro, solía contestar: "8 a 1; fue la pera".

"Hay un antes y un después del programa", aseguraba satisfecho un dirigente del PP malagueño. Y por lo comprobado in situ no se equivocaba en su afirmación. El fenómeno televisivo, con más de 8 millones de espectadores, alimenta sin disimulo la apuesta de Rajoy por huir, de momento, del debate directo con sus adversarios electorales. Tras convertirse en comentarista deportivo y demostrar sus dotes con el futbolín, al candidato popular le queda aún una cita inaplazable, la asistencia al programa de María Teresa Campos. Son los nuevos tiempos de la política.

En ese escenario, proximidad con los vecinos. Por la mañana, paseo por Melilla; por la tarde, paseo por el espacio noble de Málaga capital, con calle Larios como pasarela. En los 300 metros de la vía, hora y media de reloj. Aunque el itinerario no se medía ayer en segundos, sino en besos por metro cuadrado, en selfies por metro cuadrado. Si Rajoy no se hizo doscientos selfies no se hizo ninguno. Alguno incluso tiraba de ironía: "Si cobrase un euro por cada foto...". Quizás las arcas de la Seguridad Social volverían a estar lustrosas.

"Qué bien, qué alegría; me ha hecho mucha ilusión", confesaba una señora tras haber tenido la oportunidad de estrechar la mano del presidente del Gobierno y fotografiarse a su lado. Incluso, se atrevía a precisar que "en persona parece más joven". Otra mujer, algo arrollada por la acumulación humana, acabó por percatarse de que el dirigente popular es más alto de lo que pensaba. "No lo veo, ¿tan bajito es? Qué guapo. A ver si nos sube la paga", relató de un tirón.

La media de edad de muchos de los que, ya fuese por sensibilidad política, ya fuese por curiosidad natural, se arremolinaban al paso de la comitiva, era más bien elevada. Sin embargo, no fueron pocos los jóvenes que aprovecharon la conyuntura y la flexibilidad del cordón de seguridad para retratarse con Rajoy. "Esta foto se la mando a mi madre y le digo 'mira con quién he estado", vociferaba una adolescente, mientras su amiga añadía: "Me he sentido famosa".

Tuvo tiempo el presidente hasta para toparse casi sin querer con un paisano gallego, de Seoane, para más detalle. "Le he dicho que me deje a Mas un par de días para enderezarlo", proponía a modo de solución del conflicto catalán. Se ignora si el presidente aceptó el ofrecimiento. Rafael, "el cuponero de calle Larios", como él mismo se presentó al presidente, se abrió paso a empellones hasta alcanzar su figura. Ya a su lado, le regaló un cupón de lotería. Y con el 96.361 posó de nuevo ante el teléfono móvil. La marcha interminable tuvo hasta un guiño para el paisanaje local. Al ser preguntado por el ambiente de Málaga, no pudo reprimir un: "Bueno, bueno, me quedo aquí".

Tras hora y media de tránsito, la comitiva popular alcanzó la meta. Una mesa para doce comensales, preparada en la terraza de un conocido café malagueño. Todos, incluido Rajoy, tomaron chocolate con churros. Un tentempié con el que saborear las bondades del éxito y tomar fuerzas para lo que resta por delante.

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