Elecciones

El año del cambio

  • Otro panorama. En el Congreso se visualiza el fin de la Transición y el nacimiento de una era con los pactos como ejes, y quedan atrás elecciones y campañas de las últimas cuatro décadas

SON las elecciones más abiertas de la democracia, con tres candidatos que pueden convertirse en presidente del Gobierno y con una discrepancia de pronósticos que provoca que los profesionales de la demoscopia se hallen en un escenario desconocido. Los responsables de campaña analizan con lupa el sondeo del CIS, la madre de todas las encuestas, y los expertos se fijan menos en los porcentajes y escaños que en las "tripas", los datos concretos, sobre los que han trabajado los "cocineros" del CIS. Los partidos más desfavorecidos tratan de poner el acento en esa "cocina", descalificándola, para intentar que el ánimo no decaiga excesivamente.

Se diluye el bipartidismo de los últimos 40 años y aparecen dos nuevos partidos que no tenían representación parlamentaria y que van a ser decisivos a la hora de elegir al nuevo presidente, que con toda seguridad no tendrá mayoría absoluta. Las campañas no mueven excesivo porcentaje de votos, o así ha sido hasta ahora, pero se ha iniciado ya oficialmente la que culminará con las votaciones del 20-D y, esta vez sí, en estas dos semanas se decidirá el nuevo Gobierno. El futuro empieza hoy.

No hay sondeos que no coloque al PP como vencedor, pero la pérdida de votos es tan relevante que Rajoy, si quiere seguir de presidente, tendrá que pactar con otra fuerza a no ser que contra pronóstico logre un resultado mejor del que le auguran las encuestas y, aunque no alcance la mayoría, pueda gobernar en minoría. Como han hecho en algún momento todos los que le precedieron.

También por primera vez no se va a cumplir el acuerdo no escrito que han mantenido todos los partidos: permitir que gobierne el partido más votado. Sánchez rompió la baraja hace meses cuando anunció que debe mandar el que cuente con más apoyos, como ocurre en los gobiernos regionales y municipales; y Rivera, que en su fase inicial también defendía que gobernara quien lograse el mayor número de votos -de hecho en las autonómicas y municipales apoyó indistintamente al PP y al PSOE, al partido ganador-, ya no está en esa línea, sino que baraja la posibilidad no disparatada de que Ciudadanos (C's) sea segunda fuerza y pueda convertirse en presidente con la ayuda del PSOE. Sin embargo, en el equipo electoral socialista transmiten la idea de que su candidato va a ser, seguro, el próximo presidente.

Su argumento es que Podemos, ERC, IU y los partidos de extrema izquierda jamás apoyarán a Rajoy; tampoco lo haría la formación de Mas; en esa línea estaría el PNV y cree el PSOE que C's no apoyaría un Gobierno del PP porque significaría que el empuje de Rivera se disolvería como un azucarillo. No consideran en cambio que un pacto con el PSOE perjudicaría a C's, aunque habría que preguntarle a Rivera si ve acertado el análisis de Sánchez. Por supuesto, no admiten ni de lejos que el PSOE sea tercera fuerza. Pero puede serlo.

Lo que efectivamente parece incuestionable en el panorama que pinta Sánchez es que Rajoy jamás contaría con el apoyo de la izquierda en sus distintas siglas, pero existen dudas respecto a que el PNV de Urkullu se aliara con un conglomerado de izquierdas en torno a Sánchez. En cuanto a CDC -que se llamará Democràcia y Llibertat- cualquier cosa es previsible, incluso la más insospechada. Por tanto, aunque quedan partidos menores que podrían tener algún escaño (Coalición Canaria, Unió) será C's quien incline la balanza. O quien consiga que su candidato sea presidente sin haber sido siquiera diputado en la legislatura anterior y sin experiencia nacional e internacional. Siempre se ha dedicado a Cataluña, su rampa de lanzamiento para aspirar a tener un papel destacado también en el resto de España.

Si Rajoy no se mantiene en el Gobierno, sería el primer presidente que no repite una segunda legislatura. Es consciente de que su imagen ha sufrido un deterioro profundo, por la dureza de las políticas que ha adoptado para superar la situación económica; como sabe también que la corrupción lastra al PP pese a que ha promovido medidas que nunca un Gobierno había aprobado antes para castigar a los corruptos, y además no ha movido un dedo para impedir que algunos de sus compañeros de partido y de Gobierno hayan acabado ante un tribunal o en prisión. Pero, sigue pensando que la única opción de que se supere definitivamente la crisis y se cree empleo es completando sus políticas.

Dos días antes del inicio de la campaña lanzó una propuesta impactante para potenciar empleo indefinido... y para captar el voto indeciso -que es su principal objetivo-, al anunciar importantes reducciones de cuota a la Seguridad Social. Rajoy cree que lo mejor que puede ofrecer son unos datos económicos muy distintos a los que encontró, tanto de déficit como de empleo, con la UE presionando para el rescate.

El empleo es el objeto estrella de todas las propuestas. Sánchez pone el acento en la precariedad, y promete que derogará la ley de reforma laboral. C's no es tan crítico, promete la creación de más puestos de trabajo, pero con otros aspectos de su programa desgrana lo que hay que conseguir aunque no concreta cómo. También la educación es un capítulo al que han dado relevancia los partidos con más posibilidades de conseguir mayor número de votos, con unanimidad respecto a que el sistema actual es manifiestamente mejorable.

El PSOE también promete derogar la ley Wert y esa idea está en el ánimo de los otros partidos de la oposición, aunque el mensaje ha quedado más diluido desde que el actual ministro y sustituto de Wert, Méndez de Vigo, ha dejado aparcados algunos puntos de la ley que debían haberse aplicado este curso. En cierto sentido, el Gobierno del PP ha empezado a dar la puntilla a una ley que no convence en la comunidad docente.

Los partidos, sobre todo los cuatro con mayor respaldo, han trabajado a fondo en sus programas, aunque en C's y Podemos se advierte la inconcreción propia de quienes nunca han gobernado, con excesivo voluntarismo en sus propuestas, mucho "hay que" y escasos "cómo". Sin embargo, ni a Rivera ni a Iglesias debe preocuparles, porque es sabido que en las campañas los programas pasan a segundo plano ante la personalidad de los candidatos. Dos o tres promesas "estrella" que provoquen titulares son suficientes.

Sin embargo, se ha iniciado una campaña en la que tendrán que controlar los nervios, porque cualquier error puede tener graves consecuencias. No juegan dos candidatos, con programas muy definidos y propuestas distintas. Hoy los límites no están tan claros y además en estos cuatro años la influencia de las redes sociales es tan alta que pueden decidir el resultado electoral.

En este 20 de diciembre quedan atrás las formas y modos de las elecciones y las campañas de los últimos 40 años. En el Congreso se visualizará el fin de la Transición: no habrá dos partidos que sumen el 70% de los votos y decidan. Empieza una era en la que pactar será el verbo que marque la política y la sociedad españolas.

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