Cuatro por uno

La izquierda tiene más de un color: ¿rojo o morado?

  • Iglesias lucha contra las expectativas anteriores, porque el resultado que apuntan los sondeos para Podemos sería histórico en la izquierda. Todos quieren batir al PSOE de Sánchez.

  Las expectativas son moneda de cambio en política. Y por exceso o por defecto pueden acabar distorsionando el resultado. Desde que Podemos obtuvo en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 un resultado inesperado para los medios, los sociólogos y los politólogos -que no para una parte del electorado-, Pablo Iglesias ha visto moverse las expectativas que él y el partido del círculo morado generan como una vagoneta de montaña rusa. Hace pocos meses el Centro de Investigaciones Sociológicas -que hace las encuestas con más muestras en España- lo encumbró a primer partido. Ahora, cuando esta medianoche arranque la campaña electoral, todos los sondeos les sitúan como cuarta fuerza política, ocupando en torno a 40 escaños. Para un partido que nunca ha concurrido a Cortes Generales, como es Podemos, sería una marca digna de estudio teniendo en cuenta los antecedentes desde 1977. Pero habiendo tenido expectativa hasta de ser primera fuerza, quedar cuarto, superado por el bipartidismo rampante, al que bautizó con fortuna como la casta, y hasta por otra fuerza emergente, Ciudadanos, puede parecer poco. No lo es. Basta decir que sería el doble de la representación máxima que haya obtenido el Partido Comunista de España o Izquierda Unida en todas las Legislativas de 1977 a 2011.

Iglesias está curtido en la militancia de izquierda, un experto en el agitprop, un orador brillante con dominios de lo audiovisual y, sobre todo, un politólogo que decidió pasar del análisis a la acción. Y mucho antes de fundar Podemos. Con ese currículo tiene claro que en esta campaña, tal y como empieza su objetivo es ser el referente de izquierda. El único. Por eso ni aceptó la unidad que desde su otrora partido, el Comunista, le ofrecía ni ceja en el empeño de hacer ver al votante que le sigue o que duda si apoyarle es que en este parchís del 20-D, sólo el morado es izquierda. Ni azul, ni naranja ni, mucho menos, rojo. Los demás colores son derecha para él.

Ayer mismo insistía en ese que será un mensaje recurrente hasta el filo de la jornada de reflexión: el PSOE cuando gobierna, sostiene, hace políticas de derecha. O como hizo en el primer debate que se ha organizado, le gustan las propuestas, el programa, de Pedro Sánchez y el PSOE, presente y pasados, pero los rechaza porque "luego no los cumple".

Del debate salió más fuerte. Convenido de que aún hay partido para Podemos. Que hay muchos lugares en España donde su marca o sus derivados han superado al PSOE. Y eso que evitó que hubiese papeletas de Podemos en las urnas municipales, lo que no impide que presuma de alcaldes del cambio. Aunque el ejemplo andaluz, el de Cádiz, ha generado desilusión a las primeras de cambio. Piensa que ganará más votos si es capaz de demostrar que la única alternativa de izquierda es la suya, con Unidad Popular-IU retornando a la irrelevancia de comienzos de esta década.

No enarbola el discurso del sorpasso que acuñase Julio Anguita, sino el de las políticas. No se trata de sobrepasar al PSOE. Sino de convencer de que nadie, salvo Podemos, ejecutará políticas de izquierda. Los dos emergentes están en la misma pelea: superar al PSOE para crear una mayoría alternativa al PP. Pero como vimos aquí ayer con C's, toda apuesta tiene su reverso. Su perfil de izquierda pura asusta -sin entrar en sus complicidades nacionales e internacionales- y por eso la moderación de sus postulados es el pan nuestro de cada día de los últimos meses. Una arriesgada pirueta que también puede desanimar a una parte del electorado.

Entre la agenda oficial y salir del búnker

Es una de sus bazas. Y la está exprimiendo en esta precampaña que acaba hoy. Da igual que la legislación electoral actual prohíba inauguraciones. Mariano Rajoy aprovecha cada ocasión que le brinda la agenda oficial para sumar para su campaña. Ayer el Tribunal Constitucional anuló por unanimidad la resolución que abre el proceso de independencia en Cataluña. Y Rajoy tenía ayer una comparecencia pública por la visita de su homólogo colombiano. Defender la legalidad y la unidad de España salió solo. Y de esa baza a la apuesta de mostrar el perfil más humano del presidente. Anoche con Bertín Osborne, que ya recibió siete días antes a Pedro Sánchez. El tono del programa es propicio para el objetivo que persigue, conversar con sosiego y amabilidad para mostrarse como un tipo corriente.

La política de pactos lo inunda todo

Por enésima vez. Albert Rivera tuvo que responder ayer a la pregunta de si apoyará a un Gobierno de Mariano Rajoy o, alternativamente, de Pedro Sánchez. Ni a uno ni al otro repitió sin descanso, una ecuación que sólo se resuelve si él es el próximo inquilino del Palacio de La Moncloa. Ése es el juego, pero dejar que la política de pactos lo inunde todo y condicione la campaña puede ser también un riesgo. En Andalucía, por ejemplo, hay votantes naranjas en marzo que regresan al azul en diciembre. Lo dicen abiertamente. Y lo argumentan: no les gusta que sean el socio del PSOE de Susana Díaz. Y sin embargo ese gesto convence a votantes de centro-izquierda que no confían en el PSOE. Rivera es el primero que querría no tener que estar diciendo cada día si azul o rojo. Pero es su sino hasta el día 18.

Desbaratar sin construir es un riesgo

El discurso del candidato del PSOE asegura que está rozando la victoria los dedos. Pero pocos socialistas de peso sostienen en privado eso. Todo lo contrario: están más preocupados de certificar el segundo puesto y lo más cerca posible de los 110 diputados que deja de herencia Alfredo Pérez Rubalcaba. Están preocupados porque no ven a Pedro Sánchez igualando esa cifra. Probablemente no ayuda una batería de propuestas preocupada en un alto porcentaje de desbaratar lo hecho en los últimos años por el PP y menos en propuestas propias que construyan. Todo sin tener en cuenta que como país tenemos obligaciones, como las tuvo el PSOE al final del mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. Un ejemplo: la reforma laboral está entre las condiciones pactadas con la Banco Central Europeo.

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