Elecciones

Más pendiente del retrovisor que de la meta

  • Pedro Sánchez da la sensación de no estar cómodo en una campaña en la que el PSOE también recibe ataques de quienes pelean por sus votantes Rajoy da imagen de cansado

grimaldi

QUIZÁS la dirección federal del PSOE esperaba que ésta sería una campaña de acoso y derribo a Mariano Rajoy por parte de los otros tres partidos que han de determinar la composición sustancial del Congreso de los Diputados y la gobernabilidad de España en la XI Legislatura. Pero lo cierto es que Pedro Sánchez está teniendo que lidiar también con ese envite: a los reproches de los representantes del PP -esperables- se unen los de los dos partidos emergentes, que no hacen distingos en el bipartidismo y que saben que sus posibilidades de crecer están en el granero del PSOE tanto o más que en el del PP.

Y da la sensación de que el candidato socialista no está nada cómodo en esta tesitura. Demasiadas veces parece estar más preocupado por lo que le liman por detrás Ciudadanos y Podemos que por acortar la distancia que le separa del PP.

Eso explica que su apelación al voto útil sea constante y no un recurso para rematar la campaña rebañando un buen puñado de votos a su izquierda, como ha hecho no pocas veces el PSOE en democracia y en todos los ámbitos electorales. Aunque lo que otras veces sirvió para atraer partidarios de IU puede que ya no sirva en esta nueva España tetrapolítica.

Es su mensaje recurrente, el clavo ardiendo al que se agarra para convencer a su potencial votante, seducido por el centro por Albert Rivera y los suyos; y por la izquierda por Pablo Iglesias y los podemitas. Ayer, desde La Coruña volvió a hacerlo. "Si la mayoría de los españoles quieren cambio, que ese voto no se divida, porque se frenaría el cambio", dijo Sánchez, que llamó directamente a los votantes de Podemos: "Que lo tengan muy claro, Pablo Iglesias lo que está diciendo es que está dispuesto a que gobierne el PP con tal de que no gobierne el PSOE".

Pero ayer enfatizó aún más ese mensaje y fue directo a por quienes se sienten identificados con el PSOE, como partido histórico de la izquierda española y transformador de la sociedad en los 38 años de restauración democrática. "Sentíos orgullosos del PSOE, sacad la raza que tenéis dentro y vamos a ganar las elecciones del próximo 20 de diciembre", les reclamó recordando que es un partido con 130 años de historia.

En su mitin de ayer, el mayor que ha dado en lo que va de campaña, ante unos dos mil partidarios, estuvo una y otra vez tratando de desacreditar a Pablo Iglesias, al que curiosamente ve como un narcisista que sólo se ama a sí mismo. Y eso que Sánchez es de nuestros cuatro protagonistas quien más confía en sacar rédito a su físico.

Es el mejor síntoma de que él mismo no acaba de creerse el discurso que la dirección del PSOE hace de que están muy cerca del PP y que van a ganar estas elecciones en votos y escaños. No termina de lanzar su campaña hacia la meta: la victoria. Está más pendiente del retrovisor, de no ser superado por alguno de los partidos emergentes, por las consecuencias que para su carrera política tendría.

Está siendo demasiado transparente en esta campaña, signo de bisoñez política. En menos de una semana ya ha hablado de pactos para desbancar al primero, que es dar sensación de perdedor, al mismo tiempo que trata de convencer de que sólo él y el PSOE pueden traer un cambio de Gobierno, una contradicción evidente que alienta a dos partidos nuevos que están ilusionando al centro moderado y al ala izquierda del votante socialista.

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