Elecciones

La remontada del 'perro apaleado'

  • Es paradójico que todos los partidos, con y sin opciones de gobierno, vayan a la defensiva y se disputen la posición de víctimas ¿Es Pablo Iglesias o Pedro Sánchez el 'Rocky Balboa' del 20-D?

DIRECTAMENTE relacionadas con la lectura del éxito y del fracaso están las expectativas. Porque importa la posición de partida pero más valor se otorga al horizonte de llegada. Y porque, en la escala de grises que va del triunfo al hundimiento, de la euforia a la depresión, todo termina siendo más que relativo. Así es en la vida y así es en política.

Desde el cara a cara de la precampaña entre Pablo Iglesias y Albert Rivera con Jordi Évole en Salvados, con la sorpresiva derrota televisiva de los morados frente al empuje de la formación naranja, no son pocos los analistas que están viendo al líder de Podemos inmerso en una estudiada operación de marketing para convertirse en el Rocky Balboa del 20-D. Es lo que en sociología política se llama el efecto underdog. Un efecto "perro apaleado" que viene a conectar con ese sentimiento tan español de vapulear a quienes van de sobrados y mostrar condescendencia y solidaridad con los perdedores.

En el lado contrario está el movimiento carro ganador: el efecto bandwagon. Tal vez ya no lo recuerden, pero fue lo que hace cuatro años funcionó de manual cuando en la triste y fría campaña entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba casi el único suspense de la jornada electoral era saber por cuánto ganaría el PP y hasta dónde podía bajar el suelo de los socialistas. Entonces, Rubalcaba no fue capaz de dar suficiente lástima para movilizar a los votantes en el último momento -tampoco explotó su perfil de desahuciado para aglutinar a todas las fuerzas de izquierda contra la derecha- y se cumplieron los pronósticos más conservadores con miles de electores subidos a la ola azul de la victoria. No hubo compasión.

En esta ocasión, la pregunta es doble. Por un lado, si en el complejo escenario a cuatro bandas que ahora ocupa el tablero electoral hay espacio para galgos y podencos. A continuación, saber quién es quién y aclarar si la pelea es por arriba o por abajo. Porque da la sensación de que todos los partidos han renunciado a lograr una victoria suficiente para gobernar y que la única batalla posible se desliza en la parte media y baja de la clasificación. Las últimas encuestas que maneja el PP van en este sentido: la opción Rajoy se movería en torno al 30% de votos que dibujan todas las encuestas y, en frente, se colocarían tres formaciones en una ajustada situación de empate técnico. Los socialistas, con su siglo largo de historia en la mochila, y los emergentes de Ciudadanos y Podemos. Todos en un pañuelo.

Cuando aún no hemos llegado ni al ecuador de la campaña, el soldado Iglesias ya se ha venido arriba sin necesidad de operaciones externas, simplemente tirando de discurso efectista y de corazón, mientras que son el soldado Rivera y el soldado Sánchez los que se disputan la remontada. Uno en un edificio "a medio construir" y otro "en ruinas"; los dos mirando con nostalgia a ese Felipe González al que, tres décadas después, hasta el dirigente de Podemos se ha propuesto encarnar sin que aquí cuente lo nuevo y lo viejo; los nuevos y los viejos.

El candidato de Ciudadanos lo ha situado en el eje de su discurso para atacar al bipartidismo y conjurar la campaña del miedo. Primero recurrió al ex presidente en la capital andaluza -"La libertad se pierde cuando se empieza a temer. Lo dijo un sevillano: Felipe González"- y ayer lo hizo en Granada en un tono demoledor: "González hizo un buen edificio que trajo igualdad y bienestar a España, pero entre lo que hizo Zapatero y ahora Sánchez están dejando el edificio del PSOE en ruinas".

Lo paradójico es que todos vayan a la defensiva y lo que se disputen sea el puesto del victimismo. La estrategia es arriesgada: han renunciado a liderar la carrera, a tomar la iniciativa, y se confunden lamiéndose las heridas buscando el milagro de un rebote que les haga despegar. El candidato socialista ha llegado a declarar que le encanta vivir "acosado", teóricamente porque se "crece". Pero le contradice la agresividad con que está respondiendo a los envites, la sonrisa encartonada de anuncio que lleva luciendo desde el lunes y los gritos mitineros con que se ha lanzado a despertar a la tropa.

Puede que lleve razón el dirigente socialista cuando advierte que sufre más "presión" que los demás de la "oposición", pero olvida que el título de "jefe" también se lo tiene que ganar. Y no sólo en el cara a cara del lunes con Rajoy. Y no sacando de la chistera el fantasma de un "tripartito entre PP, C's y Podemos" porque ven al PSOE ganador...

Aún tenemos diez días para descubrir si Pablo Iglesias es capaz de sacarle partido al efecto underdog o si, a diferencia de Rubalcaba, es Pedro Sánchez quien consigue suscitar la suficiente simpatía como para conseguir una "victoria por sorpresa". Se conoce como "upset" y nunca es fácil. Menos aún en estas elecciones de todos contra todos. De todos ocupando el espectro de todos. De todos explorando cualquier efecto a cualquier precio. Por arriba y por abajo. De vencedores y de víctimas.

trillo

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