Pedro Ontoso | Periodista

"La Iglesia cometió en el País Vasco un pecado de omisión"

Pedro Ontoso.

Pedro Ontoso.

En su libro Con la Biblia y la Parabellum (Península), Pedro Ontoso (Baracaldo, Vizcaya), fundió sus dos disciplinas académicas, Periodismo y Teología. La primera la desarrolló en El Correo Español-El Pueblo Vasco, donde fue subdirector. El corpus de este libro es su tesis doctoral, que le dirigió el sociólogo Víctor Urrutia, director de Asuntos Religiosos en el Gobierno de Felipe González. En el libro aparecen las visitas al País Vasco de Juan XXIII cuando era cardenal de Venecia y de Juan Pablo II. Confía en que lo haga el papa Francisco en los 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola. Se lo dedica a Ana, su mujer, y a sus hijas Elisabeth y Ane.

-¿Habrán leído muchos presos de ETA Patria, la novela de Aramburu?

-Me consta por algunos capellanes que trabajan en prisiones que sí hay presos que la han leído, la han debatido incluso.

Dice el Papa que los gritos de las víctimas van al corazón de Dios, se las ha reconocido a escondidas"

-Leyendo Con la Biblia y la Parabellum se entiende que el más antipático de esa novela sea el cura...

-La Iglesia no son sólo los obispos y los curas. Están los laicos, el pueblo de Dios. Pero la Iglesia vasca está en el origen, el desarrollo y el final de ETA.

-El IRA nace en un monasterio y ETA en un seminario...

-El caso irlandés se ha visto como un espejo en el País Vasco. Son dos realidades muy distintas. La de Irlanda fue una guerra fratricida entre dos bandos irreconciliables, católicos y protestantes, unionistas y republicanos. En el País Vasco existía un grupo totalitario con una semilla de fanatismo.

-¿Otegi soñaba con ser un Gerry Adams euskaldún?

-Arnaldo Otegi ha buscado siempre alianzas con la Iglesia. No ha hecho el recorrido de reconocimiento del daño cometido. Alienta esos recibimientos de los etarras como si fueran héroes. No ha habido heroísmo en la liquidación de ETA. Sólo han dejado muerte y sufrimiento. ¿Merece eso un homenaje?

-En esos años, ¿ser periodista en el País Vasco era jugarse el tipo cada día?

-Estuve casi dos años con escolta. Tenía que cumplir con mi obligación de contar la verdad y defender los derechos humanos.

-Años ochenta: Transición, movida, cuatro Ligas para equipos vascos. Lo único que sobraba, ETA...

-El pueblo vasco siempre ha sido un pueblo abierto, pero una parte ha sido también cobarde, miraba para otra parte. A finales de 1977, los obispos vascos viajaron a Madrid para entrevistarse con Adolfo Suárez. Le solicitaron una amnistía total, incluidos delitos de sangre. No quedó ningún preso de ETA en la cárcel. No estaba Franco, hubo elecciones y volvieron a matar. En ese momento, la Iglesia vasca tenía que haber sido mucho más contundente.

-El conflicto vasco es el único donde no murió ningún cura (Savater)...

-Ha habido sacerdotes asesinados en Italia por oponerse a la Mafia o en México a los narcos. ETA no veía a la Iglesia como una enemiga, sino como una aliada. La Iglesia fue refugio y paraguas de los opositores al franquismo.

-¿Se ha vivido una visión abertzale del nacionalcatolicismo?

-En el País Vasco se mezcló lo social con lo nacional.

-Cuenta que el funeral del etarra Txomín lo oficiaron seis sacerdotes y al obispo Blázquez una parte del clero de Vizcaya le afeó que presidiera el de Miguel Ángel Blanco...

-Una parte de la Iglesia hizo suyo ese discurso de algo habrán hecho. Pensaban que para evitar la manipulación y la ambigüedad, mejor no hacer nada.

-¿Arzalluz y el obispo Setién hablaban en alemán para que no se enterasen los escoltas?

-Lo hablaban muy bien. Con Ibarretxe formaron un tridente muy interesante. Setién es el gran ideólogo de la Iglesia vasca. En un comunicado de 1984 los obispos vascos no nombran a ETA. Como si criticarla desautorizara sus legítimas reivindicaciones. Atravesaron muchas veces esa delgada línea entre el medio y el fin.

-El papa Juan Pablo II en su visita al País Vasco en 1982 tampoco la nombró.

-Estaba más preocupado por las vocaciones, por las misiones, por eso fue a Azpeitia y a Javier. Y eso que estando en España hubo un atentado en Madrid. Era la tónica. En 1986, la Conferencia Episcopal publica un documento muy bien preparado, Constructores de la Paz, donde tampoco aparece ninguna mención a la ETA, cuando el paro y el terrorismo eran los dos problemas que más preocupaban a los españoles. Hablan del aborto, del divorcio, de la asignatura de Religión, hasta del Acta de Helsinki, que la gente no sabía lo que era. Los obispos vascos tenían mucha influencia en Madrid.

-Usa la primera persona, "sufrimos insultos y agresiones", al referirse a Gesto por la Paz. En esa misma página recoge el apoyo del jugador Andrinúa.

-Durante mucho tiempo hubo una falta de piedad en el tema de las víctimas. Esa autocrítica la debemos hacer todos. El papa Francisco ha dicho que el grito de las víctimas llega al corazón de Dios. Se las ha reconocido a escondidas, como Nicodemo, el fariseo rico y bajito que iba de noche a casa de Jesús para no perjudicar su reputación.

-¿Qué cambia todo eso?

-El asesinato de Miguel Ángel Blanco. Las víctimas empiezan a ser visibles.

-¿Reacciona la Iglesia?

-El Vaticano, cuyos tiempos son distintos de los nuestros, decidió dar un golpe de timón. Había una secularización tremenda. Buscan obispos que no sean nacionalistas y de paso que no sean progresistas.

-Habla de Iceta y Munilla.

-Nombran obispo de Bilbao a Mario Iceta, un sacerdote de Guernica que se ordenó en Córdoba, que quiere volver a Andalucía y se le ve en un futuro como arzobispo de Sevilla. Lo de Munilla en San Sebastián fue un tsunami. Monseñor Uriarte viajó a Roma para intentar evitar su nombramiento.

-¿Es optimista?

-Todavía hay rescoldos de odio y de infamia. Dice el cardenal Martini que no hay reconciliación posible sin una elaboración de la culpa. En la Iglesia ha existido un pecado de omisión. Es como la lluvia fina de la novela de Landero. Todo se olvida muy rápido, pero siempre queda algo.

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