Raquel Lanseros, poeta. Premio de la Crítica 2018

"Somos todos hijos de la poesía"

Raquel Lanseros.

Raquel Lanseros. / Laureano Recio

"Nací en el sur de Europa, (Jerez de la Frontera, 1973) donde todos los pueblos se quedaron...". (Matria). El destino le ha tenido recorriendo mundo, y hace unos años que reside en Madrid. Ama las palabras desde que tiene uso de razón y ha dedicado su vida a ello, en diferentes facetas, como ser profesora de idiomas y de literatura. Y en su vida privada ha tratado de ser siempre feliz "sin molestar a nadie". Tiene un hijo, al que le ha dedicado su último libro. Cine, senderismo, naturaleza, viajar, música, arte... completan sus pasiones.

-Flamante Premio de la Crítica 2018 por Matria (Visor), ¿a qué le motiva, más si cabe, este reconocimiento?

-Ha sido algo muy alegre y sorprendente. Además, al ser dos premios seguidos, primero el de Andalucía y luego el Nacional, pues quizás el impacto es aún mayor, como una caja de resonancia y, por lo tanto, la gratitud también tiene que ser mayor. Tengo que agradecer a los dos jurados que hayan hecho suya Matria. Pero también tengo que dar las gracias a los lectores, y eso nunca puede olvidarse, una acogida que es muy importante, fundamental para que Matria fuera un poemario a tener en cuenta por los que están arriba en la cúspide de la crítica de este país. El arte está para ser compartido y esto es una alegría.

- Matria es, de nuevo, un "acto de amor", como sus libros anteriores. Pero ¿es éste el más redondo?

-Cuando reuní mi poesía hasta 2016 en Esta momentánea eternidad (Visor), en el prólogo decía que la poesía es un acto de amor, y lo sigo manteniendo. El arte es un acto de amor en su más amplio concepto, no sólo en el romántico, sino por el amor a la vida, la literatura, la belleza, a los antepasados, a las palabras... Pues sí, creo que se escribe desde el amor y la admiración. Ningún otro motor creo que sea más fructífero.

-Hay, sin embargo, a quien la poesía le genera rechazo.

-Es muy complicado de analizar y haría falta un seminario para ello, pero es verdad que la poesía, recientemente y por múltiples causas, ha sufrido un alejamiento del gusto popular. Me refiero comparado con el siglo XVII, cuando había colas para ver la última pieza de Lope de Vega. En un momento del siglo XX se ha pensado que la poesía es difícil de entender, pero yo, que llevo 15 años en esto, siempre que tengo la oportunidad de hacer un taller o una lectura para cualquier edad, luego me encuentro que la gente me dice: "¡Pero si a mí me gusta esto y yo no lo sabía!". La poesía gusta más de lo que nos creemos porque venimos de ahí. La literatura nació en la oralidad y como forma de compartir conocimientos. Somos todos hijos de la poesía, aunque no seamos conscientes.

-¿Cree que si se leyera más poesía la gente se conocería más y mejor a sí misma?

-Bueno, la poesía es una especie de espiral hacia dentro y la narrativa hacia fuera. La poesía es íntima aunque hable de cuestiones que son ajenas al poeta; es decirse las verdades, supone un análisis de planteamientos internos que a veces puede ser también colectivo, no es excluyente. Invita a pararse, a reflexionar y a sentir. Quien esté dispuesto ahí tiene una aventura que comenzar. Yo escribo lo mejor que puedo y sé, y no rebajo mi calidad para llegar más al público, al contrario. Se puede escribir de una forma clara sin que haya por eso que mermar la calidad literaria de los textos y eso lo han logrado los grandes poetas de la historia. No me comparo con ellos, pero los tengo como modelo. En poesía, como en la vida, la meta está en el propio camino.

-Con toda la experiencia que tiene ya detrás, ¿desde qué parte de su corazón y mente escribe hoy?

-A uno le gustaría no cambiar, pero hay una cripta de la personalidad que no varía. En ese sentido, recuerdo que mi abuelo con 95 años decía: "Tenía ayer 18 y yo sigo siendo el mismo". Nos seguimos sintiendo la misma persona, aunque los demás nos vayan viendo distintos, pero sí es verdad que acumulamos experiencia, que es un regalo. Uno no puede tener la misma a visión de la realidad con 60 que con 20 porque supondría no haberse parado a aprender nada de la vida, pero sí es cierto que nuestra voz sigue siendo la misma que cuando éramos niños. Cuanto menos cambiemos interiormente de actitud más mantendremos esa frescura, que es todo un reto.

-Usted reconoce que busca volver a nacer con cada poema.

-(Risas). Lo digo así en el último poema del libro y, aunque parezca ingenuo, es lo que más me gustaría. Ya Claudio Rodríguez dijo que cambiaba todos los premios por ser joven de nuevo. Es grato tener el reconocimiento de los demás, pero es verdad que en esa cripta de la que hablamos uno lo que quiere es tener futuro. El mundo es imperfecto, pero la vida es irresistible.

-¿A qué le pondría usted un poco de más poesía?

-Pues ha hecho falta a lo largo de toda la historia, pero como testigo de mi tiempo, hoy hace falta en todos los órdenes de la vida social y pública.

-¿En qué tiene el foco ahora?

-En estos días va a salir en Edelvives un álbum ilustrado por Christian Inaraja, una pequeña historia que escribí en verso para niños, a partir de 5 años, Himbu, el pequeño pintor. Me hace mucha ilusión y es mi primera incursión en la literatura infantil y juvenil. Es poesía, pero un camino distinto. Estoy entusiasmada. Espero que le guste a los niños..., y a los padres, que es muy importante.

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