Rick Bass, escritor y activista medioambiental

"El aislamiento en la naturaleza podría fascinar a los jóvenes"

Rick Bass, escritor y activista medioambiental.

Rick Bass, escritor y activista medioambiental. / D.S.

Después de trabajar durante años como geólogo en una petrolera de Misisipi, Rick Bass (Fort Worth, 1958), se trasladó al valle del Yaak, en Montana (EEUU). Un lugar sin apenas electricidad ni infraestructuras en el que, a finales de los 80, vivían tan sólo treinta personas, con inviernos que pueden sobrepasar los 25 grados bajo cero. Bass recopiló la experiencia de su llegada al lugar, y de su relación con el paisaje y sus habitantes, en Invierno (Errata Naturae): un testimonio que recopila una belleza hoy día cada vez más esquiva.

-Cuando llegó al Valle de Yaak, en Montana, a finales de los ochenta, apenas podía se podía contar con suministro eléctrico o líneas de teléfono. Imagino que las cosas son muy diferentes hoy día, ¿en qué aspectos han cambiado?

-El Valle de Yaak cuenta ahora con algo más de gente, pero ha crecido a un ritmo muchísimo más tranquilo de que lo ha ido haciendo el resto del mundo. Relativamente, en comparación, llega a parecer un lugar aún más remoto de lo que ha sido nunca. Un sentido de lo remoto, o de lo salvaje, que muy a menudo se ejerce en términos absolutos, no relativos: por ejemplo, yo me he mudado a una zona aún más al interior del bosque de la que vivía cuando llegué. Hay días en los que no veo a nadie, ni hablo con nadie: hago el trabajo que va surgiendo, leo, escribo... Para mí, es suficiente: una vida completa.

-Y, ¿echa de menos esos tiempos aún más... radicales?

-Por supuesto que sí. Por eso procuro escaparme cada vez que puedo a deambular por zonas más remotas, para pertrecharme de nuevas experiencias. Este año, en uno de esos paseos, llegué a toparme con un puma que estaba aguardando tras unos arbustos, listo para saltar. Y, durante esta última temporada de caza, me he encontrado con un montón de rastros de osos en la nieve, mientras iba siguiendo a ciervos y uapitís. He pasado un montón de tiempo en las zonas más altas... No ha sido mal año.

-Digamos que me puedo figurar un mundo sin teléfonos móviles o acceso a internet. Pero, ¿cree que la gente más joven podría acostumbrarse a una vida así?

-Me gustaría pensar que encontrarían todo esto fascinante.

-"Cualquiera podría presentarse a presidente -escribía entonces-, que daría igual, porque lo que hicieran nunca llegaría a alcanzar este lugar. Estoy a salvo". ¿Se siente igual, siente que el lugar en el que vive está a salvo?

-No, el Valle de Yaak aún ha de hacer frente a muchos casos de tala indiscriminada, así como al proyecto de una ruta internacional, de largo recorrido, (The Pacific Northwest Trail), que conduciría a los excursionistas directamente al corazón del principal hábitat de los osos grizzly. Casos como este muestran que la avaricia del Gobierno es desoladora y por eso, aunque me gustaría más que nada en el mundo recluirme en mi cabaña y ponerme a escribir y ya está, dedico la mayor parte del tiempo en implicarme en estas batallas interminables con el servicio forestal.

-A los habitantes del sur nos es difícil imaginar que un concepto como "hibernar" pueda ser real también para las personas. ¿Cómo se las arreglan para seguir con una vida normal?

-Es de lo primero que percibes al llegar: cómo, en los días de más frío, todo tu cuerpo se ralentiza y no puedes hacer nada al respecto, aunque lo intentes. Es duro porque siempre hay muchísimas cosas que hacer, especialmente, en invierno. En mi caso, manuscritos que evaluar (imparto cursos de escritura on line), fechas de entrega, cosas que escribir, trabajos de mantenimiento en la finca, visitantes ocasionales... Y el plus de intentar hacer algo de ejercicio cada día, que aquí es muy necesario en varios aspectos: ya sea cortar madera, salir a andar, con o sin raquetas, o a esquiar, o ir en bici... Hay un montón de tareas con las que cumplir para lo cortos que son los días de invierno. Porque al final, en realidad, te das cuenta de que sólo eres capaz de hacer... no sé, un par de cosas al día.

-¿Cuáles son los principales peligros que se afrontan en un invierno así?

-Lo más fácil del mundo es deprimirse, olvidar que tienes amigos: puedes volverte realmente duro contigo mismo, juzgarte muy severamente en esa soledad de los meses de invierno. Por eso es muy importante saberlo y saber reconocerlo, asumirlo como lo que es: oscuridad. Eso que sientes es lo oscuro, no la realidad. Es cuestión de tener paciencia y esperar, y las cosas (la perspectiva) cambian.

-¿Cómo ha cambiado la comunidad en estos treinta años?

-Curiosamente, cuando yo llegué había un montón de gente procedente de Texas, que es de donde soy. Digamos que aún podemos encontrar a un buen número de renegados y de gente al margen.

-Después de todo este tiempo, ¿sigue esperando con ilusión la primera nieve de la temporada o ya se ha acostumbrado?

-Pues... ¡ambas cosas! Ahora mismo, mientras hablamos, hay predicción de que nieve mañana (Acción de Gracias), y me emociona la perspectiva. Empieza a hacerse algo duro ya a finales de febrero, marzo... Los años pasan factura.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios