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Entrevistas

"Quien no tenga el aliento del corazón, no puede ser poeta"

"Quien no tenga el aliento del corazón, no puede ser poeta"

"Quien no tenga el aliento del corazón, no puede ser poeta"

-¿cuántas veces se han equivocado con su nombre y lo han llamado Miguel?

-Muchas, pero es un orgullo que me confundan con un poeta al que admiro tantísimo. De hecho, mi hijo se llama Miguel Hernández. Miguel por el de Orihuela y Hernández porque supongo que yo soy el padre (risas).

-¿Es su favorito?

-Con la edad que tengo y dedicado a la poesía desde el año 65 del siglo pasado, imagínate la de poetas que he leído. Poetas de todos los países, prácticamente. Miguel Hernández fue uno de los primeros, un poeta que maneja muy bien la forma y ayuda mucho al que comienza.

-Estamos teniendo esta conversación en el Centro Lorca de Granada, ¿qué tal su relación con Federico?

-Lorca me parece un genio, yo creo que es el genio de la Generación del 27, el poeta más absorbente y tiránico en cuanto a que te subyuga. Sin embargo, no debes seguirlo porque corres el riesgo de contaminarte en el sentido de que quien te lea diga: éste plagia a Lorca. Lorca es el genio del 27 y el gran poeta, Luis Cernuda, que te enseña mucho pero no te pega su personalidad. El gran artista es Alberti; el poeta absoluto, Vicente Aleixandre... tuvimos una generación que nos sirvió de plinto, de catapulta para que ahora la poesía española sea una poesía distinguida que ha salido, por fin, de aquella plaga de poetastros que dio el siglo XVIII.

-Cuáles son sus temas favoritos.

-Los eternos. La muerte, el amor, la vida, la sociedad. Pienso que todo es poesía social. Cuando se ama a una persona la relación que se tiene con ella es social. Cuando me hablan de la poesía de la experiencia y de la poesía de la diferencia siempre digo, ¿pero qué es lo que me están contando? Para un poeta, experiencia es todo. El acto sexual, por ejemplo, es una experiencia. Respecto a la diferencia, lo siento mucho, pero el poeta que no es diferente no es poeta. Al poeta lo marca su personalidad, su manera de contemplar el mundo, el tratamiento de la forma, la musicalidad, la elegancia que ponga al texto... Otros autores son virtuosos y no se pueden considerar poetas porque no tienen el aliento del corazón.

-El aliento del corazón...

-El alma o como quieras llamarlo es muy importante en la poesía, porque el que no tiene temblor -eso lo decía María Zambrano- no es poeta. Ella identificaba el temblor con la emoción. Un poema debe producir emoción, inquietar al lector, hacerlo partícipe de algo. Es una especie de comunión entre el que emite y el que recibe.

-Es usted poeta y también periodista. ¿No son oficios incompatibles?

-En absoluto. El periodismo es fundamental en la formación de un poeta. En mi penúltimo libro, que fue Premio Nacional y Premio Nacional de la Crítica al mismo tiempo, el periodismo tiene un papel determinante. Yo trabajo la poesía total, la poesía integral la iniciaron poetas de la categoría de Pablo Neruda o César Vallejo. Aquí en España la hizo un granadino, el gran poeta Luis Rosales, mi maestro. Consiste en que sobre un lecho lírico se intentan los demás géneros. El ensayo, la narrativa, la poesía y el periodismo. Lorca, con Poeta en Nueva York, hizo periodismo desde un punto de vista abstracto, muy personal y sólo perceptible para aquellas personas con mucha sensibilidad.

-No ha perdido usted el acento andaluz a pesar de llevar muchos años viviendo en Madrid.

-Hace unos días estuve haciendo el otoño cultural de mi pueblo, Arcos de la Frontera, y una amiga del colegio se me acercó y me dijo: Antonio, hijo, qué fino te has vuelto. Otras veces, en Castilla, me hacen repetir porque dicen que no me entienden.

-Siempre están las dos caras de la moneda. Además, lo hicieron Hijo Predilecto de Arcos y le han concedido la Medalla de Andalucía.

-Soy supersticioso. Me pusieron una calle, pero yo no quería que le dieran nombre. Los vecinos estaban muy enfadados porque no llegaban ni las cartas, hasta que el alcalde me dijo: venga ya, Antonio, la calle no puede seguir sin nombre, y tuve que acceder.

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