andreu escrivà | ambientólogo

"Muchos de nuestros 'ecopecados' radican en la falta de tiempo"

El científico y divulgador climático Andreu Escrivà.

El científico y divulgador climático Andreu Escrivà. / Kike Taberner

Doctor en Biodiversidad, Andreu Escrivà (Valencia 1983) ha desarrollado su carrera en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) y en el Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva (ICBiBE). Ejerce de divulgador científico en su tiempo libre y, en 2016, ganó el XXII Premio Europeo de Divulgación Científica con el libro ‘Aún no es tarde: claves para entender y frenar el cambio climático’. Acaba de publicar con Capitán Swing ‘Y ahora yo qué hago’, una propuesta para “evitar la culpa climática y pasar a la acción”. Se define como un "pesado climático"

–Una clave en el compromiso medioambiental, más allá de los buenos deseos, es el tiempo.

–Es cierto que tenemos muchos comportamientos insostenibles, en muchos ámbitos, pero la raíz de muchos de ellos es la falta de tiempo. ¿Qué hace que compre unos pepinos en una bandeja de plástico en vez de en la frutería de abajo de mi casa? El que llego tarde, que no me ha dado tiempo, que sólo está abierto el súper.

–Algo que ocurre también en otros “debería de”: comer sano, hacer ejercicio, jugar con los niños... La magia del materialismo dialéctico.

–“La gente es tonta –dicen muchos–, ¿no saben que es mejor un melocotón que un dónut?” Para comer bien y sano hace falta tiempo. Es un ejemplo muy evidente de que para realizar cambios de comportamiento no basta sólo con la información, sino que hay que tener en cuenta otras cuestiones.

–Una de las claves del compromiso fundamental, dice, es asumir que ese peligro que apenas vemos es ahora. Complicado, porque nuestro cerebro funciona al contrario.

–Nuestro cerebro es muy viejo, tiene 200.000 años. Sólo en los últimos 10.000 años hemos ido aprendiendo algo como planificar, guardar el grano, etc. Es muy difícil cambiar estructuras, nuestro modo de vida, por un riesgo que no estamos viendo: pero sí existe y es algo que se puede palpar. En España, el verano dura cinco semanas más, Sierra Nevada no tiene nada que ver con lo que era hace un tiempo...

–Y luego está el miedo a perder lo que tenemos: “decrecer” asusta.

–Pero si cambias la contabilidad del PIB puedes crecer de otra forma, hay muchos factores en los que medir el bienestar. Podemos estar mejor teniendo más tiempo, aunque decrezca nuestro uso de energía porque está claro que, queramos o no, el uso de recursos naturales tiene que bajar. La pandemia es un horror del que sacar nada positivo pero sí que, en todo esto, mucha gente ha visto que vivía muy acelerada. Si te fijas, los deseos que teníamos en el confinamiento eran muy altos en humanidad y muy bajos en carbono. Y, por supuesto, la situación actual es consecuencia tanto de nuestra fagocitación de la naturaleza como de la hiperconexión del mundo actual. Deberíamos ser capaces de redefinir nuestra relación con el planeta y entre nosotros,y con nosotros mismos: ver qué queremos. Igual es decrecer en número de viajes, pero viajar más tiempo, más a gusto y disfrutarlo. Decrecer en el uso de recursos naturales puede ir de la mano del progreso si hablamos de justicia social o igualdad de oportunidades.

"El conceptó de huella de caborno lo popularizó BP: todo con tal de hacerte sentir culpable con cosas que no les afectan"

–Sí, porque medio ambiente y “realidad” se venden como antagónicos.

–No habrá transición ecológica si no hay justicia social. Eso hay que tenerlo claro. El Green New Deal se critica mucho, pero es un pacto verde y social que tiene clarísimo que hay que atajar la desigualdad. Dicho esto, queda trecho para bajar al terreno real las ideas abstractas que manejamos a nivel mundial, que no se perciban como soluciones urbanitas: pensar en mega ciudades “eco” y, en el espacio que queda, poner paneles solares maravillosos. Pues no, un terreno no puede pasar de granero, a vertedero y a huerto solar.

–Apunta que es mejor, a la hora del compromiso, un cambio estructural potente que pequeños gestos.

–Hay un estudio que lo mencionaba haciendo referencia a la ley de la compensación: ahorro mucha agua pero la luz me da igual, porque ya estoy cumpliendo. Pero puede ser que, si me comprometo con algo que requiere gran esfuerzo (ir en bici, por ejemplo), me siente bien y me den ganas de hacer más cosas que comparativamente no serán tan tremendas.

–Durante mucho tiempo, se ha insistido en la importancia de gestos como controlar el consumo de agua o el reciclaje, pero nadie abría la boca sobre la parte del león, el consumo de carne, los viajes en avión.

–Tanto desde las instituciones, como incluso desde las energéticas, se han ido lanzando mensajes muy light, a lo ecogestos, que la gente pensara que hacía lo correcto. El concepto de huella de carbono lo popularizó BP: todo con tal de hacerte sentir culpable de multitud de cosas que no les afecten estructuralmente. Muchas empresas hablan de dieta sostenible, movilidad... pero porque no les afecta. Y, a la vez que reciben dinero y siguen generando emisiones, desarrollan planes de energía verde.

–Todos juegan.

–Por supuesto, no digo que esas empresas haya que liquidarlas mañana, ni muchos menos, pero no pueden presentarse como adalides de la lucha contra el cambio climático teniendo huellas de carbono descomunales. También necesitamos una educación ambiental pública que no esté supeditada a empresas y campañas de marketing.

–En fin... como diría Mudler, quiero creer.

–Jajaja. “Hombre, tú eres el ecologista optimista”, me dicen. Y no creas... Pero hay mucha gente que luchó con todo en contra por cosas que parecían imposibles. No podemos permitirnos tirar la toalla.

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