Carlos Fernández Serrato: "Como Elvis Presley había un montón”

Carlos Fernández Serrato, profesor de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla.
Carlos Fernández Serrato, profesor de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez
Miguel Lasida

01 de octubre 2025 - 06:59

Pertenece Carlos Fernández Serrato (La Línea, 1961) a esa generación que empezó a transitar con naturalidad entre la baja y la alta cultura, de los tebeos a Góngora, una generación en definitiva posmoderna. Este profesor de Teoría de la Comunicación en la Universidad de Sevilla analiza en su último libro Hacia una teoría del pop (Cátedra, 2023) la música de la “cultura de masas” y sus entresijos sociales e industriales.

–¿Fue casual que Elvis Presley se convirtiera en el rey del rock por el modo en que bailaba en la televisión?

–No puede saberse. Muchos factores convergieron y, entre ellos, la casualidad, lo imprevisto, que es un elemento fundamental en la cultura pop. En la industria cultural es muy fácil crear fenómenos comerciales calculados pero que se conviertan en representantes simbólicos de un grupo social o generacional es imprevisible, simplemente sucede o no sucede.

–Y todo eso mientras Elvis haya quedado en el altar de los elegidos.

–Tenía elementos provocadores con los que pudo identificarse la rebeldía adolescente de entonces. Está claro que hubo la dirección de un mánager, la circunstancia de la industria y que de algún modo captó el espíritu del tiempo y que la gente lo vio, pero como Elvis había un montón.

–¿Es casual que la música pop empezara siendo popular entre los jóvenes?

–El rock y el pop surgen cuando el adolescente de los años 50, primero en Estados Unidos y posteriormente en Europa, empieza a tener dinero. El adolescente es rebelde con la norma y tiene revueltas las hormonas, prefiere la música alegre y sentimental a Beethoven o Stravinski. Hay una industria que se da cuenta de eso y empieza a generar productos para consumo adolescente, entre los que está la música pop.

–¿Cómo se produce el circuito industrial completo?

–El pop es una música fácil de hacer y barata de producir. Para el nivel adquisitivo de la mayoría, comprarse una guitarra eléctrica no era imposible. Que los adolescentes consumieran una música fácil y tuvieran acceso a los medios para producirla permitió que se apropiaran de una corriente de la industria, lo convirtieran en propia y empezaran a expresarse libremente.

–¿Por qué la música pop cala más rápidamente en las clases menos pudientes?

–La mayor parte de los jóvenes de clase trabajadora en los años 50 no tiene acceso a una formación cultural ni intelectual que les permita disfrutar de la alta cultura. Y al revés es igual. Eran mundos estancos. Frank Sinatra vino a decir, más o menos, que el rock and roll era música idiota para gente idiota.

–¿Alguna semejanza con el reguetón de hoy?

–El reguetón es simplemente una música sencilla que se puede producir con pocos medios técnicos, que se edita con un ordenador personal, el vídeo se hace con el teléfono y se cuelga en las redes por nada y menos. Es una música con la que se expresa la gente de la calle, que surge en los barrios pobres de Panamá y Puerto Rico, con la que cuentan sus cosas. Es bastante identitaria, bastante real, que te guste o no ya es otra historia.

–La música pop no es solo música, ¿verdad?

–Puede decirse que es la forma musical de la cultura dominante, la cultura de masas.

–Y es además una industria colosal.

–Una industria que produce obras culturales no por la libre expresión o la excelencia estética sino por la rentabilidad económica. Luego ya llega lo demás: la dimensión creativa o expresiva están en segundo lugar para la industria cultural.

–¿Y cómo llegó lo extravagante y lo subversivo a hacerse popular?

–El azar hace que surjan cosas. Lo contaba Frank Zappa con las empresas discográficas de finales de los sesenta, que no tenían ni idea y que sólo querían grabar y grabar por si algo resultaba rentable. Ese despiste generó un montón de corrientes estéticas y artistas de vanguardia que de otro modo jamás hubieran llegado a la industria.

–¿Ha perdido la universidad ese lugar que ha sido para la reflexión y con la meta del conocimiento?

–La universidad es vista como un elemento más de una rueda del sistema de preparación técnica de gente que quiere conseguir un empleo. Es una expendeduría de títulos. La pérdida de ese debate tiene que ver también con la transformación de la sociedad capitalista. La gente se pregunta constantemente dos cosas: ¿esto es divertido? y ¿esto para qué me sirve?

–La diversión y el utilitarismo a toda costa...

–Forma parte del fenómeno de radicalización del capitalismo más salvaje, de la mercantilización de la vida. Y la gente parece que entiende que el debate intelectual no sirve para nada y, por lo tanto, debate poquito. Antes se iba a las conferencias por curiosidad; ahora también, pero si te dan créditos.

–¿De qué modo llegan ahora los jóvenes universitarios al conocimiento?

–La mayoría vive en las redes sociales. A la preocupación por las cuestiones intelectuales se llega más tarde ahora, aunque quien quiera desde luego que llega.

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