manuel ovalle. reportero gráfico de rtve

"Hay que denunciar la atrocidad y yo me he jugado la vida en 15 guerras"

-Alguna vez habrá tenido que quitar el ojo del visor.

-Los reporteros gráficos vemos la realidad por el ojo derecho y el visor ayuda a inhibirte de lo que ocurre en el exterior. A veces piensas que lo que has grabado no sirve para nada y después descubres que has ayudado a solucionar problemas. En el terremoto de Haití, grabamos cadáveres cayendo a la carretera desde un camión. Tuvimos problemas para sacar la cámara, pero gracias a que TVE distribuyó las imágenes a los muertos de aquella catástrofe los enterraron con dignidad.

-¿Nunca ha dejado de grabar porque pensaba que algo no se debía emitir?

-Mi trabajo es grabar y después, en las redacciones, deben visionarlo y decidir qué emitir. Si te la juegas para grabar algo y no se emite, es frustrante, pero no soy quien decide. Alguna vez los editores preguntan si hay imágenes interesantes, les sugiero y hacen caso.

-¿Alguna vez ha sentido envidia del redactor?

-Cada uno tiene su trabajo. En televisión somos un equipo de tres personas: cámara, redactor y sonido. Es triste que hoy haya compañeros que encuadran la cámara y luego se ponen delante. Están solos, como el hombre orquesta.

-¿Qué hay de la relación ente los compañeros?

-Hay que tener espíritu de compañerismo. Si te vas al Polo Norte y te peleas, ¿dónde vas? A veces, en estos viajes, no es oro todo lo que reluce y puede haber roces. Lo que no se puede hacer después es escribir un libro donde pones a parir a los demás, como Arturo Pérez Reverte. Me he llevado 17 años sin hablar con él por lo que dijo en Territorio Comanche, aunque ahora hemos vuelto a ser amigos.

-Habrá trabajado con otras figuras como él.

-Con los grandes: Manu Leguineche, Miguel de la Quadra Salcedo o Jesús González Green. Éramos una piña y los españoles siempre estábamos juntos, como los emigrantes de mediados del siglo XX. A los que van por libre no los considero compañeros.

-¿Cómo era la profesión cuando empezó?

-Totalmente diferente. Hasta que los enviados especiales no volvíamos o enviábamos las imágenes en España no se sabía nada. Las tecnologías han cambiado y ahora tenemos unas herramientas de trabajo magníficas, pero los reporteros tenemos que ir al lugar y estar presentes. Todavía no hay un satélite que baje una cámara y grabe lo que ocurre.

-¿Qué opina de esta evolución?

-Si te falta un dato lo puedes buscar por internet, pero un enviado especial tiene que basarse en lo que ve in situ. Respeto a quien se conforma con las imágenes de agencia, pero no tienen la personalización de un reportero gráfico y un redactor, que obtienen unas piezas que no tiene nadie.

-¿Cómo se aprende el oficio del cámara?

-Con la práctica. Estudiar es muy importante, pero yo he aprendido danzando por el mundo con los profesionales. Los grandes periodistas no se han hecho en una redacción, sino trabajando alrededor de grandes periodistas. Hay que valer, pero también cuenta la suerte. ¿Quién me iba a decir a mí que yo iba a trabajar con alguien a quien admiraba tanto como Miguel de la Quadra Salcedo?

-¿Cuál fue su papel en sus proyectos?

-Entré en la profesión por él. Hacíamos cosas diferentes a lo habitual. Después de algunos proyectos, empezamos con Aventura 92, hoy la Ruta Queztal. Salíamos con 400 jóvenes de Palos de la Frontera, igual que Colón. Durante 13 años iba yo solo con Miguel y con la cámara. Compartir eso con un aventurero como él me convirtió a mí en otro igual.

-¿Prefiere este tipo de programa o los informativos?

-Soy enemigo de la guerra y el sufrimiento y alguien tiene que ir a los sitios para contar lo mal que lo pasan algunas personas. Puedo hacer cualquier reportaje, pero me quedo con lo social, porque gracias a las cámaras se solucionan los problemas. Hay que denunciar la atrocidad y yo me he jugado la vida en 15 guerras.

-¿La más dura?

-Para mí la más fuerte fue Sarajevo, una ciudad sitiada desde las colinas que la rodean. Los serbios aprovechaban los entierros para tirar bombas. Sin embargo, donde más sufrí fue en el terremoto de Haití.

-¿Por qué?

-Cuando llegué, 24 horas después, parecía una película. Lo peor fue a la hora de dormir, porque no puedes hacerlo bajo techo por las réplicas. Estaba en un parque con la cámara atada a la pierna y acompañado de miles de damnificados, entre disparos y cadáveres.

-Parece abonado a los momentos importantes.

-Me lo dicen los compañeros. He tenido la suerte de estar en todos sitios y salir ileso. En el 23-F estaba de vacaciones y me llama mi jefe para hacer una asistencia técnica a una televisión francesa. Me fui al Congreso de los Diputados de chaqueta y corbata y entró una panda de guardias civiles a dar un golpe de Estado.

-También le ha pasado en el mundo de los deportes.

-En 2010, casi recién llegado de Haití, me acreditan para ir al Mundial de Sudáfrica. No me gusta el fútbol y llego a una familia de periodistas deportivos sin saber casi nada. En la concentración de Las Rozas, me pidieron unos planos cortos de Villa y yo no sabía quién era. Me hice con fotos de todos, me adapté y vi la final como un forofo más.

-¿Le queda algo por filmar?

-Me faltan 17 países para dar la vuelta al mundo según Naciones Unidas y me gustaría retirarme después de ir a todos. Ahora estoy en Informe Semanal y me pude haber prejubilado hace siete años, pero no quise. No sé hasta cuándo estaré con la cámara al hombro, pero lo que hago es porque me gusta y soy un privilegiado.

-¿Qué opina de la situación de Televisión Española?

-Es la televisión pública del país y todos la quieren controlar, pero los profesionales lo hemos hecho siempre bien y seguimos así. Hay que hablar con los políticos.

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