Fermín Bocos | Periodista y escritor

"Los héroes ahora no son aquellos que abrían los telediarios hace unas semanas"

“Los héroes ahora  no son aquellos que abrían los telediarios hace unas semanas”

“Los héroes ahora no son aquellos que abrían los telediarios hace unas semanas”

El nombre de Fermín Bocos (Cantabria, 1949) está ligado al periodismo en España en las últimas décadas. Ha sido director de informativos en COPE, también en Radio Barcelona de la Cadena SER y, posteriormente, en RNE director de Radio Exterior y del informativo 24 horas. En TVE dirigió el Telediario de las 21 horas y el Área Internacional. Fue uno de los fundadores de TeleMadrid y también ha sido columnista en diversos diarios, profesor de la Universidad Carlos III y contertulio habitual, entre otros, de Las Mañanas de RNE. Además ha escrito varios ensayos y varias novelas, como Algo va mal, que ve ahora la luz en Destino.

–¿Cuánto tiene su novela de las ideas del ensayo de Tony Judt con el que incluso comparte título?

–El título remite a este extraordinario y lúcido trabajo sobre el futuro de la socialdemocracia en Europa pero no tiene nada que ver en los términos de profecía de la situación política y es ficción. Aunque es inevitable asociar una novela cuyo ambiente remite a casos de corrupción y asesinatos por encargo político a una realidad que casi desplaza a la ficción.

–En la trama subyace la pregunta: ¿Es posible la impunidad de los poderosos o al menos ellos actúan sintiéndose impunes?

–Las dos cosas son verdad. Primero, para alcanzar el poder o para perpetuarse se ha recurrido a todos los medios desde que el mundo es mundo. Un determinado personaje explica su percepción de la vida en ese sentido: “No me preocupa la sangre, lo que me preocupa es la tinta”. No hay ningún tipo de reserva moral salvo evitar el escándalo lo que son acciones políticas.

Un personaje dice: “No me preocupa la sangre, lo que me preocupa es la tinta”. No hay ningún tipo de reserva moral salvo evitar el escándalo

-Este thriller parte del asesinato de un magnate de los medios de comunicación. En su larga y fructífera trayectoria como periodista, ¿ha conocido a alguno con tantos enemigos como para intentar asesinarlo?

–No sé si tan odiados pero tan odiosos, desde luego. En la novela se describe la actuación de un magnate propietario de un diario del que se dice que es una máquina de picar carne, que destruye famas y cree que puede derribar gobiernos. Su lema en la vida es no dejes que la realidad destruya un buen reportaje. Los lectores seguro que encuentran algún eco.

–Hay una contraposición entre ese magnate y el buen periodismo, el de la reportera Valeria Ulloa.

–Yo creo que en nuestro oficio no debemos actuar nunca como un contrapoder sino como un contrapeso. Ahí es donde la periodista Valeria Ulloa hace bien su trabajo, por eso se convierte en arquetipo. Ella está cerca de los débiles y, después de casi 40 años de profesión, sigo pensando que ese es el camino correcto.

–Al final en el libro el mundo lo salvan los policías como Montañés y las reporteras como Valeria más que los grandes nombres.

–Los policías son personas honradas que hacen bien su trabajo y luchan con las limitaciones, por otra parte lógicas, que impone el sistema democrático. Así se convierten en héroes según la interpretación moral. No hay más que ver ahora lo que ha ocurrido con el coronavirus: los héroes no son ni el presidente del Gobierno, ni el vicepresidente que está todos los días intentado chupar cámara. Los héroes son los médicos, los enfermeros, los policías, los militares... esos a los que no les poníamos nombre y no aquellos que abrían los telediarios hace semanas.

-Imagino que su esposa, Julia Navarro, será uno de sus referentes como novelista. ¿Le pide consejos o le pasa el texto?

–No, nunca, pero yo soy su primer lector y ella mi primera lectora. Somos como la mar y la tierra, cada uno respira a su ritmo y a su tiempo.

–¿Es este el libro que más tiene de su experiencia como periodista?

–Creo que sí en el sentido de que es el que mejor describe la relación entre los medios de comunicación y el poder, un mundo que yo conozco muy bien. Un exceso de proximidad entre los dos convierte la información en propaganda y convierte a los periodistas en comunicadores. Nosotros sólo somos testigos de los hechos y la interpretación corresponde a los lectores.

–En sus muchos años como informador, ¿se imaginaba que iba a vivir una noticia como la del coronavirus y este aislamiento? ¿Hay algún precedente o paralelismo?

–Ninguna por lo que esto tiene de territorio desconocido. Yo viví el 23-F en la radio, he estado en la primera Guerra del Golfo cuando lo de Kuwait, en Jersalén cuando caían los misiles de Sadam Husein, en Bagdad durante la invasión o en conflictos en otros sitios de África, pero no he visto nada parecido. Para una guerra, aunque todo sea incertidumbre, uno está preparado. Para un confinamiento como este, no hay precedentes.

–¿Cree que pudo haberse evitado, al menos en parte?

–Fue una absoluta irresponsabilidad por parte del Gobierno mantener las manifestaciones del 8-M y animar a la asistencia a todas esas personas que creen y lucha en por una causa a todas luces justa. Pero en esas circunstancias, cuando ya había muertos en España, y en Italia ya se sabía que progresaba de manera aritmética... Y partidos políticos como VOX también participaron en actos de masas ese mismo día. Primaron el interés político y eso tendrá consecuencias políticas.

–Muchos periodistas dicen que ahora no se puede criticar la gestión del Gobierno, que hay que cerrar filas. ¿Está de acuerdo?

–Debe haber una oposición responsable. Es imprescindible el contrapeso. No se va a entorpecer pero eso no impide a los responsables políticos escrutar la gestión del Gobierno, sobre todo cuando vemos que con algunas decisiones están intentado hacer política partidista. Y desconfío de los periodistas que siempre encuentran un lado positivo en la actuación del poder.

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