Juan López-Herrera | Diplomático y escritor

“El humor es un arma para desnudar a los poderosos”

Juan López-Herrera

Juan López-Herrera / Beatriz López-Herrera

Juan López-Herrera es ahora cónsul de España en Lyon, pero antes pasó por otros ocho países. También fue director general de Relaciones Bilaterales con Países de la UE en el Ministerio de Exteriores. Entre medias dos novelas de corte satírico. En plena pandemia y, tras hablarlo con su editor, se ha lanzado a publicar la tercera, Las aventuras del ingenioso detective Frank Stain, por entregas en el blog de la Editorial Funambulista. “Es una modesta contribución a aliviar un poco el encierro”, cuenta desde la ciudad francesa.

–Ha trabajado en casi una decena de países como diplomático, pero su novela es muy local.

–Publiqué mi primera novela, La cream coneshion, hace casi veinte años. También era una pseudo novela negra en clave humorística ambientada en Sevilla. Después de estar diez o doce años fuera pedí una excedencia y regresé. Me encontré con una ciudad que había cambiado mucho. Hace tres años publiqué otra novela en clave de humor, pero con tema cubano. Desde entonces me ronda la idea de hacer esta especie de parodia de novela negra inspirada en El Quijote. Me vino la idea de situarla de nuevo en Sevilla porque así retomaba, veinte años después, algunos de los temas de la primera novela. Es, un poco, un cierre y un balance final de toda una época que retrataba en la primera novela.

–¿Quedan quijotes como el protagonista de su novela?

–Creo que sí. Ahora lo hemos visto con la pandemia. El personal sanitario, por ejemplo, que se ha enfrentado a riesgos enormes. Y en condiciones muy difíciles para trabajar por la falta de equipos de protección. Con un sueldo muy escaso se han entregado absolutamente a su tarea de una manera heroica y lo han hecho por puro ideal de compromiso con su profesión. Quedan quijotes, quedan héroes, pero quizá no estén donde más se ven, sino que están escondidos.

–¿Hay algo de usted en el quijote de la novela, en Paco Mancha / Frank Stain?

–Puede haberlo en posiciones que yo admiro cuando se convierte en Frank Stain. Se convierte en una persona que aspira a ciertos ideales de rectitud, de lucha contra la corrupción. Son valores llevados a un punto de ridículo y, al igual que le pasaba a Don Quijote, todos esos ideales se acaban estrellando con la realidad de cada día, que es mucho más dura y, a veces, muy cruel.

–Ese ridículo provoca que los demás vean al personaje como un bicho raro.

–Pero al final se convierte en un ideal. Don Quijote era motivo de ridículo en la novela, pero se ha convertido en sinónimo de una persona que lucha por grandes ideales. Quijotesco es un adjetivo que define eso en nuestra lengua y en otras.

–Hace humor con casos de corrupción que han provocado grandes perjuicios en Andalucía. ¿Se puede hacer humor con los ERE?

–Se puede y se debe hacer sátira. En la primera novela ya tocaba esos temas y en aquella época no era tan común. Se ha producido un fin de época. Empecé a escribirla con una administración [en Andalucía] y acabé de escribirla con la siguiente. Me parecía interesante hacer el balance de esa época. El humor es el único arma que nos queda a los ciudadanos de a pie para desnudar a los poderosos, entre los cuales se encuentra la clase política de cualquier partido. Experimentamos cosas que a la ciudadanía le indignan. Con la mera crítica es muy difícil acabar con esas situaciones. Quizás lo que más irrite al poder sea que los ciudadanos nos riamos de esas cosas.

–Tras su experiencia en Bruselas, ¿es esa capital gris que todos dicen?

–Hay una parte que la gente no ve. Yo mismo no la vi cuando iba por viajes de trabajo. Luego viví en Bruselas seis años y fueron años maravillosos para mí y para mi familia. Es una ciudad magnífica. Tiene poco más que el tamaño de Sevilla, pero es una gran capital europea que ofrece absolutamente de todo. Tiene una oferta cultural y gastronómica magnífica y hay una calidad de vida extraordinaria.

–Ha estado destinado en Latinoamérica, Europa e incluso Sudáfrica. ¿Con qué lugar se quedaría si tuviera que elegir?

–Cada uno ha tenido su cosa. Si me obligaran a decir uno, y teniendo en cuenta las opiniones no solamente mías, sino de toda mi familia, diría que Perú es un país extraordinario. Tanto el país en sí, por su belleza y su cultura, como por su gente, que es muy acogedora. Soy un enamorado de todos los sitios donde he estado.

–En los 90 trabajó como consejero y luego como jefe adjunto de Protocolo en la Presidencia del Gobierno. ¿Hay algo que se pueda contar de esa experiencia?

–Nada muy secreto. Fue un trabajo muy intenso.

–Hace unos meses entrevistamos a Juan González Barba, también diplomático sevillano que ha hecho sus incursiones en la literatura. ¿Hay aquí una tendencia?

–La tendencia a la escritura existe en muchos diplomáticos, y no solamente españoles, sino de todo el mundo. Es casi una tradición. Diplomáticos escritores hay muchos y muy buenos en España. Don Juan Valera, de Córdoba, ha sido uno de nuestros grandes escritores y uno de nuestros grandes diplomáticos. Suele ser gente a la que le gusta la literatura y que ha leído bastante. Y luego hay mucho transitar por tantos países.

–¿Qué le diría a esos sevillanos que no miran más allá del Benito Villamarín y el aeropuerto y aseguran que viven en la ciudad más bonita del mundo?

–Me fui de Sevilla huyendo un poco de esa mentalidad. Después de dar vueltas durante más de 30 años no diría tanto. Pero sí es una de las ciudades más bellas del mundo y una de las ciudades donde mejor se vive. Hay que pasearse y conocer otras cosas, aunque sea para confirmar una opinión de partida.

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