Entrevistas

"Me interesan los 'best-seller' que no emplean la banalidad"

-¿Cómo surgió la idea de fundar la editorial Traspiés?

-Quizás cuando nos dimos cuenta de que en Andalucía no existía una editorial que publicase relatos, aunque hubiera bastantes relatistas y de gran calidad. La idea inicial era cubrir aquel vacío, y a partir de ahí fueron surgiendo las demás colecciones.

-¿El distribuidor es la bestia negra del mundillo?

-Bueno, recuerdo hace un par de años, durante una cena con editores de Madrid, Córdoba y Granada, que estuvimos toda la noche hablando de los porcentajes de los distribuidores y de las condiciones de distribución, y cuando tomábamos el postre nos dimos cuenta de que en ningún momento habíamos hablado de literatura.

-Una vez en marcha la editorial, ¿cuál fue la respuesta del público?

-Al principio, tibia. Ahora es cuando estamos empezando a detectar un mayor volumen de ventas.

-¿No os alcanza la pertinaz crisis que nos rodea?

-La crisis en el sector editorial se está notando, sobre todo, en que las librerías devuelven mucho antes los libros, acuciadas por el gran número de títulos y por la bajada de las ventas.

-Carlos Barral tuvo encima de su escritorio el manuscrito de Cien años de soledad, pero se negó a publicarlo. ¿Os consta haber dejado escapar algún buen bocado?

-Que yo sepa, no. Pero es inevitable equivocarse en una labor que consiste sobre todo en elegir.

-¿Cómo se siente la pequeña Traspiés rodeada de titanes?

-Eso es algo en que no se piensa. Si se pensase, quizás se abandonaría una empresa tan descabellada como es editar pensando únicamente en la calidad de los textos.

-Una ojeadita al mercado también la echaréis...

-Claro, continuamente.

-¿Y cómo se edita pensando "únicamente" en la calidad y teniendo "continuamente" presente el mercado?

-Porque hay que editar libros de calidad y que al tiempo gusten a los lectores. El "mercado" es negativo cuando insiste reiteradamente en determinados temas, cuando se fija en las listas de ventas y copia una y otra vez lo que hay en los primeros puestos.

-Por ejemplo, ¿publicaríais un texto como El Código Da Vinci si tuvierais la certeza de que sería un superéxito?

-No se publicaría a priori, puesto que no nos interesan los géneros literarios salvo cuando éstos aportan una visión novedosa o interesante de la realidad, como a veces sucede con la novela negra o la novela histórica. Aunque mentiría si dijera que no me gusta que se vendan nuestros libros. Entre otras cosas, esto te permite editar lo que realmente te apetece.

-¿Y qué opinión te merecen los best-sellers?

-Hay un tipo de best-seller que me interesa. Son libros que están escritos desde presupuestos literarios, no comerciales. Obras que no necesitan ni del escándalo ni de la banalidad para llegar al público.

-¿Cómo enfrentáis el desafío de las nuevas tecnologías?

-Nosotros, bien. Al menos, eso creo. Hemos publicado libros en versión electrónica, hemos hecho promoción a través de la Red, y estamos indagando en nuevas formas de edición basadas en las técnicas de impresión digital.

-Eres escritor, pero no has usado la editorial para publicarte a ti mismo…

-El editor es quien decide cuándo un manuscrito está en condiciones de convertirse en libro y llegar a las librerías. Su labor es imprescindible. Si se salta esa supervisión se comete un error que yo no me quiero permitir. Mis libros pueden ser buenos o malos, y debe ser otra persona quien lo decida.

-En breve, te estrenarás como novelista, ¿qué diferencias encuentras entre el relato y la novela?

-Tantas como para escribir un tratado.

-Pues señala algunas…

-El relato necesita concisión e intensidad, y se construye con la inevitable complicidad del lector. La novela se escribe acumulando diverso material narrativo, y por tanto necesita también momentos de menor intensidad. Un personaje secundario, que quizás no tendría cabida en un relato, puede justificar una novela.

-¿Qué cuenta Horas para Wallada?

-La vida de una mujer que no se conforma con su destino, la aparición de una época histórica y el declive de otra. El momento en el que el paso del tiempo, el amor como relación entre iguales, o la elección de unos gobernantes justos, comenzaron a preocupar a los hombres.

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